Seis gráficos que explican los 20 años de la guerra de Estados Unidos en Afganistán y sus consecuencias
Desde el desembarco de las tropas estadounidense en 2001 y el fin del régimen talibán, varios indicadores mejoraron, pero la crisis y la violencia fue la regla; temor por el futuro tras la toma del poder de los insurgentes
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Veinte años después de haber sido desplazados de Afganistán por Estados Unidos, los talibanes lograron recuperar el gobierno y, a pesar de que intentan mostrarse más moderados, todo indica que su desembarco profundizará la crisis que hace años sacude a los afganos.
Las escenas que se vieron en distintos puntos del país desde la toma del poder de los insurgentes el domingo pasado dan cuenta de ello. Desesperados por escapar del régimen islamista, miles de residentes de Afganistán colmaron el aeropuerto de Kabul, entregaron sus bebés a los ejércitos de Occidente e, incluso, se treparon a aviones militares en pleno despegue, enfrentándose a la muerte. Del país huyeron diplomáticos, miembros de organizaciones internacionales y el propio presidente, Ashraf Ghani, que buscó refugio en Emiratos Árabes.
El miedo se contagia entre aquellos que no lograron salir, en tanto crecen las denuncias por violencia, represión y asesinatos, no solo de mujeres –fuertemente privadas de su libertad–, sino de algunos hombres considerados “enemigos” por los talibanes. Tal fue el caso de Haji Mullah Achakzai, jefe de la policía de la provincia de Badghis (noroeste), ejecutado a tiros en la madrugada del viernes.
Si bien se desconoce cómo seguirá la situación en Afganistán, sí se puede repasar cómo se llegó hasta acá, como demuestran estos gráficos, elaborados por el Council on Foreign Relations de Estados Unidos.
Control talibán
Los talibanes gobernaron Afganistán desde 1996 hasta 2001, cuando el Ejército estadounidense invadió el país para desmantelar a la organización terrorista Al-Qaeda, responsable de orquestar los ataques del 11 de septiembre. Desde entonces, la guerra en ese territorio fue un tema incómodo para los presidentes estadounidenses, hasta que finalmente Joe Biden anunció en abril que la retirada de las tropas culminaría el próximo 31 de agosto.
Desde entonces, los talibanes comenzaron una avanzada que se aceleró de una manera sorprendente en las últimas semanas, hasta la toma de Kabul el domingo último. Se estima que el grupo islamista también negoció entregas con las fuerzas de seguridad afganas –teñidas por la corrupción– y se apoderó de puestos fronterizos críticos para expandirse y llegar hasta la capital.
Calidad de vida
La economía de Afganistán creció considerablemente en los primeros años de la presencia estadounidense, dado que los gobiernos extranjeros inyectaron dinero en el país.
Esto hizo que el Producto Bruto Interno (PBI) creciera, en promedio, un siete por ciento anual entre 2003 y 2019, y se ampliaran los accesos a servicios básicos, como agua potable y electricidad.
Sin embargo, en los últimos dos años, el crecimiento económico se estancó a la par de la disminución de la ayuda internacional y el avance talibán.
El propio Ghani declaró en 2020 que el 90 por ciento de los afganos vivían por debajo del umbral de pobreza. La situación se agrava por la distribución irregular de la riqueza y el amplio predominio de poblaciones rurales, en general, empobrecidas.
Ayuda internacional
Desde que comenzó la guerra en Afganistán, Estados Unidos y sus socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) han destinado miles de millones de dólares para impulsar la reconstrucción del país.
Para 2021, el gobierno de Ghani cubría el 75 por ciento de sus gastos públicos con subvenciones internacionales, según datos del Banco Mundial. La ayuda de Estados Unidos superaba los 5000 millones de dólares anuales en 2013, pero sufrió amplios recortes a partir del año siguiente, durante el segundo mandato de Barack Obama.
El ajuste impactó de lleno sobre las tasas de pobreza y desempleo, y analistas advierten que, con la llegada de los talibanes al poder, seguirán los recortes y empeorará la situación.
En paralelo, el Departamento de Defensa de Estados Unidos afirmó haber destinado 778.000 millones de dólares para los gastos militares en Afganistán, entre octubre de 2001 y septiembre de 2019.
Índice de muertes
Miles de civiles afganos perdieron la vida durante estos años de guerra crónica. La Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Afganistán (Unama) identificó al menos 111.000 víctimas civiles –entre muertos y heridos–, solo desde 2009.
Una investigación de la Universidad de Brown, de Estados Unidos, estimó además que el número de vidas perdidas entre el ejército y la policía superaba las 64.100, en el período comprendido entre 2001 y 2019.
Los talibanes y los grupos terroristas fueron responsables de muchas muertes y heridas, al ser el uso de explosivos uno de los factores de mayor incidencia en las bajas. Las fuerzas de seguridad afganas y las tropas extranjeras también son responsables, según la Unama, dado que cientos de civiles murieron por los ataques aéreos de estadounidenses y aliados.
¿Quiénes figuran entre los más vulnerados? Los menores. La ONU catalogó a la guerra de Afganistán como el conflicto más mortífero para los niños del mundo, en los últimos seis años.
El lugar de la mujer
El derrocamiento de los talibanes en 2001 fue un impulso para la ampliación de derechos de las mujeres y niñas afganas, fuertemente restringidos por la interpretación extrema de la sharia (ley islámica) de quienes hoy volvieron al poder.
Más del 80 por ciento de las niñas menores de 12 años lograron matricularse en la escuela primaria para 2018, según registros conjuntos de la Unesco y el Banco Mundial, un porcentaje que, en 2001, era igual a 0, dado que los talibanes prohibían y castigaban la educación para las mujeres.
El cambio también fue abrupto en lo que respecta a los estudios secundarios, que pasaron a completarse por alumnas mujeres de un 6% a un 40%, entre 2003 y 2018.
En el ámbito laboral, particularmente en el sector público, las cifras no lograron superar el 20%, porcentaje aproximado de ocupación femenina en cargos estatales, según el Banco Mundial.
El futuro profesional de las mujeres afganas se ve aun más comprometido tras la toma de control de los talibanes, quienes se amparan en la sharia para establecer normativas de género estrictas.
Durante los cinco años que gobernaron Afganistán, a las mujeres se les negó la educación y el empleo, se les exigió llevar burka –el atuendo que cubre la totalidad de la cara y el cuerpo– y se les prohibió salir a la calle sin un acompañante masculino; también se azotaron y lapidaron hasta la muerte, en público, a todas aquellas mujeres acusadas de adulterio.
Días atrás, volvió la violencia de género: se reportó el asesinato de una mujer en las calles de Taloqan, provincia de Takhar, presuntamente por no usar burka. También, la periodista Shabnam Dawran, del canal estatal de Afganistán, aseguró que las fuerzas insurgentes islámicas no la dejaron acceder a su lugar de trabajo y que, además, le advirtieron que no regresara.
Producción de opio
La mayor parte del opio del mundo sale de Afganistán, según la publicación del Council on Foreign Relations. La sustancia, que se extrae de la amapola y sirve para fabricar heroína, es un arma de doble filo para el país: su producción es el sustento de decenas de miles de afganos, al tiempo que contribuye a la inestabilidad interna y fomenta los conflictos propios del mercado del narcotráfico.
Las grandes ganancias que genera la producción de la heroína también resultan claves para el financiamiento de los talibanes y los grupos terroristas, como el Estado Islámico y Al-Qaeda.
En el año 2000, los talibanes anunciaron la prohibición del cultivo en busca de legitimidad internacional, y para este nuevo gobierno ya advirtieron que Afganistán dejará de ser un centro de cultivo, a pesar de que -detrás de ese discurso- el grupo es uno de los mayores beneficiarios de ese negocio.
Según una nota publicada por BBC News en 2019, Estados Unidos había gastado, para aquel entonces, alrededor de 1500 millones de dólares desde 2001 para luchar contra el opio en Afganistán.
Con información de agencias AFP y AP y BBC Mundo
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