Sergei Guriev: “Las promesas imposibles de cumplir de Milei llevan el germen de una ‘dictadura democrática’”
El economista ruso, que tuvo que exiliarse de Rusia a Francia hace diez años perseguido por el gobierno de Putin, dialogó con LA NACION sobre su libro sobre los “nuevos dictadores”, que profundiza en el fenómeno de los líderes autoritarios escondidos detrás de una aparente democracia
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El destacado economista ruso Sergei Guriev fue rector de la New Economic School (NES), de Moscú, e incluso redactor de los discursos del expresidente Dimitri Medvedev (2008-2012). Pero todo eso ocurrió en los tiempos en que Vladimir Putin era un dictador “democrático” del siglo XXI. En 2013, Guriev se vio obligado a dejar Rusia luego de un “interrogatorio aterrador y humillante” al que fue sometido por los investigadores del gobierno, cuando Putin ya comenzaba a transformarse en un “dictador del terror”, como los que eran mayoría en el siglo pasado.
Ahora, Guriev es director de estudios de graduados en Economía en la Science Po, de París.
Su experiencia en la transición de Putin lo llevo a estudiar otros casos de “dictadores del siglo XXI”, que bajo una apariencia democrática no dejan de ser lo que en inglés llama “Spin dictators”, que se podría traducir como “dictadores engañosos”. Su libro realizado junto al politólogo Daniel Treisman se llama en español Nuevos dictadores. El rostro cambiante de la tiranía en el siglo XXI.
Guriev profundizó allí en las características de las “dictaduras del terror”, desde Mao hasta Videla o Stalin y de qué manera y por qué en este siglo las dictaduras son mayormente “democráticas”, como el caso del húngaro Viktor Orban, el turco Recep Tayyip Erdogan, en su momento Alberto Fujimori en Perú, o el “padre” del nuevo Singapur que convirtió un empobrecido país corrupto en un tigre asiático, Lee Kwan Yew.
Estudioso también de la actual situación electoral en la Argentina, en una entrevista con LA NACION por Zoom desde París, Guriev afirmó: “las promesas imposibles de cumplir de Javier Milei llevan el germen de otras dictaduras democráticas del siglo XXI”.
-¿Cómo definiría a los “nuevos dictadores”?
-Básicamente, son los que fingen ser democráticos pero no lo son. Apelan a la represión y la censura pero lo hacen de una manera encubierta. Usualmente tampoco tienen una ideología determinada. En los dictadores del terror del siglo pasado había un fuerte componente ideológico, pero en los actuales no. A lo sumo muestran un vago sesgo antioccidental. Pero la principal característica es que se presentan y hablan como líderes democráticos y dicen que lo son. Los del pasado vestían uniforme militar, usaban el lenguaje del terror y la violencia, y decían con orgullo que la democracia occidental no era buena y que el sistema que ellos proponían era mejor.
-¿Por qué se produjo este cambio?
-La principal causa es la modernización y la globalización. El mundo está mucho más interconectado, y la gente tiene muchísimas más posibilidades de obtener información independiente. Además, hay un aumento de los niveles de educación. Entonces, si un dictador aspira a permanecer en el poder mucho tiempo, lo que más le conviene es darle a su gobierno un barniz democrático. Viajar al Foro Económico de Davos, codearse con grandes líderes e inversores internacionales y asegurarse que la gente más educada de su país sienta que es gobernada por un líder aparentemente democrático. En todo el mundo la democracia y la retórica de la libre competencia es hoy mucho más popular que la dictadura. En el siglo pasado los dictadores no tenían demasiada preocupación por mostrarse democráticos porque sostenían que su régimen era lo que su país necesitaba.
-De todas maneras, hoy sigue habiendo líderes que se imponen por el terror, como Vladimir Putin o el norcoreano Kim Jong-un. ¿Cómo es el balance en cuanto a la cantidad de dictadores democráticos?
-De los 195 países que hay en el mundo, estimamos en alrededor de un centenar los gobiernos no democráticos. De esos, unos diez se imponen claramente por el terror, cincuenta o sesenta son dictadores con apariencia democrática, y el resto se mueve entre esas dos condiciones.
-Es interesante que en su libro usted incluya entre los dictadores democráticos a Lee Kwan Yew, que gobernó Singapur entre 1959 y 1990, lanzó una lucha implacable contra la corrupción que no perdonó ni a sus amigos, puso la ética como eje de su mandato, y convirtió un país empobrecido en uno de los grandes tigres asiáticos. ¿Se lo podría definir como un “dictador bueno”?
-Se trata de un caso excepcional y uno de los pocos regímenes no democráticos que hicieron prosperar a un país. ¿Por qué lo llamamos entonces dictador? Porque no fue democrático. Una democracia es un régimen en el cual los gobernantes llegan y se mantienen en el poder gracias a elecciones libres y justas. Y eso no es lo que ocurre en Singapur. Es un sistema de un solo partido. Aunque hay oposición no tiene las mismas posibilidades de llegar al poder que el oficialismo. Además, aún hoy se aplica allí una política represiva. Hay una Ley de Difamación que es muy dura. Si usted trabaja allá como periodista o académico y critica alguna política económica del gobierno no digo que va a terminar preso, pero lo van a someter a juicio y van a trabar su desarrollo profesional. Entonces, es cierto que Singapur se transformó en un país extremadamente rico con altísimos niveles de educación y calidad de vida para su población. Pero no es una democracia. Y lo peor es que incentivó a otros dictadores a decir ‘Yo voy a ser como Lee Kwan Yew, un dictador bueno’. De todas maneras le advierto que los sucesores de Lee son corruptos y no tan exitosos.
-A partir de la experiencia de Singapur, ¿se puede decir que hay países que para progresar necesitan un “dictador bueno”?
-Singapur es un caso muy especial porque es una pequeña ciudad-estado. Pero no hay dictaduras buenas. Los mecanismos de control independientes y la posibilidad de criticar libremente al régimen son extremadamente importantes para el buen funcionamiento de una nación. Además, para un inversor, las democracias tienen un atractivo muy importante que es un mayor respeto por las reglas de juego. En una dictadura las normas se modifican al gusto del líder, y eso finalmente desalienta las inversiones.
-¿Hay algún caldo de cultivo que favorezca la emergencia de un dictador democrático?
-En muchos países africanos se dio el caso de que cuando muere el dictador del terror, es sucedido por otro más democrático. Pero algunas veces las democracias ya establecidas son “secuestradas” por el dictador. El caso típico es el de Viktor Orban en Hungría, que llegó al poder en las elecciones libres de 2010. Luego fue avanzando paso a paso. Se apoderó de la Justicia, de los medios, de la actividad económica, y terminó cambiando la Constitución. Son las herramientas más frecuentes para transformar una democracia en una dictadura. Trump y Berlusconi buscaron algo parecido, pero no tuvieron éxito.
-¿Cómo ve la situación en la Argentina respecto de las elecciones de octubre? Javier Milei, el candidato más votado en las primarias, es un ousider de la política, admirador de Trump y Bolsonaro.
-Si uno mira la campaña de Milei está llena de promesas no realistas, que no va a poder cumplir. Y ahí hay un germen de una dictadura democrática. Cuando alguien así llega al poder, se va dando cuenta con el tiempo de que no puede cumplir con lo que prometió respecto de la inflación, la educación o la seguridad. En consecuencia ve que puede perder en elecciones libres y justas. Entonces empieza a subvertir las instituciones democráticas para conservar el poder. Este es un patrón muy habitual. Y en América Latina tenemos un largo historial de des-democratización. Así que hay que estar muy alertas con Milei.
-Así como la globalización permitió ir pasando de las dictaduras del terror a las democráticas, ¿Qué factores podrían llevar a una evolución hacia democracias plenas en todo el mundo?
-Por un lado, el gran secreto es la educación. Cuanto más gente formada y educada haya, va a ser más difícil silenciarlos sin transformarse en una dictadura del terror. Pero en el caso de Orban, la población húngara tiene buenos niveles de educación y Hungría es parte de la Unión Europea, por lo que está siendo observado por todo el continente. Aquí es donde juegan un rol fundamental el resto de los países: llamar a las dictaduras por su nombre, aplicar sanciones, y evitar que las instituciones internacionales como la OTAN u otros organismos sean infiltrados por estos dictadores. Entonces, el mundo se debe mantener atento y vigilante para evitar que siga avanzando este fenómeno.
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