Sealand, la micronación que desde una plataforma militar resiste a Gran Bretaña y a la pandemia del coronavirus
La micronación de 500 metros cuadrados que se independizó del gobierno británico hace 54 años tiene su propia Constitución, pasaporte, bandera y lema
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SEALAND (AFP).- A casi dos años del inicio de la pandemia por coronavirus, el principado de Sealand se mantiene invicto en lo que a los contagios respecta.
“No hemos tenido ningún caso de Covid-19. De momento, creo que somos uno de los únicos países del mundo que puede decir eso”, afirma Liam Bates, de 32 años, uno de los autoproclamados “príncipes” de la micronación, que, además de a la pandemia, resiste desde hace 54 años al gobierno británico, el cual no la reconoce independiente.
Instalada en una antigua plataforma militar de 500 metros cuadrados frente a las costas de Suffolk, al este de Inglaterra, esta antigua base antiaérea de la Segunda Guerra Mundial se proclamó como pequeña nación independiente en 1967.
Fue construida sobre dos torres huecas de hormigón para contrarrestar los ataques nazis, y debía ser demolida después de la guerra porque estaba fuera de las aguas británicas, en aguas internacionales. Pero esto nunca sucedió.
Viendo en ello una oportunidad, el abuelo del “príncipe” Liam, Roy Bates, un empresario que dirigía una emisora de radio pirata, se hizo del fuerte y declaró la independencia del Principado de Sealand, al cual le dio una bandera nacional, un lema en latín (“e mare libertas”, que significa “del mar, la libertad”), y le redactó una Constitución propia.
Pasaporte propio
Con su bandera negra, roja y blanca ondeando al viento, Sealand parece un refugio de piratas. Todo aquel que visite la plataforma debe acreditar un test de Covid-19 negativo. Accede con un cabrestante, agarrándose con fuerza a las cuerdas, mientras las olas se agitan bajo sus pies.
La primera formalidad: sellar los pasaportes.
A bordo, las herramientas, los botes de pintura y las latas de conservas se guardan cuidadosamente. Las plantas en maceta alegran la cocina y en los dormitorios se conservan libros como “Lejos del mundanal ruido” de Thomas Hardy.
En el interior de las torres de hormigón hay una capilla multiconfesional, un espacio de juegos con mesa de billar y material deportivo y una sala de reuniones.
Algunas de estas habitaciones están por debajo del nivel del mar y desde ellas se oye un chapoteo constante.
Liam Bates dirige las actividades del principado, mientras que su hermano mayor, James, se encarga, en tierra firme, del negocio familiar de pesca de berberechos.
Como tiene una novia estadounidense y un hermano mayor, Liam bromea diciendo que es una especie de “príncipe Enrique” de Sealand. Su padre, el “príncipe Miguel”, está “trabajando menos” a raíz de una operación, explica.
Venta de títulos nobiliarios
El principado de Sealand ha encontrado un filón comercial: vende títulos de nobleza en internet. Por 29,99 libras (40 dólares, 35 euros) uno puede convertirse en “señor de Sealand”. Para ser duque hay que pagar 499,99 libras (665 dólares, 590 euros).
Estos ingresos, señala Bates, son “suficientes para mantener a Sealand, por ahora”.
Entre las visitas de la familia, dos hombres asisten cada 15 días a la plataforma para trabajar en su mantenimiento. Se trata de Joe Hamill, de 58 años, y Michael Barrington, de 66.
Durante los confinamientos, Hamill se ofreció a pasar dos períodos de 11 semanas solo en alta mar. Al final, se dio cuenta de que su estado mental “se estaba deteriorando un poco”, según reconoce este londinense, que solía trabajar en el ámbito de los seguros.
“Era el aislamiento total”, dice.
Pese a todo, Sealand es ahora mucho más cómodo que al principio. Aerogeneradores y paneles solares han sustituido a los generadores diésel, uno de los cuales se incendió en 2012, causando grandes daños.
Apenas queda rastro de la Segunda Guerra Mundial, desde que unos empresarios estadounidenses intentaron instalar un centro de almacenamiento de datos en las torres.
Los servidores permanecen en una sala como testimonio de “nuestra historia nacional”, dice Liam Bates, que sigue viendo el sector digital como el futuro de Sealand y tiene planes de lanzar una criptomoneda sobre la que mantiene el misterio.
Golpe de Estado y ataques violentos
También hay una pequeña celda con una cama de hierro, que en su día albergó al único preso del principado. Fue en 1978, durante el “gran golpe de Estado” de Sealand.
Tras una discusión con Roy Bates, un empresario alemán envió mercenarios para asaltar la plataforma mientras este estaba fuera.
Roy Bates y su hijo Michael la recuperaron con una incursión en helicóptero al amanecer y liberaron a los mercenarios, pero retuvieron al abogado del empresario. Acusado de traición, fue finalmente liberado tras la intervención de un diplomático alemán.
Este no es el único episodio violento en la historia de Sealand: en 1967, la familia Bates repelió a un equipo de radio pirata con cócteles molotov.
Un año después, Roy y su hijo Michael fueron procesados tras disparar a los barcos que pasaban, pero el tribunal dictaminó que la plataforma no estaba bajo jurisdicción británica.
Y aunque desde 1987 Sealand se encuentra en aguas británicas, el Reino Unido no intenta recuperarla. ”Les gusta pretender que no existimos y simplemente esperan que un día hagamos las maletas y nos vayamos”, dice Liam. Pero “por supuesto, eso no ocurrirá”, remarca.
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