Sí, fue un año difícil, pero 2017 podría ser todavía peor
LONDRES.-El asesinato del embajador de Rusia en Turquía, el lunes por la noche, suscitó apocalípticas comparaciones con el magnicidio del archiduque austrohúngaro Francisco Fernando, en 1914, pero casi con certeza no encenderá la chispa de un conflicto bélico como la Gran Guerra. Sin embargo, el letal atentado con un camión que un par de horas después se cobró la vida de 12 personas en Berlín bien podría fogonear otro sacudón político en Europa.
Este 2016 parece dispuesto a seguir regalando sorpresas brutales hasta último minuto. Si 1989, año de la caída del Muro de Berlín, fue el punto en que parecieron triunfar la globalización, la democracia liberal y la visión occidental de la modernidad, el año que ahora se cierra tal vez sea recordado como el del descarrilamiento.
Tal vez peque de exceso de dramatismo, pero las sorpresas electorales del Brexit en Gran Bretaña y Donald Trump en Estados Unidos -y decenas de ejemplos más alrededor del globo- son un crudo recordatorio del grado de deterioro del consenso social. Puede ser que el año en ciernes vuelva a imponerse la moderación, pero la situación también podría escalar y salirse de control.
El atentado en una feria navideña en la capital alemana vuelve aún más plausible el regreso de la extrema derecha al poder en Alemania, aunque sigue siendo improbable que ocurra en las elecciones nacionales del año que se avecina. Por supuesto que también es posible que las fuerzas moderadas se recuperen, como ocurrió este año en las elecciones presidenciales en Austria: ni siquiera en 2016 los extremistas ganaron en todas partes.
Sin embargo, lo que queda demostrado en 2016 es que ya nada es verdaderamente inimaginable, o por lo menos que todo lo hasta ahora considerado inimaginable es mucho más probable de lo que se pensaba.
Lo que también queda claro es que las implicancias de gran parte de lo ocurrido este año todavía están por verse. Trump aún no se instaló en la Casa Blanca, pero su cuenta de Twitter parece alcanzarle para lograr drásticos resultados. Todo parece indicar que su presidencia será muy diferente a todo lo conocido. Trump bien podría propiciar un mejoramiento temporal de las relaciones con Rusia: sus comentarios tras los atentados del lunes, en los que vinculó explícitamente el hecho de Ankara con el de Berlín, dejan entrever que piensa trabajar en colaboración más estrecha con Rusia, sobre todo en el combate contra las milicias islamistas. Eso a su vez podría implicar un gran regateo sobre la cuestión de Siria.
Pero también es probable que el gobierno de Trump vaya rápidamente al choque con China. El exabrupto de la semana pasada sobre el drone subacuático norteamericano capturado por los chinos en el mar de China Meridional tal vez sea una señal de los tiempos por venir.
Después de todo, si hay algo que ha mantenido sujeta a China al orden internacional durante los últimos 25 años han sido los beneficios que obtuvo del auge y las facilidades del comercio internacional, algo que claramente Trump se dispone a restringir, si es que no a desmantelar por completo.
Si hay que creerle a la primera ministra británica Theresa May, entonces en 2017 comenzará realmente el Brexit, cuando Gran Bretaña gatille el Artículo 50. Nadie sabe realmente cuáles serán las consecuencias. En parte eso se debe a que nadie sabe realmente cómo quedará la geografía política del continente hacia fines del año que viene. El atentado de Berlín seguramente fogoneará las críticas a la política inmigratoria de Merkel, así como los atentados de Francia dieron impulso al Frente Nacional liderado por Marine Le Pen.
De todos modos, por el momento parece improbable que Alternativa por Alemania -el partido de extrema derecha que en este año ya conquistó a un tercio del electorado en varias elecciones regionales cruciales- pueda vencer a Merkel. Pero en las nacionales el partido podría tener un desempeño electoral tan bueno como para obligar al reemplazo de Merkel.
El movimiento de Europa hacia la extrema derecha no es inevitable, tal como lo demuestra el fracaso de esa tendencia para llegar a la presidencia de Austria. Sin embargo, el simple hecho de que en Francia, Alemania y potencialmente en otros países la extrema derecha pase ocupar un papel dominante, por no decir de control, hace del continente europeo un lugar por completo diferente.
La hipótesis de mínima ya es de por sí descorazonadora: 2017 implicará un franco retroceso de los ideales europeos de fronteras abiertas y libre comercio. La propia Unión Europea podría no sobrevivir al año en ciernes.
Por las mismas razones, lo mismo podría pasarle a la complicada moneda común del continente. El referéndum italiano de principios de este mes dejó al gobierno en crisis y ante la perspectiva cierta de que el antieuro Movimiento Cinco Estrellas tome el control del país. La salida de Italia de la eurozona bien podría sellar la suerte del euro, o al menos hacer que el Brexit termine pareciendo un incordio de poca monta.
Mientras tanto, en el extremo oriental de Europa, Rusia espera, y a veces interfiere, para exacerbar el caos político y llevar agua para su molino. Tras la victoria de Trump, el futuro a largo plazo de la OTAN también es borroso.
Más allá de los riesgos de un conflicto bélico inadvertido tras el magnicidio del lunes en Ankara, impresiona especialmente que Turquía, Rusia e Irán hayan dejado en claro que hacen causa común y que no cancelarán en encuentro previsto en Moscú para discutir la cuestión siria. Por más que Turquía sea miembro de la OTAN, con Recep Erdogan como presidente bien podría acercarse a las posiciones de Vladimir Putin. Fue un año a todas luces complicado, pero que nadie piense que 2017 será más fácil.
Traducción de Jaime Arambide
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