¿Servirá el uso de los barbijos para la temporada de resfríos y gripe?
Considerado un hábito desde hace décadas en Asia, entre los científicos no hay un consenso claro sobre su efectividad para detener enfermedades respiratorias
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NUEVA YORK.- Cuando los estadounidenses vuelvan a las oficinas, las escuelas, los autobuses y los trenes repletos de personas, también regresarán sus sorbidos de nariz y estornudos. Tras haber sido expuestos a la idea de utilizar barbijos para proteger su salud y la de los demás, algunos están considerando una medida que casi nunca se ha visto en el país, pero que es una práctica habitual en otras culturas desde hace tiempo: usar un barbijo de manera cotidiana cuando se tenga algún síntoma de resfriado común o gripe, incluso en una realidad futura en la que el Covid-19 ya no sea una preocupación primaria.
“Seguiré sintiendo la responsabilidad de proteger a otros de mi enfermedad cuando tenga un resfrío, bronquitis o algo por el estilo”, dijo Gwydion Suilebhan, escritor y administrador artístico de Washington, quien dijo que también planea seguir utilizando barbijo en situaciones como vuelos en avión. “Preocuparse por las personas que te rodean es una parte responsable de ser miembro de una sociedad civil”.
Este uso rutinario de recubrimientos faciales ha sido común durante décadas en otros países, principalmente en el este de Asia, donde se portan como protección contra alergias o contaminación o como simple cortesía para proteger a las personas en cercanía física.
Pero hasta la crisis del coronavirus, rara vez se había realizado un impulso cultural para adoptar esa práctica en Estados Unidos y otros países occidentales. Aunque los barbijos demostraron ser efectivos para ayudar a mitigar la transmisión del Covid-19, ahora cargan el peso de ser un símbolo en la guerra cultural entre los estados demócratas y los republicanos, en la que una parte del país los ven como un atentado a sus libertades mientras que otros los consideran una demostración de que se preocupan por los demás.
Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, reflexionó la semana pasada sobre el futuro del uso de barbijo, cuatro días antes de que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) emitieron nuevos lineamientos en los que afirman que los estadounidenses completamente vacunados pueden dejar de utilizar barbijo en la mayoría de los lugares, tanto en interiores y como exteriores. “Es posible que a medida que avancemos, uno o dos años o más, durante ciertos periodos estacionales en los que aumenten los casos de virus transmitidos por vías respiratorias como la gripe, las personas podrían optar por utilizar barbijo para disminuir la probabilidad de propagar estas enfermedades de transmisión respiratoria”, dijo el domingo 9 de mayo en el programa de entrevistas Meet the Press.
Sin embargo, otros importantes funcionarios de salud de Estados Unidos no han fomentado esta práctica. Los CDC —que al comienzo de la pandemia desaconsejaron el uso de barbijo y cambiaron su postura un par de meses después— no aconsejan a las personas con síntomas de gripe que utilicen recubrimientos faciales y afirman que “es posible que no limiten la transmisión comunitaria de forma eficaz”.
Eso se debe en parte a que no existe un consenso científico claro sobre el efecto de los barbijos en la transmisión del virus de la gripe, según los expertos que lo han estudiado. Nancy Leung, investigadora de salud pública de la Universidad de Hong Kong, dijo que la ciencia que explora los posibles vínculos entre el uso de barbijo y la emisión o transmisión de los virus de la gripe tiene matices, y que esos matices suelen perderse en el público en general.
Leung afirmó que la evidencia más sólida de la existencia de un vínculo provino de estudios que habían demostrado cómo las mascarillas quirúrgicas reducían la cantidad de virus de la gripe que emitía una persona infectada, un efecto que los investigadores de la salud pública denominan “control en la fuente”. Estos estudios mostraron que el uso de barbijo fue particularmente eficaz para detener la emisión de gotículas de gripe, agregó.
Analizar el impacto del uso de mascarillas quirúrgicas en la transmisión comunitaria de la gripe ha sido más complicado, dijo. Hasta ahora, señala Leung, no ha habido evidencia clara derivada de ensayos controlados aleatorios —el estándar más importante en la investigación científica— de que el uso de barbijo redujo la transmisión de los virus de la gripe en una comunidad.
Se ha acumulado cierta evidencia a partir de estudios observacionales de que las mascarillas reducen la transmisión comunitaria de los virus de la gripe, dijo, pero esa investigación viene con una advertencia: los estudios observacionales no pueden aislar el uso de barbijo de otros posibles factores, como el lavado de las manos o el distanciamiento social.
“En realidad no se puede descifrar si la reducción en la transmisión observada se debe únicamente a los recubrimientos faciales o no”, apuntó Leung. Por razones similares, el hecho de que la gripe prácticamente haya desaparecido en Estados Unidos durante la pandemia del coronavirus —y que muchos estadounidenses hayan informado de forma anecdótica que contrajeron menos resfriados de lo habitual durante 2020— no es una prueba por sí sola de que los barbijos hayan sido los responsables.
Nuevo hábito
El uso histórico de los barbijos en Asia Oriental se basa en algo más que la investigación médica y los pasos que llevaron a cada país a adoptar su uso cotidiano varían ampliamente. “La cultura del uso del barbijo en estos países está relacionada con el colectivismo”, afirmó Chen Meei-Shia, profesora de Salud Pública en la Universidad Nacional Cheng Kung en Taiwán. “Cuando las personas enfrentan la pandemia como un grupo, el uso del barbijo es una manera de reducir el impacto en los demás”.
De Kai, profesor de Informática en la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong, quien ha estudiado la etiqueta del uso del barbijo, afirmó que para las personas dentro de China y en otras partes del Este de Asia, no utilizar un barbijo mientras se está enfermo es más o menos equivalente a una persona “que estornuda por todas partes en el metro” sin taparse la nariz en una ciudad de Estados Unidos.
“Por supuesto, nada es en blanco y negro”, agregó. “Claramente, es una cuestión de grado. Pero sí existe una diferencia en las culturas del Este de Asia sobre esto cuando se les compara con la muy libertaria cultura estadounidense”.
(Un recordatorio: Por favor, estornuda en tu codo, no en tu mano). Otros señalaron diferencias institucionales, como el historial de leyes contra el uso de coberturas faciales en Estados Unidos implementadas durante periodos de conflicto social para disuadir la violencia.
Por ejemplo, en 1845, el estado de Nueva York aprobó una ley contra el uso de máscaras para evitar que los labradores exigieran una reforma agraria, según una investigación de Sharrona Pearl, profesora de Ética Médica de la Universidad Drexel en Filadelfia. Y entre las décadas de 1920 y de 1950, varios estados aprobaron leyes similares en respuesta a la violencia del Ku Klux Klan.
Varios académicos del Este de Asia dijeron en entrevistas que las costumbres de la región sobre el uso de barbijo variaban mucho porque la población en cada país había respondido a diferentes amenazas ambientales o de salud pública a través de los años.
Jaehwan Hyun, profesor de Historia de la Universidad Nacional de Busan en Corea del Sur, dijo que ignorar esos matices podría ser peligroso. “Refuerza la idea de que los asiáticos son una sola raza que conservan la misma cultura sobre el uso de los barbijo”, dijo Hyun. “Creo que es una manera fácil de desarrollar argumentos discriminatorios o racistas contra los asiáticos”.
En el Japón del siglo XIX, algunas personas usaban respiradores de fabricación británica para protegerse contra resfriados, tos y enfermedades respiratorias, dijo Tomohisa Sumida, investigadora visitante de la Universidad de Keio. El uso de barbijo se volvió común después de la pandemia de gripe de 1918, agregó, y de nuevo cuando muchas personas comenzaron a sufrir alergias a la fiebre del heno en la década de 1980.
Cuando, a principios del siglo XX, Corea del Sur era una colonia japonesa, heredó de Japón algunos hábitos de llevar barbijo, dijo Hyun. Usar mascarilla también fue común en la capital de Corea del Sur, Seúl, en momentos de la década de 1980 debido a la contaminación del aire vinculada a las fábricas y al gas lacrimógeno que acompañó las protestas contra el gobierno autoritario.
Aún así, señaló Hyun, el uso de barbijo de forma habitual no era común en el país hasta mediados de la década de 2000, cuando el gobierno recomendó el uso de una máscara similar a la N95 para protegerse contra las tormentas de polvo estacionales que azotan el país desde Mongolia y el norte de China. “En términos generales, los coreanos creían hasta hace poco que el uso de mascarillas era una especie de ‘práctica japonesa’, ajena a nosotros”, dijo.
En Hong Kong, donde 299 personas murieron durante la epidemia del síndrome respiratorio agudo grave (SARS) de 2002 y 2003, la experiencia del uso universal de recubrimientos faciales contra ese coronavirus ayudó a crear una “familiaridad cultural” con una práctica que también era común durante los episodios de contaminación grave del aire, dijo De Kai.
“Fue un gran recordatorio para las personas de que los barbijos son importantes no solo para la protección personal contra la contaminación sino también para evitar infectar a quienes nos rodean”, dijo.
En Taiwán, el SARS y la reciente contaminación atmosférica fueron los dos factores principales que llevaron a las personas a formar el hábito de utilizar barbijo, afirmó Yeh Ming-Jui, profesor de Salud Pública en la Universidad Nacional de Taiwán en Taipéi.
El profesor Yeh apuntó que creía que el uso de barbijo no estaba más generalizado en occidente porque la gente no tenía recuerdos recientes de una pandemia grave, al menos hasta ahora. “La experiencia y las prácticas de salud de las generaciones pasadas se han ido olvidando de manera gradual”, dijo.
The New York Times
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