Se estrecha el cerco sobre Liz Truss: entre críticas, renunció una ministra clave
Ante el Parlamento, la premier insistió en que no tiene pensado dimitir, tras el fracaso de su plan económico; después, la titular de Interior, Suella Braverman, dejó su cargo con una lapidaria carta
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PARÍS.– El cielo no deja de oscurecerse sobre la primera ministra británica, Liz Truss. Dos días después de que su flamante ministro de Finanzas, Jeremy Hunt, desmantelara la totalidad de su programa económico, este miércoles fue la responsable de la cartera de Interior, Suella Braverman, quien dejó el gabinete al expresar “graves inquietudes” sobre la política del gobierno.
Braverman renunció después de haber usado una dirección de e-mail personal para enviar un documento oficial, violando el código ministerial. La ministra, que reconoció haber cometido “un error”, fue remplazada de inmediato por el exministro de Transportes Grant Shapps.
La decisión de nombrarlo fue interpretada en Londres como una señal de apertura, ya que el funcionario, de 54 años, apoyó públicamente al rival de Truss, el exministro de Finanzas Rishi Sunak, durante la campaña para remplazar a Boris Johnson en Downing Street. Este es el segundo nombramiento de figuras del Partido Conservador que apoyaron a Sunak durante esa competición. El primero fue Hunt, que en apenas una semana parece haberse convertido en la figura central del equipo de Truss.
En su misiva de renuncia, Braverman expresó sus “graves inquietudes” ante la política del gobierno que, a su juicio, renuncia a sus promesas, sobre todo en la cuestión migratoria. Su partida, que no parece motivada por una eventual rebelión en el seno del gabinete como la que había empujado a Johnson a dejar su puesto, cae en el peor momento: cuando Truss intenta desesperadamente recuperar el control después de que, el lunes, Hunt hiciera desaparecer de un plumazo todas las reducciones de impuestos que ella había prometido durante la campaña.
Pero como la flema es lo que caracteriza a los británicos, Truss pareció haber olvidado los contratiempos, al mostrarse extremadamente combativa durante su aparición semanal en Westminster, para responder a las preguntas de la cámara de los Comunes. Cita considerada un test esencial para demostrar su capacidad a reaccionar, la primera ministra defendió su política con ahínco, frente a los abucheos y los llamados a la dimisión de la oposición laborista.
“Soy una luchadora. No soy alguien que abandone”, repitió una y otra vez. Pero su situación es extremadamente frágil y la oposición lo aprovecha.
“¿Para qué sirve una primera ministra que no es capaz de mantener sus promesas ni siquiera una semana?”, lanzó Keir Starmer, el líder de la oposición laborista, al enumerar todas las medidas que Truss tuvo que abandonar.
Fin de la franja de impuesto al ingreso a 45%, reducción fiscal para las sociedades, congelamiento de los precios de la energía durante dos años, exención impositiva para los turistas extranjeros…
“Incluso su supuesto mejor amigo, el ministro de Finanzas [Kwasi Kwarteng] tuvo que partir. Entonces, ¿por qué ella sigue aquí?”, ironizó Starmer.
El jefe del laborismo es consciente de que el Partido Conservador se encuentra en una suerte de callejón sin salida: incapaz de remplazar a Truss mediante un nuevo proceso de elección interna que los británicos no aceptarían, y tampoco de llamar a elecciones adelantadas, que perdería con toda seguridad.
Ventaja
Según un sondeo YouGov para el diario Times publicado hace tres semanas, el laborismo obtiene 54% de intenciones de voto (+9 puntos), contra apenas 21% para los tories (-7). Según el diario, se trata de la ventaja y del resultado más importantes que haya logrado un partido desde fines de los años 90.
La crisis que atraviesa el gobierno conservador se remonta a la presentación, el 23 de septiembre, del llamado “minipresupuesto” del entonces ministro de Finanzas y gran amigo de Truss, Kwasi Kwarteng, que encendió todos los temores a un brutal derrape presupuestario. La libra esterlina cayó a su nivel histórico más bajo y las tasas de interés a largo plazo del Estado se dispararon por las nubes. El Banco de Inglaterra tuvo que intervenir para impedir que la situación provocara una crisis financiera.
Para calmar la tempestad económica y política, Truss tuvo que nombrar el viernes pasado a Hunt en Finanzas, encargado de rectificar su programa económico y tranquilizar los mercados sobre la seriedad presupuestaria del gobierno. Pero esa decisión colocó a la primera ministra en una situación difícil de sostener.
Después de que el lunes anunciara la anulación de todas las reducciones fiscales prometidas por su jefa, Hunt aparece ahora como el verdadero factótum del equipo gubernamental, en desmedro de la primera ministra. El ministro también advirtió que habrá que “hacer economías en los gastos públicos”, dejando planear la posibilidad de un retorno a la austeridad, como sucedió después de la crisis financiera de 2008.
Después de que la inflación alcanzó en septiembre el 10,1% –récord en 40 años (ver aparte)–, Truss intentó desmentir los rumores de que, incluso, no logrará aumentar las jubilaciones al nivel de la inflación, como había prometido.
Según un sondeo de YouGov, solo un británico de cada diez tiene una opinión favorable sobre Liz Truss. Uno de cada cinco cuando se trata de los electores el Partido Conservador, mientras 55% de los miembros de su partido estiman que Truss debería renunciar, contra 38% que quisieran que no lo haga.
Seis diputados tories ya exhortaron a Truss públicamente a dejar su puesto. Sin embargo, ante la ausencia de sucesor evidente, los conservadores se muestran reticentes a lanzarse en un nuevo y largo proceso de designación de un nuevo líder. Desde hace días intentan sin éxito lograr consenso en torno de un nombre, conscientes de que, en la actual situación del país, los 67 millones de británicos no soportarían una nueva elección interna cuyo vencedor representaría a menos de 200.000 personas. Es decir, el número de militantes conservadores que votó para elegir a Truss.
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