Ser pobre en un país rico: en Alemania, no todos gozan del boom de la economía
BERLÍN.- Un alquiler precario en Munich, los remedios imprescindibles y una dieta de papas, arroz y pan viejo. Los ingresos de Joseph H. no alcanzan para más. Después de una vida de trabajo como autónomo, este jubilado alemán de 75 años encarna un drama poco visible: el de ser pobre en uno de los países más ricos del mundo.
El boom de la mayor economía europea sigue sin llegar a muchos como Joseph. Según el informe de pobreza 2016 presentado esta semana en Berlín, un 15,4% de la población (12,5 millones de personas) vive en esa condición. El dato requiere una aclaración. Alemania no mide la pobreza "absoluta" -la que amenaza la subsistencia de millones de personas en países en vías de desarrollo-, sino la "relativa": se cuenta como pobre a quien sufre privaciones y desventajas importantes con respecto al promedio de la población.
"No hablamos de personas que duermen bajo un puente, no tienen qué comer o recolectan envases en la calle", explica a LA NACION Ulrich Schneider, presidente de la Asociación Alemana del Bienestar, que elabora el informe. "Hablamos de gente segregada que no tiene recursos para una vida normal en Alemania, aunque no viva en la calle."
¿Quiénes son y cómo viven los pobres alemanes? La Unión Europea (UE) considera a una persona en riesgo de pobreza cuando su ingreso mensual es inferior al 60% del ingreso medio nacional. En Alemania, la barrera se sitúa en 930 euros netos para un soltero o 1651 euros para un matrimonio con un hijo.
El perfil de quienes están en esa situación es variado: madres solteras que no pueden pagar actividades escolares de sus hijos, desempleados de larga duración que no llegan a cubrir necesidades básicas como ropa de invierno, familias sin calefacción o computadora, y chicos que ven determinado su futuro sólo por crecer en un barrio pobre.
La tasa de pobreza en Alemania es inferior a la del conjunto de la UE, que ronda el 17%. Pero el informe incluye datos que cuestionan la imagen de una sociedad rica e igualitaria. Por ejemplo, la pobreza amenaza a un 19% de los chicos alemanes, y a una de cada siete personas en la vibrante capital, Berlín.
También preocupa la situación de jubilados como Joseph. El riesgo de pobreza en el sector se disparó a 15,6% y superó así, por primera vez, el promedio nacional. Muchos dependen de ayudas públicas.
"En 2007, un 12% de las personas que atendíamos estaban en edad de jubilación. Ahora se duplicó hasta 24%", cuenta a LA NACION Inga Leffers, de Tafel, una asociación que recolecta alimentos descartados por productores, restaurantes o mercados para distribuirlos hasta a 1,5 millones de personas sin recursos.
La amplia red de ayudas del Estado de bienestar alemán y las iniciativas como Tafel ayudan a combatir la pobreza absoluta. Sin embargo, en Alemania hay cerca de 40.000 personas que viven en la calle y unas 335.000 no tienen hogar.
Muchos de ellos vagan por las ciudades revisando la basura en busca de comida o botellas que luego cambian por dinero. En invierno se refugian en albergues y estaciones de subte, pero cada año se registran muertes por el frío extremo.
No es sólo que las ayudas no lleguen a todos, sino que "la mitad de los que tienen derecho a prestaciones sociales no las solicita", explica Schneider. "Algunos ni siquiera saben que existen, otros se avergüenzan y no quieren reconocer que son pobres", agrega. El experto entiende que la situación es mejor que en otros países, pero se indigna ante la desigualdad: ¿cómo se explica que la pobreza haya subido en diez años de 14 a 15,4% en un país con niveles de consumo récord, un desempleo de 6,8% y un crecimiento sostenido que llegó al 1,7% en 2015?
"La causa profunda es que la capa social más alta acumula un patrimonio inmenso y no quiere distribuirlo", dice Schneider. "Tenemos un gobierno que declaró tabú cualquier tipo de aumento impositivo a los más ricos y por eso no está en condiciones de hacer una política de pobreza que la reduzca", agrega.
Otra razón invita al pesimismo. El informe se basa en estadísticas de 2014 y no recoge el efecto de la ola de refugiados que llegó en 2015.
El índice llegó a 15,4%, pero es relativo: mide las privaciones respecto al ingreso promedio
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