“Salió perfecto”: muchos están mintiendo para ser vacunados, y sus amistades se resienten
Al completar el formulario, hay ciudadanos en Estados Unidos que inventan enfermedades para adelantarse al turno correspondiente, lo que genera situaciones incómodas con sus círculos íntimos
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WASHINGTON.- No bien hizo clic sobre el link, Kristin Thornburg supo que algo andaba mal. Fue a principios de este mes. Kristin tiene 31 años, y a través de mensajes de texto, venían pergeñando con una amiga la manera de conseguir dosis sobrantes de la vacuna contra el coronavirus. Técnicamente, ni ella ni su amiga eran todavía elegibles para ser vacunadas en el área de la Bahía de San Francisco, pero a Kristin se le había ocurrido que la mejor chance que tenían eran los sobrantes de vacuna que terminan en la basura. Idealmente, pensó Kristin, los anotarían en una lista y los llamarían si algún vacunatorio o farmacia local tenía dosis no utilizadas, de personas que estaban citadas pero que no habían concurrido a vacunarse.
Su amiga le envió el link de una página un poco rara. Le dijo que se había registrado ahí, y que un conocido de ella había ligado la vacuna por esa vía. Le sugirió que se anotara.
Pero resulta que no era simplemente una vía para acceder a dosis sobrantes. “Primero pensé que mi amiga se había equivocado, porque era claramente una página para pedir turno para vacunarse”, cuenta Kristin, que es gerenta de negocios de una startup. Después de consignar su nombre, el formulario le pedía que dijera si tenía alguna profesión o enfermedad previa que la calificara para recibir la vacuna.
Kristin le preguntó a su amiga si no había algún error. Su amiga contestó con evasivas, y cuando Kristin la presionó para que le diera detalles de lo que había contestado en el formulario, su amiga le contestó con el emoji de encogerse de hombros y la siguiente frase: “No sé qué puse, me anoté para ver qué pasa.”
Una semana después, su amiga le volvió a escribir, súper contenta, para anunciarle que le habían dado la primera dosis. “Salió perfecto, ni siquiera me preguntaron a qué me dedico.”
Consternación y sorpresa
Kristin se quedó consternada. “Me sorprendí de lo inmediata y negativa que fue mi reacción”, dice la joven. “Cuando alguien muy cercano hace algo que una jamás haría y que siente que está muy, pero muy mal, en este momento de vida o muerte como una pandemia, se vive casi como una traición.”
Kristin también se preguntaba si sería la única en sentirlo como una ofensa personal. ¿Tan grave era? “Fui derecho a buscar en Google.”
Y no era la única. Hacía un mes que los usuarios de Twitter estaban furiosos con sus amigos y familiares que mentían para conseguir la codiciada vacuna: “Acá estoy, tratando de decidir si con mi cardiopatía alcanza: mi mejor amiga acaba de mentir sobre su embarazo para que la vacunen”, escribió alguien. “Una amiga sana de apenas 30 años acaba de decirme que mintió y fingió una enfermedad que no tiene para vacunarse antes. La verdad que no sé qué pensar”, escribió otro usuario. En un segmento del programa “The Daily Show” del 18 de marzo, Trevor Noah se refirió a la vacuna como “esa cosa que seguramente tus amigos mintieron para conseguir”.
Hasta las autoridades sanitarias reconocen que el sistema actual es fácil de trampear. El gobernador de California, el demócrata Gavin Newsom, admitió hace poco que el control de esos abusos era casi impracticable.
La normativa es lo suficientemente clara: para que cientos de millones de personas reciban de manera eficiente la vacuna salvadora, cada cual debe esperar su turno. Pero mientras esperan, muchos norteamericanos ven que otros compatriotas se aprovechan del sistema a la vista de todos. Y si bien parte de la turbiedad moral de este momento responde a la desigual y por momentos azarosa campaña de inoculación en gran parte del país, la verdad es que algunos jamás volverán a ver con los mismos ojos a sus amigos y parientes que se colaron en la fila.
Es un sistema imperfecto, y cada vez que alguien pone el brazo para recibir su dosis, todos nos acercamos a la inmunidad de rebaño y todos salimos ganando, puede argumentarse desde un lado. Pero cada vez que alguien saca ventaja y se cuela en la fila, hay alguien que la necesita más que no recibe dosis, dice el argumento contrario, y eso es particularmente doloroso cuando quien la necesita es nuestro ser querido.
Cuando se enteró que su amiga se había vacunada, Kristin pensó en su mamá, sobreviviente de cáncer y con un sistema inmunológico debilitado, que sin embargo todavía no era elegible para la vacuna. “Hace más de un año que mi mamá no pisa siquiera el almacén”, dice Kristin.
Jakub es un estudiante universitario de 19 años que asiste a clases virtuales desde su hogar en Schaumburg, Illinois. El joven tuvo una reacción similar a la de Kristin al ver que dos de sus amigos del barrio, también universitarios, alardeaban por Snapchat con sus certificados de vacunación. Jakub prefiere no revelar su apellido para hablar libremente de su familia y amigos, les preguntó cómo habían hecho para vacunarse antes que su novia, que tiene asma, o que su padre, que es paciente cardíaco.
Sus amigos le contestaron que no tenían ninguna enfermedad prexistente: simplemente había dicho que eran fumadores, condición suficiente para acceder a la vacuna en el estado de Illinois.
Desde entonces, Jakub no ha vuelto a hablar con ellos. “Les clavo el visto.”
La culpa de esas decepciones personales debe atribuirse, al menos en parte, al sistema de distribución de la vacuna, dice Carmel Shachar, director ejecutivo del Centro Petrie-Flom de Política Sanitaria, Biotecnología y Bioética de la Escuela de Leyes de Harvard.
“Deberían avergonzarse”
Por supuesto que las personas perfectamente sanas que mienten en los formularios de inscripción “deberían avergonzarse”, dice Shachar, “ya que en definitiva, el sistema de priorización es bienintencionado y cumple una función crucial: detectar e inmunizar a las personas muy vulnerables”.
Pero Shachar dice entender y empatizar con quienes sienten la tentación de fingir un problema de salud o utilizar un domicilio viejo para acceder a la vacuna, especialmente porque en cada región parece regir un criterio diferente. “Cuanto más fino el detalle de la priorización de categorías y de ciertas profesiones sí y otras no, más chances de que alguien sienta que esperar no tiene sentido y que el sistema no lo toma en cuenta”, dice Shachar.
Los choques éticos entre norteamericanos sobre quién recibe la vacuna en marzo y quién en mayo parece una nimiedad y una mezquindad si se piensa que en muchos países la gente no recibirá la vacuna hasta 2022. Pero esos cruces generan disrupciones.
Kristin, por ejemplo, no sabe cuándo volverán a interactuar con su amiga con normalidad. Lo que sí sabe es que no está dispuesta a retomar esos intercambios livianos cotidianos, llenos de emoticones y de emojis. “Estoy muy decepcionada.”
Por otro lado, Kristin sabe que dentro de muy poco, el recuerdo de esa vez que se peleó con una amiga por colarse en la fila de la vacunación será algo vago y lejano, como algo salido de una cápsula del tiempo. Dentro de seis meses, “cuando todos los que conozco estén vacunados y no esté todo el tiempo pensando en eso, esto va a quedar atrás y seguiremos siendo amigas”, concluye Kristin.
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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