Se extienden las protestas contra Israel en los campus universitarios y crece el temor de los alumnos judíos
La crisis que envolvió a Columbia, una de las más prestigiosas de Estados Unidos, capturó la atención del país y el mundo, dejó al descubierto una vez más la enorme grieta creada por la guerra entre Israel y Hamas y se contagió a otras universidades de la nación
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WASHINGTON.- Esta vez, la nueva escalada de violencia y tensión por la guerra en la Franja de Gaza explotó lejos de Medio Oriente, en pleno Manhattan. Las protestas en las universidades de Estados Unidos encontraron su último epicentro en la Universidad de Columbia, que quedó paralizada, forzada a dar clases virtuales como si la pandemia hubiera vuelto, jaqueada y conmocionada, en busca de una salida a una erupción de furia entre los jóvenes que montaron un campamento en pleno campus para respaldar a los palestinos en contra de la ofensiva de Israel en Gaza –y, en casos extremos, celebrar a Hamas–, y la comunidad judía y el arco político, que salieron a sofocar lo que consideraron ampliamente como un nuevo brote de antisemitismo en Estados Unidos.
La crisis que envolvió a Columbia, una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos y unas de las ocho integrantes de la “Liga de la Hiedra”, capturó la atención del país y el mundo, dejó al descubierto una vez más la enorme grieta creada por la guerra entre Israel y Hamas, se contagió a otras universidades y desató una reacción política en cadena que llegó a la Casa Blanca y llevó al presidente, Joe Biden, a reiterar que el antisemitismo “no tiene absolutamente ningún lugar en los campus universitarios, o en cualquier parte en nuestro país”.
La crisis escaló con la decisión de Columbia de llamar a la policía para desalojar a los estudiantes que montaron un campamento en el campus la semana pasada para protestar contra Israel, una orden que derivó en más de 100 arrestos. La movida solo inflamó aún más a los manifestantes, que denunciaron una represión y el uso del antisemitismo como un “arma” para silenciar sus reclamos contra la guerra en Gaza, y, en última instancia, la política de Israel para los palestinos. Este lunes, los campamentos ya se habían reproducido en la Universidad de Nueva York, el MIT, Yale, en la Universidad Vanderbilt, la Universidad de Michigan y la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, entre otras casas de estudio. En Yale, la policía arrestó 47 manifestantes, informó la universidad. “¡Arriba, arriba con la liberación! ¡Abajo, abajo con la ocupación!”, cantaban protestantes mientras los estudiantes eran subidos a un autobús policial.
En Columbia, epicentro de la crisis, el “Campamento en Solidaridad con Gaza” cumplió su sexto día en el centro del campus, un espacio que entrelaza la innovación con jardines bien cuidados y edificios históricos diseñados con el legado arquitectónico de la antigua Grecia y Roma, ubicado en Morningside Heights, un barrio pegado a Harlem, en el norte de Manhattan.
La protesta ofrece varias demandas, entre ellas, desinvertir en Israel –Columbia tiene uno de los fondos institucionales más grandes del país–, exigir que Columbia rompa lazos con universidades israelíes, y un alto al fuego “permanente e inmediato” para frenar la ofensiva israelí en Gaza, que ya ha dejado más de 30.000 víctimas entre los palestinos, cerca de la mitad, niños, un brutal saldo que desató denuncias de genocidio en contra de Israel, y ha provocado multitudinarias críticas contra el gobierno de Benjamin Netanyahu, incluso en Israel. Al igual que en otras protestas antiisraelíes, no se vieron condenas a Hamas por el ataque a Israel del 7 de octubre. Y hubo decenas de episodios grabados y publicados en redes sociales de acoso a judíos –”¡Vuelvan a Polonia!”, le gritaron a estudiantes judíos que llevaban banderas de Israel, en medio de insultos y gritos– , o de cantos de respaldo a Hamas, o llamados a la desaparición de Israel, con manifestantes con sus caras cubiertas con la tradicional bufanda keffiyeh.
El presidente de la Liga Antidifamación (ADL, según sus siglas en inglés), fue al campus y denunció en un hilo en X: “No se equivoquen: estas “protestas” no tienen nada que ver con la autodeterminación de los palestinos. Se trata de sanear a Hamas y fomentar el terrorismo, aquí y ahora, en la ciudad de Nueva York. Debería ser inaceptable”.
El rabino ortodoxo de Columbia, Elie Buechler, envió un mensaje por WhatsApp antes del inicio de Pesaj recomendando a los estudiantes que regresen a sus casas “tan pronto como sea posible y permanezcan en sus casas hasta que la realidad en el campus haya mejorado dramáticamente”.
Tras varios días de agitadas protestas por la guerra en Medio Oriente que terminaron con cientos de detenidos y en medio de preocupaciones por la seguridad de los estudiantes judíos, Columbia resolvió dar clases de forma remota para bajar la temperatura, y darle la oportunidad a un grupo de trabajo a buscar una salida a la crisis.
“El decibel de nuestros desacuerdos no ha hecho más que aumentar en los últimos días. Estas tensiones han sido explotadas y amplificadas por personas que no están afiliadas a Columbia, y que han venido al campus para perseguir sus propias agendas”, escribió la presidenta de la institución, Minouche Shafik. “Necesitamos un reseteo”, agregó.
Shafik y el resto de los líderes en otras universidades quedaron bajo una enorme presión entre la espada y la pared con la tarea de encontrar una salida al aparente conflicto entre el derecho a la libertad de expresión de los estudiantes y los miembros de las universidades, la seguridad en los campus, y el combate al discurso de odio, incluido el antisemitismo. Shafik creó un grupo de trabajo para “identificar acciones que podemos tomar como comunidad para permitirnos completar pacíficamente las clases, y volver a un involucramiento respetuoso entre nosotros”, escribió.
En Washington, la congresista republicana Elise Stefanik, la voz de los conservadores contra las manifestaciones en los campus, denunciaba un estado de “anarquía”, y pedía “dar vuelta la página” y la renuncia de Shafik para restaurar el orden. En Columbia, el campamento seguía instalado en los jardines del campus, sin intenciones de levantarse.
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