Ser homosexual en Rusia: entre la intolerancia en las calles y la persecución de la ley
"Soy una mujer con mucha suerte". Para Polina Andrianova, una activista rusa del grupo Coming Out, que sus padres hayan aceptado su orientación sexual y que el historial de agresiones que sufrió en las calles de San Petersburgo, donde vive, sea escaso es una cuestión de "suerte".
Es que sabe que ser homosexual bajo el régimen de Vladimir Putin, que durante este mes es anfitrión del Mundial de Fútbol, es para una gran mayoría, una condena a la discriminación, a la intolerancia e incluso al silencio.
Por eso, Polina se siente afortunada por la tolerancia que muestran sus padres, casi una excepción entre las familias rusas. Sin ir más lejos, su novia de hace dos años, no le puede hablar a sus padres sobre la relación que tiene con ella. "Los padres de mi novia no aceptan su sexualidad, su madre me conoce, pero me considera una 'amiga', todavía lo niega, es como si yo no existiera", cuenta a LA NACION.
"No nos podemos expresar en público, mi novia tiene miedo a agarrarme la mano. Una vez nos agredieron verbalmente en un transporte público", relata.
Mark Kandolsky enfrenta las mismas dificultades. O peores. Tiene 28 años, también vive en San Petersburgo y es transgénero. Hace cuatro años decidió hacer pública su transición al género masculino. Lo primero que hizo fue contarle a su pareja de hace 10 años. Le dijo que era gay y, un año después, que era transgénero.
Si bien su madre siempre lo apoyó, su padre todavía no acepta el cambio. "Él ya vio mi nueva apariencia pero todavía lo niega. Esto es muy común entre los padres de personas transgénero. Muchos amigos trans aparecen con barbas enormes y sus padres los siguen percibiendo como sus hijas", dice Mark.
Según Mark, la violencia física que sufren los transgénero es mayor a la que sufre el resto de la comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transgénero). "Es mucho más difícil escondernos. Suele pasar que nos preguntan si somos hombres o mujeres y si no nos creen, nos amenazan con bajarnos los pantalones", explica.
Una ley peligrosa
Las historias de Polina y Mark podrían ser las de muchas personas LGBT que viven en Rusia. Bajo un régimen conservador y con una Iglesia Ortodoxa que aún ejerce mucho poder, esta comunidad encuentra serios desafíos para ser aceptados por toda la sociedad.
De todos modos, en los últimos diez años, el movimiento LGBT hizo más visibles sus reclamos, los cuales tomaron mayor presencia en la discusión pública. Según Polina, esto fue positivo porque concientizó e informó a la sociedad sobre la situación LGBT. Pero, por otro lado, "provocó una mayor cantidad de reacciones homofóbicas. Antes, sin tanta información, cuando se veía a dos mujeres agarradas de la mano se pensaba que eran amigas o hermanas, pero ahora que se sabe que no lo son, genera más expresiones agresivas", explica.
Si bien la homosexualidad fue despenalizada en 1993, aún quedan muchas barreras por derribar. La principal es la "Anti-gay propaganda law (ley de la propaganda anti-gay)", una ley promulgada en 2013 que prohíbe que se emita propaganda sobre "relaciones sexuales no tradicionales" con la intención de proteger a los menores de edad.
Boris Dittrich, director del área de activismo de la ONG Humans Right Watch, opina que "no es una buena ley porque dificulta a las organizaciones LGBT hacer llegar sus mensajes al público".
La activista de Coming Out señala que esta ley provocó que las personas de esa comunidad se invisibilicen ya que no está claro a qué se considera propaganda de este tipo. "A partir de esta ley, salir por la ciudad con mi novia puede ser un problema en el caso de que nos crucemos con una madre paseando con su bebé". "Estas leyes poco claras y difíciles de aplicar están hechas para esparcir el miedo entre la gente", opina.
Otro efecto negativo de esta ley, según Polina, es que hizo creer a la opinión pública que los homosexuales son un peligro para los chicos. También "dio luz verde a más agresiones y violencia contra la comunidad LGBT", dice.
Como consecuencia de esta legislación, muchas páginas web que brindaban información sobre la homosexualidad, la identidad de género y otras temáticas relacionadas con el movimiento LGBT fueron bloquedas.
Dittrich cuenta que las personas de la comunidad gay son blanco de agresiones violentas en la calle y que la policía no hace nada para protegerlos. Aunque desde 2013 el nivel de violencia disminuyó, todavía estos abusos persisten. "Al salir de un boliche gay, uno puede ser atacado en plena calle. Dos hombres no pueden caminar de la mano en público porque puede generar agresiones", alerta.
Frente a la discriminación y el riesgo de exposición, las personas LGBT prefieren mantener en silencio su orientación sexual. "Muchos no ‘salen del closet’ por miedo a perder su trabajo o para no generar conflicto en su familia", explica Dittrich. Según este activista, las razones por las que esta comunidad es denostada tiene que ver, por un lado, con motivos religiosos y una Iglesia que no la apoya y, por otro lado, con mucha ignorancia por parte de la sociedad. "Como no hay tantas personas LGBT que hayan salido del closet, la mayoría de los rusos desconocen cómo son", afirma.
El conflicto con la comunidad LGBT en Rusia no se puso en pausa cuando comenzó el Mundial y los ojos de todo el mundo posaron sobre aquella nación gigante. El día de la inauguración del torneo fue arrestado un veterano activista británcio, Peter Tatchell, por manifestarse cerca de la Plaza Roja para llamar la atención sobre los abusos a los derechos humanos cometidos contra homosexuales en Chechenia. Gracias a que la embajada británica se puso en contacto con la policía, Tatchell fue liberado.
De todos modos, el 26 de junio tendrá que comparecer ante un tribunal, acusado de haber infringido una ley federal sobre la celebración de reuniones públicas y manifestaciones, así como un decreto presidencial especial que prohíbe las protestas durante el Mundial de Fútbol.
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