Se reabre en Nicaragua un diálogo nacional lleno de cautela
En silencio, casi sin querer llamar la atención, en momentos en que todas las miradas se posan sobre Venezuela,Nicaragua volvió a reabrir esta semana el tan esperado diálogo nacional. Eso sí: nadie quiere mover una ficha de más. Ni la comunidad internacional ni mucho menos los negociadores de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia. Porque, aunque se diga en voz baja, el miedo está y se plantea el siguiente interrogante: ¿y si se trata de otra jugada del orteguismo?
Después de diez meses de una violenta crisis sociopolítica que hundió al país, provocó la muerte de más de 325 personas, la detención de por lo menos 700 presos políticos y el exilio de miles de nicaragüenses, el hermetismo con el que se maneja la situación no es casual, y tampoco la desconfianza que provoca el accionar del presidente Daniel Ortega. Muchos menos si se tiene en cuenta el fracaso del diálogo anterior, en mayo de 2018, que terminó de forma abrupta, y al que le siguió una catarata de hechos violentos. El fantasma siempre está.
Si hay algo que caracteriza esta crisis es la inusitada rapidez con la que se gestó y los manejos o desmanejos de Daniel Ortega y su mujer, la vicepresidenta Rosario Murillo, que hicieron recrudecer una situación que se ha llegado a comparar -salvando las distancias- con la que atraviesa Venezuela. Además de mantener un estrecho vínculo comercial, a Ortega y a Maduro el espejo les devuelve una imagen similar.
En el caso de Nicaragua, el retrato es el de una nación sin división de poderes. Una Justicia completamente desdibujada que "funciona" a gusto y semejanza del Ejecutivo, al igual que las fuerzas policiales y paramilitares, que se jactaron en un principio de ser independientes para luego demostrar que respondían a la pareja presidencial. Sin embargo, ante la amenaza, Ortega busca ahora otro reflejo o alguna salida. Después de todo, su país no tiene petróleo, y eso le da menos margen de tiempo que a Maduro.
Según información a la que accedió LA NACION, más allá del peso de la crisis en Venezuela, son varios los factores por los cuales Daniel Ortega dio "el brazo a torcer". Por un lado, está la presión que ejerce la Unión Europea (UE) con la amenaza de sanciones, y por el otro, la actuación de Estados Unidos, que ya decretó una serie de punitorios económicos, como la Nica Act.
Uno de los puntos que también preocupan a futuro es la recesión económica que atraviesa Nicaragua. Y, por supuesto, el número de víctimas y presos políticos que mantiene en alerta a la comunidad internacional. "A Ortega le conviene llegar a un entendimiento antes de la salida de Maduro", sostiene una fuente allegada a la mesa de diálogo.
"¿A dónde se los llevan?", preguntó a coro un grupo de familiares que estaban de visita en el servicio penitenciario La Modelo, al ver que salían del lugar colectivos llenos de presos políticos. Después se sabría que se trataba de un grupo de más de 100 detenidos que abandonaron la cárcel en condiciones confusas y poca claras en cuanto a lo jurídico. Aunque no hubo respuesta del otro lado -como ya es habitual-, cada madre empezó a rogar que a horas de comenzar el diálogo nacional le tocara el turno a su hijo. Sin importar que la liberación no sea más que otra demostración de que es el gobierno quien domina el sistema judicial.
Por el momento, las negociaciones se encuentran en primera instancia estancadas. "Se trata del proceso de aprobación de una especie de hoja de ruta que establece las reglas del juego", explica José Pallais, miembro titular de la Alianza Cívica. Al parecer, se busca diagramar primero las cuestiones formales para luego establecer el verdadero diálogo, el que tratará las cuestiones de fondo: elecciones anticipadas y la liberación de los presos políticos.
Después, el objetivo será establecer un modelo de Justicia transicional, conformado por una verdadera comisión de la verdad, tribunales propuestos por la comunidad internacional, en el que se buscará la reparación de las víctimas. Sin embargo, esta semana la mesa de diálogo deberá ponerse de acuerdo sobre quiénes serán los garantes del acuerdo y la participación de la Iglesia Católica y la comunidad internacional.
Recién iniciado el diálogo, la aprobación de estos dos puntos parece determinante para el futuro de Nicaragua. También explica la cautela y el hermetismo de muchos. "Nada está acordado mientras todo no esté aprobado", dice Pallais en voz alta.
Una negociación difícil
Daniel Ortega, presidente nicaragüense
Contra las cuerdas
Presionado por la UE y EE.UU., sin el petróleo de Venezuela, el líder sandinista terminó dando el brazo a torcer.
La agenda
En esta primera instancia se busca establecer una hoja de ruta para luego tratar el diálogo de fondo: elecciones anticipadas y liberación de presos políticos.
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