Seúl, un viaje al futuro que fascina y desorienta al mismo tiempo
Construida en medio de montañas, la capital surcoreana, donde viven 25 millones de personas, encandila por su modernidad, los rascacielos y la tecnología
SEÚL.- Quizás es el típico encandilamiento de la primera vez. Quizás, el estar acostumbrado a vivir en un lugar muy lejano y distinto, donde normalmente todo funciona poco, mal y desordenadamente. Pero llegar a esta megalópolis de 25 millones de habitantes -el mayor centro político, cultural, social y económico de Corea del Sur- es algo así como viajar al futuro.
Atravesada por el río Han y construida en medio de montañas, Seúl desorienta y fascina al mismo tiempo. Sus carteles de neón, las pantallas gigantes colocadas sobre las paredes de edificios modernísimos, sus rascacielos -de los más altos en Asia después de ciudades como Singapur y Hong Kong- hablan por sí mismos de una sociedad rica, dinámica, pujante y, en los últimos años, también cool a nivel cultural. Basta recordar el éxito del cantante pop Psy, autor de un tema inspirado en Gagnam, el barrio al sur del río Han, símbolo de la ciudad chic, ultraconectada y materialista de esta capital.
En las calles, un fuerte olor a ajo que parece impregnarlo todo -es el ingrediente básico en la comida coreana-. Bajo una capa de esmog, coloridos carteles con inscripciones en un alfabeto fonético único en su estilo, el hangeul, inventado en 1443 por el consejo de eruditos del rey Sejong, toda persona que camina por la calle lleva en la mano un smartphone, con el que hace de todo: compras, lecturas, pago del subte, fotos, chat.
Hasta tiene el celular ese hombre que llama la atención en medio del corazón del centro, una selva de edificios ultramodernos, mientras reparte cajas con docenas de huevos en una vieja motocicleta. Sí, porque lo ultramoderno también se mezcla con lo antiguo en esta ciudad, símbolo del "milagro" surcoreano.
En los años 60, cuentan los locales, Corea del Sur parecía un país a la deriva, empobrecido por el colonialismo japonés y, luego, por la guerra con el Norte, donde quedaron las materias primas.
Sin embargo, el planeamiento de un gobierno dictatorial, el trabajo duro y las ideas empresariales de grandes grupos de negocios convirtieron a un territorio con una superficie similar a la de la provincia del Chaco en una potencia económica, en la que viven más de 50 millones de personas. El ingreso per cápita anual creció de unos 1000 dólares, en 1960, a los 32.000 dólares este año.
Corea del Sur es hoy la 15° economía mundial y la cuarta de Asia -detrás de China, la India y Japón- gracias a su competitividad en sectores productivos clave en el escenario económico global: es el primer productor mundial de monitores y semiconductores para memorias electrónicas; el segundo en elementos para la construcción naviera y de teléfonos celulares, y ocupa respectivamente el quinto y sexto lugar en la producción de autos (más de cuatro millones de vehículos al año) y de acero.
Simplemente al entrar a tomar un café en una de las grandes cadenas de estilo norteamericano del centro de esta capital -plagado de shoppings subterráneos, o de ocho pisos, con las mejores marcas-, es evidente el impactante avance tecnológico.
Éste, sin embargo, no determinó que haya poco personal para atender -en verdad, la sensación aquí es que, en todo momento, el extranjero es reverenciado y atendido como un príncipe por una nube de servidores-. Todo depende de computadoras, códigos y de un artefacto electrónico que es entregado al cliente para que sepa cuando está listo su pedido.
Por las calles de Seúl, en medio de un clima húmedo, pegajoso y con llovizna, pocos hablan inglés.
Entre ellos está Gil, de 29 años. Acaba de salir de su trabajo como programador en una empresa informática con sede en uno de los cientos de rascacielos del centro, para tomarse una merecida pausa. Trabaja de 9 a 19, de lunes a viernes, con un salario mensual de unos 2500 dólares que, dice, no está mal, pero que no le sirven para ahorrar y poder comprarse una casa. Para eso tendrá que trabajar por lo menos 15 años, agrega Mingyn, oriundo de la ciudad de Busan, la segunda más importante del país.
Al ser consultado sobre si está contento por la visita del papa Francisco, responde: "¿Quién?". Mientras, dos amigos que están con él se miran sonriendo y hablan entre ellos, como si les hubiera preguntado de un extraterrestre. Luego de recordarle la visita papal, Mingyn, gentil, entiende la situación y dice: "¡Ah, sí, Francisco! ¡Claro que estoy contento! Soy budista, pero me gusta".
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