Se rompe una tradición: los capitanes que dejan que otros se hundan con el barco
Al igual que en el caso del crucero Costa Concordia, el capitán del barco surcoreano Sewol antepuso su vida a la de sus 447 pasajeros
NUEVA YORK.- Desde que el Titanic se hundió en su viaje inaugural, llevándose con él al capitán y a muchos pasajeros, la idea de que el capitán debe hundirse con su barco quedó inculcada en la cultura popular. Pero ahora, por segunda vez en apenas dos años, dos capitanes de mar -primero en Italia y ahora en Corea del Sur- son de los primeros en escapar del naufragio, anteponiendo su propia vida a la de sus aterrorizados pasajeros.
Una foto muy difundida de la reciente tragedia muestra al capitán recibiendo ayuda para abandonar la cubierta de su propio barco, el Sewol, por más que cientos de sus pasajeros hubiesen quedado abajo, atrapados por el agua y por la propia nave.
El capitán Lee Jun-seok tiene 69 años y su acción le valió el apodo de "demonio del Sewol" entre los blogueros de Corea del Sur. Y esa misma actitud también lo llevó a la cárcel.
Para los expertos marítimos, ese abandono es escandaloso: la violación de una orgullosa tradición internacional (también surcoreana) de servicio, aceptada tanto por los códigos de comportamiento como por la ley. "Ese tipo es una vergüenza para cualquiera que alguna vez haya estado al mando de un barco", dijo John Padgett, vicealmirante retirado de la marina norteamericana y ex capitán de submarinos.
Los mismos sentimientos manifiesta el capitán William Doherty, que comandó barcos mercantes y de la marina y dirigió las operaciones de seguridad de una importante línea de cruceros. Doherty calificó la decisión de Lee de abandonar a sus 447 pasajeros como "bochornosa" y la comparó con la deserción del crucero Costa Concordia frente a las costas italianas en 2012. "Si uno aceptó, o al menos dijo que aceptaba, hacerse responsable de 500 almas, después no puede ser el primero en subirse al bote salvavidas", dijo Doherty.
Los tribunales civiles de Estados Unidos consideran desde hace mucho tiempo que los capitanes tienen la obligación de proteger a sus pasajeros y a sus barcos, pero en los casos de Italia y Corea del Sur probablemente se evalúe la noción de responsabilidad penal en los desastres.
El capitán del barco italiano, Francesco Schettino, está siendo juzgado por homicidio, después de que el hundimiento de su barco dejó un saldo de más de 30 muertos.
Según los expertos, en la mayoría de los países, la ley no explicita que el capitán debe ser el último en abandonar un barco en problemas, lo que deja a los capitanes la libertad de abordar un bote salvavidas o un barco cercano para desde allí dirigir mejor la evacuación de su nave. La ley surcoreana, sin embargo, parece ser explícita, hecho que les permitió a las autoridades arrestar a Lee por abandono del barco y de personas en momentos críticos. Un tratado marítimo internacional conocido como Convenio Internacional para la Seguridad de la Vida Humana en el Mar, que se adoptó en 1914, tras el desastre del Titanic, hace al capitán responsable por la seguridad de su navío y de todos a bordo. Un versión posterior del tratado estipula que los pasajeros deben poder evacuar no más de 30 minutos después de activada la alarma general.
El Sewol tardó dos horas y media en hundirse, pero muchos sobrevivientes informaron que la tripulación indicó al pasaje que era más seguro quedarse quietos dentro del barco, condenándolos probablemente a la muerte. Las víctimas fatales del accidente llegan a 58, y 244 personas siguen desaparecidas.
Las reglas de la armada de Estados Unidos son más explícitas que las de la marina mercante. Dave Werner, vocero del Comando Naval de Historia y Patrimonio, dijo que las normas de la armada, que se remontan a 1814, exigen que el capitán permanezca a bordo de un barco en problemas todo el tiempo posible, para salvar todo lo que pueda.
Werner citó regulaciones vigentes que estipulan que "de ser necesario abandonar el barco, el oficial al mando debería ser la última persona en dejarlo".
La lista capitanes de barcos militares y comerciales que se negaron a abandonar la nave es muy larga.
El capitán del Titanic, E. J. Smith, probablemente fuera a demasiada velocidad cuando el gigante de acero se dio contra un iceberg, pero luego cosechó elogios por el modo en que ayudó a salvar más de 700 vidas. Smith insistió en que las mujeres y los chicos fuesen evacuados primero, y se quedó en el puente mientras la nave se hundía.
Cuando el Andrea Doria chocó con otra nave frente a las costas de Nantucket, en 1956, su capitán, Piero Calamai, rogó quedarse solo en el barco para intentar salvarlo, luego de la evacuación de todos los pasajeros. Sólo consintió en abandonarlo cuando otros oficiales también se negaron a bajarse si él no lo hacía.
Cuando el primer submarino espía de la armada durante la Guerra Fría, el Cochino, se prendió fuego y estuvo a punto de hundirse en el Mar de Barents, cerca de Rusia, en 1949, su capitán, el comandante Rafael C. Benitez, se negó a abandonar el submarino emergido incluso después de que todos sus hombres ya habían cruzado la planchuela que los unía endeblemente a otro barco, en medio de un mar embravecido.
Y a veces los héroes son los propios pasajeros. En 1991, un crucero de bandera griega de 150 metros de eslora llamado Océanos se inundó frente a las costas sudafricanas tras una explosión de sus motores. En lugar de evacuar a las 571 personas a bordo, el capitán y la tripulación se fueron, para luego afirmar que habían ido a buscar ayuda. Según las noticias de la época, fueron los artistas contratados para entretener a los pasajeros y el director del crucero quienes coordinaron los trabajos de rescate.
El Sewol tiene sus propios héroes. El adolescente Park Ho-jin, de 16 años, encontró a una chica de seis años sola y mojada en uno de los flancos del barco mientras éste se deslizaba hacia el agua. Allí la había dejado su hermano mayor, que había vuelto a ingresar al barco para buscar a la madre de ambos. Park tomó a la chica en sus brazos y se la llevó a los rescatistas, que habían acercado un bote al flanco de la nave. Park pudo subir más tarde a otro de los botes de rescate.
Traducción de Jaime Arrambide
C. Drew y Jad Mouawad