La gran pregunta: si el mundo estuviera por desaparecer, ¿cuál sería tu último mensaje?
Por Jane Goodall
(Jane Goodall es especialista en etología y conservación, además de Mensajera de la Paz de las Naciones Unidas. Fundó el Instituto Jane Goodall en 1977).
El mundo, tal como lo conozco, está llegando a su fin. Cierro los ojos y de nuevo experimento la maravilla del bosque tropical, el murmullo de los arroyos, las ramas crujientes y la miríada de sonidos de la vida animal: trinos, cantos y zumbidos. Veo ráfagas de colores: pájaros, mariposas, peces brillantes en el agua. Los monos alimentándose en lo alto. El olor de la tierra mojada y las flores. Todas las especies, sin importar cuán pequeñas, cumpliendo con su papel en el rico tejido de la vida. Llevo los ojos dentro de mi mente a los humedales, las montañas, los arrecifes de coral, las doradas praderas. El Sol reluciente sobre el hielo del Ártico. Los pinos en los riscos que escalé de niña. En estos pocos minutos la belleza del mundo que alguna vez conocí es real de nuevo.
Abro los ojos a regañadientes. Estoy rodeada de tierras y aguas muertas, contaminadas, saqueadas. El mundo natural destruido. Nuestras ciudades derrumbadas. La naturaleza nos regresó el golpe a los seres humanos, que con tanta avaricia robamos sus riquezas, mediante huracanes, inundaciones, sequías, incendios y terremotos.
Sin embargo, pronto me doy cuenta de que aunque la Tierra parezca destruida, está viva en mi mente. Y estoy consciente de otra belleza: la del indomable espíritu humano. El deseo de riquezas y poder destruyó la belleza que heredamos, pero el altruismo, la compasión y el amor no han sido destruidos. Todo aquello que es bello en los seres humanos no ha sido destruido. La belleza de nuestro planeta no está muerta, sino que yace latente, como las semillas de un árbol muerto. Hemos de tener otra oportunidad.
Richard Dawkins
(Biólogo evolucionista y escritor. Su libro más reciente se titula “Science in the Soul: Selected Writings of a Passionate Rationalist”).
Estimados conciudadanos cósmicos:
Si cuentan con la tecnología para interceptar este último testamento desde nuestro planeta condenado, lo más probable es que estén mucho más avanzados que nosotros; quizá han estado evolucionando durante mucho más tiempo y sus decodificadores sean lo suficientemente capaces como para descifrar mi lenguaje.
Sabrán que, como cualquier otra forma de vida, evolucionamos de manera gradual desde un inicio simple, a través de la supervivencia no aleatoria de instrucciones codificadas en forma digital. Llamamos a estas instrucciones genes (sin duda los de ustedes difieren de los nuestros en detalles). Sobrevivieron principalmente construyendo lo que llamamos cuerpos. Nuestra forma de vida fue impulsada por la energía de nuestra estrella (el “Sol”) e interceptada por cuerpos estáticos llamados plantas, que usaban recolectores especializados de fotones, llamados hojas. Luego la energía de las plantas era robada por cuerpos móviles llamados animales. Algunos animales, a su vez, consumían otros animales, y la energía se pasaba de unos a otros en una “cadena alimentaria”. Todos usaban el mismo código genético, una cadena lineal de caracteres digitales tomados de un alfabeto de cuatro. Como podrán calcular con facilidad, esto fue suficiente para codificar una enorme diversidad de formas, lo que fue una de las estupendas glorias de nuestro trágico planeta.
Entre los muchos millones de tipos de animales, nosotros, los llamados humanos, nos distinguíamos por la gran computadora integrada (el “cerebro”) que nos permitió progresar un poco hacia el entendimiento del universo y nuestros orígenes. Estábamos muy orgullosos de comprender cosas como la evolución y el hecho de que la materia viene en un conjunto finito de “elementos”. Aunque hicimos nuestros pininos en lo que llamamos teoría cuántica, la encontramos desconcertante, quizá porque nuestro cerebro nunca evolucionó para entender lo ultrapequeño.
Soñamos con una Teoría del Todo final y una comprensión completa del origen de todas las cosas, incluyendo el tiempo. Quizá ustedes ya tengan todo eso. Uno de nuestros sufrimientos es haber perecido antes de poder lograrlo.
James Dyson
(Inventor, diseñador y fundador de la empresa Dyson).
La manera en que los ingenieros encaran problemas en apariencia irresolubles, con ingenio y determinación, es algo digno de verse. El mañana es más emocionante que el ahora gracias a los ingenieros. Conducen el progreso usando su cerebro y sus manos. Con inteligencia y tesón, son la mejor muestra de lo habilidosos que son los seres humanos. Son la forma más genuina de creadores de riqueza que cualquier economía podría desear, y es increíble todo lo que se les ocurre.
Los ingenieros no siempre siguen las reglas; se acercan a los desafíos desde nuevos ángulos y con una inteligencia fresca para encontrar la solución correcta. No hay un reto que les quede grande.
Por lo tanto, encuentro inverosímil que el mundo vaya a acabarse. ¡Los ingenieros encontrarán una manera de evitar esta catástrofe!
Kyung-sook Shin
(Novelista coreana cuyo libro “Please Look After Mom” ganó el Premio Literario Man de Asia en 2012, lo que la convirtió en la primera mujer surcoreana en obtenerlo).
Fui feliz de haber podido vivir en esta Tierra como la hija de mi madre. Me enseñó a caminar, a vestirme, a decir mi nombre. Cuando crecí un poco más, me enseñó que leer libros es una parte importante de vivir en este mundo. A través de su vida, mi madre me enseñó cómo plantar semillas, y que cosechas lo que siembras, además de cómo consolar a las personas cuando están tristes.
Cuando tenía 22 años, comencé a escribir novelas en mi lengua materna, una lengua llena de la esencia de mi madre. Escribí sobre todo aquello que nace en nuestros corazones y en este mundo, desde la pena y la belleza hasta la pasión y el amor. Luché para recuperar mediante las palabras cosas que habían desaparecido. También escribí sobre mi madre, quien me dio todo, pero a quien yo a veces no valoraba.
Escribir fue mi forma de honrar todo lo que alguna vez estuvo vivo en la Tierra y ya se ha ido. Si hubiera criado a una hija, le habría enseñado todo lo que aprendí de mi madre. Ojalá hubiera podido.
Mohsin Hamid
(Novelista pakistaní. Su libro más reciente se titula “Exit West”).
Seres del cosmos, reciban saludos de los humanos en la Tierra.
El mundo como lo conocemos está llegando a su fin.
Los humanos son una forma de vida biológica. Nuestra existencia individual se distingue por la impermanencia. Vivimos y luego morimos. Nuestro principal logro es que no estamos completamente abrumados por nuestra consciencia de este predicamento.
Sabemos que moriremos, y a pesar de ello sentimos amor, ternura, asombro y alegría. Nuestra mortalidad es el fundamento de nuestra compasión. Sabemos que todos los seres humanos, sin importar lo distintos que seamos unos de otros, moriremos, y esto nos da una sensación de cercanía.
No fuimos menos porque morimos. Fuimos más. Pero el deseo de vivir por siempre era muy fuerte. Creamos máquinas que esperábamos nos ayudarían a lograr este deseo. Teníamos la esperanza de fusionarnos con esas máquinas. Ahora, en nuestro intento por extinguir nuestra mortalidad, estamos a punto de extinguirnos a nosotros mismos. Adiós. Que nuestro ejemplo los beneficie.
Óscar Murillo
(Artista radicado en Londres).
La búsqueda de nuevas fronteras en nombre de la ciencia y el imperio casi siempre se ha dado a costa de los otros. Los primeros exploradores, desde el conquistador Cortés hasta el capitán Cook, viajaron por el mundo buscando la expansión y el conocimiento. Sin embargo, su objetivo no era descubrir más sobre el mundo: era esparcir una concepción del mundo ya formada. Por lo tanto, su camino se ensució de pérdidas: comunidades, países, cadáveres.
La historia es contada por aquellos con la voz más fuerte. Y las voces del imperialismo siguen siendo las más fuertes, incluso ahora. Los astronautas de la misión Apolo 11 entrenaron en el desierto del oeste de Estados Unidos — antes territorio de los nativos americanos — preparándose para la Frontera Final. De acuerdo con una vieja broma, un jefe indígena les preguntó a los astronautas si podían dar un mensaje a los espíritus sagrados que viven en la Luna. El hombre pronunció algunas palabras en su propia lengua, y cuando los astronautas le preguntaron qué significaba el mensaje, el jefe les contestó que era un secreto entre su tribu y los espíritus lunares. Sin embargo, los astronautas se las arreglaron para encontrar a alguien que pudiera traducir las palabras.
El mensaje era: “No crean ni una sola palabra de lo que les digan estas personas. Han llegado a robarles su tierra”.
Daniel Humm
(Chef suizo y copropietario de Eleven Madison Park en Nueva York).
La máxima belleza de la vida en la Tierra solo puede describirse en el contexto de las relaciones personales. La belleza natural y real aumenta en forma exponencial cuando es una experiencia compartida.
Como chef, soy lo suficientemente afortunado de poder ver esto todas las noches en mi restaurante: gente de todo tipo de profesiones, de todas las etnicidades, de todas las edades, todos conectándose profundamente alrededor de una mesa. La conexión humana es considerablemente hermosa, y nada muestra mejor eso que nuestras experiencias de 2017.
En todos los desastres, tanto naturales como creados por los hombres, hay algo que demostró ser más poderoso que la devastación: la intención absoluta, y la más humana, de verse a los ojos — no ver el color de la piel, las opiniones políticas ni las preferencias religiosas o sexuales los unos de los otros — y conectar en un nivel completamente emotivo. Desear que alguien más venza la adversidad; animar a alguien cuando está tocando fondo; conectar unos con otros más allá de la superficie… esto somos en toda nuestra hermosura.
© 2017 The New York Times
Distribuido por The New York Times Syndicate
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