Satisfacer las enormes expectativas creadas, el desafío para este año
NUEVA YORK.- El papa Francisco celebró ayer el primer año de su pontificado habiéndose convertido en una persona tan aclamada en todo el mundo, que hace poco se sintió obligado a desinflar su aura de superhombre. Ya es estrella de las tapas de las revistas y de las redes sociales, y fue elogiado por su personalidad abierta y desprejuiciada, su acercamiento a los pobres y determinación para reformar la anquilosada burocracia vaticana.
Es muy probable que su segundo año, sin embargo, sea más problemático, en parte debido a su propio éxito inicial, pues Francisco generó la expectativa de que es capaz de producir un cambio de gran envergadura en la Iglesia , aun cuando las opiniones difieren respecto de cuáles son los cambios que hacen falta y cuáles los que el Papa apoya.
Francisco se convirtió en una de las personalidades más reconocidas y populares del mundo, pero sus declaraciones públicas suelen ser deliberadamente ambiguas, ya que se cuida mucho de no quedar pegado a cuestiones ideológicamente problemáticas.
"Lo que está intentando hacer en realidad es cambiar la cultura de la Iglesia", dijo el padre Thomas J. Reese, analista del National Catholic Reporter. "Para reformar una institución como la Iglesia Católica, no basta con intercambiar los nombres dentro de un organigrama."
La agenda de la Iglesia para este año está signada por el tema de la familia, que incluye problemas sociales que alejaron a muchos fieles en Estados Unidos y en Europa: el trato que merecen los católicos divorciados y vueltos a casar, la posición de la Iglesia respecto de la homosexualidad y el matrimonio del mismo sexo, el aborto, la anticoncepción y muchos más.
Se trata de una lista altamente politizada, y Francisco alentó el debate y la discusión, en vez de buscar acallarla, mientras la Iglesia se prepara para dos grandes encuentros, llamados sínodos, el primero de los cuales está previsto para octubre.
Sin embargo, en una Iglesia con 1200 millones de seguidores en todo el mundo, Francisco enfrenta el colosal desafío de intentar reconciliar las divisiones y construir consensos en torno a los cambios que puedan venir. En febrero, la emisora hispanohablante Univisión divulgó una encuesta a 12.038 católicos de 12 países que reveló tajantes diferencias geográficas. Cuando se les preguntó si un católico divorciado y vuelto a casar fuera de la Iglesia está viviendo en pecado, el 75% de los católicos encuestados en África respondieron afirmativamente. Por el contrario, el 75% de los encuestados en Europa respondió que no.
Esa división tajante también se repite en otro tema sensible: desde hace años, la asistencia a misa viene cayendo sistemáticamente en Europa y Estados Unidos, mientras que sigue en alza en África y Asia, donde la encuesta de Univisión también mostró otras respuestas conservadoras a diferentes preguntas.
Aun así, el tema de si a los católicos divorciados y vueltos a casar se les debe seguir negando la eucaristía parece ser uno de los puntos en los que, según muchos analistas, Francisco tal vez busque un cambio. Muchos observadores destacan la elección por parte de Francisco del cardenal Walter Kasper, conocido por su postura liberal sobre cuestiones sociales, como orador principal en la reunión de cardenales del mes pasado en el Vaticano. Kasper habló sobre el tema de la familia y también señaló la necesidad de ocuparse de las necesidades de los católicos divorciados y vueltos a casar.
En una entrevista, Kasper dijo que Francisco le propuso ser orador del encuentro en diciembre pasado. Según comentó, le dijo al Papa en un encuentro posterior que él quería enfocar su disertación sobre la importancia de fortalecer y alentar el matrimonio, pero que también quería sacar el tema de los católicos divorciados y la comunión, y que le preocupaba que abogar por un cambio pudiera ofender a algunos cardenales. Francisco le sugirió entonces que planteara el tema como una pregunta, en lugar de como una propuesta. "Así que planteé la pregunta de modo tal de dar una orientación y una solución", dijo Kasper.
Francisco es el primer papa no europeo en siglos, y ya de por sí, su elección significó un cambio mayúsculo en una Iglesia dominada por los europeos, especialmente italianos. La primera camada de cardenales creados por Francisco provenía mayoritariamente de países pobres o no occidentales. Y como una señal de la creciente importancia de Asia, en agosto Francisco visitará Corea del Sur, tras su viaje a Tierra Santa en mayo.
Ésa es la gran base de la que Francisco es símbolo y que él espera ampliar aún más, por más que muchos tengan la ferviente esperanza de que, de algún modo, logre consenso para cambiar algunas cuestiones en materia social.
Como primer papa jesuita, Francisco siguió la tradición jesuítica de hacer consultas extensivas antes de tomar ninguna decisión, alentando la discusión abierta sobre temas espinosos. Pero, al final, será él quien tenga la última palabra. "El Papa consulta y escucha a todo el mundo sobre todos los problemas", dijo Guzmán Carriquiry Lecour, que conoce al Papa desde hace décadas y es actual secretario de la Pontificia Comisión para América latina, en una entrevista en diciembre. "Francisco quiere hacer consultas amplias, aquí en Roma y en todas partes. Pero será él quien decida", recordó.
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