Rutte, el "frugal" premier holandés que pone freno a la reactivación de la UE en la pospandemia
PARÍS.– Por tercer día consecutivo, los líderes de la Unión Europea (UE) seguían anoche reunidos en una maratónica cumbre en Bruselas tratando de hallar una respuesta común al plan de reactivación de 750.000 millones de euros y a las modalidades de su utilización.
La reunión, que comenzó el viernes por la mañana dejó al descubierto lo que todos temían, las profundas diferencias que existen entre los países del norte y el sur, el este y el oeste del bloque, sobre el monto final y las condiciones de utilización de ese masivo proyecto de préstamos y subvenciones, destinado a revitalizar la economía europea después de meses de parálisis provocada por el coronavirus.
El proyecto enfrenta al grupo de países del norte contra aquellos del sur que deberían recibir gran parte de los fondos, después de haber sido particularmente golpeados por la pandemia, como Italia y España. Pero los obstáculos también provienen del Este, donde países como Hungría o Polonia se niegan aceptar la obligación de respetar cláusulas ecológicas o el respeto de todas las reglas de un Estad de derecho para beneficiarse con la ayuda.
Porque se ha transformado desde hace semanas en el dolor de cabeza de Angela Merkel y Emmanuel Macron, paralizando el plan de reactivación europeo al punto de convertirse en el "Mister no, no, no" de la Unión Europea (UE), vale la pena detenerse en Mark Rutte.
Primer ministro de Holanda desde hace diez años, a los 52 años, Rutte cultiva la sobriedad al extremo en un país de cultura protestante, donde nadie soporta lo que brilla y todo el mundo tiene la obligación ser "normal".
En ese registro, "Mark" -como lo llaman todos- ha ido más lejos que la mayoría. No tiene auto de función, ni chofer, ni guardaespaldas. En La Haya, el primer ministro se desplaza en bicicleta. Y cuando el clima no se lo permite, usa su viejo Saab, estacionado cerca de su pequeño departamento para llegar a su oficina, sobria y desangelada.
Cortés y bien educado, ese solterón empedernido, atractivo y esbelto, hace la cola como todo el mundo cuando quiere tomar un café. Atento al dinero público, paga siempre lo que consume.
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Cortés y bien educado, ese solterón empedernido, atractivo y esbelto, hace la cola como todo el mundo cuando quiere tomar un café. Atento al dinero público, paga siempre lo que consume.
"Dicen que es ‘frugal’. Es falso. Mark es un hombre modesto", resume su amigo, el holandés Ben Verwaayen, ex director general de Alcatel Lucent. "Los frugales", justamente, es el nombre adoptado por el grupo de países recalcitrantes que lidera Rutte en el seno de la UE (Holanda, Suecia, Dinamarca y Austria) que se niegan a "mutualizar" la deuda provocada por la pandemia de coronavirus y -según ellos- pagar de su bolsillo lo gastos de los países del sur del bloque.
Desacuerdos por el plan de reactivación
Modesto y poco inclinado hacia los bienes materiales, Rutte también es terriblemente difícil de controlar en la escena europea. A pesar de ser un pro-europeo convencido y miembro de la misma familia política de Emmanuel Macron, el presidente francés no conseguía hasta anoche hacerle entender razones sobre la importancia del plan de reactivación para la zona euro. Y en momentos en que la crisis sanitaria exige una respuesta económica fuerte y rápida, Rutte sigue bloqueando ese acuerdo que permitiría obtener centenares de miles de millones de euros de medidas de urgencia para hacer frente al paso del Covid-19, que provocó incluso la muerte de su madre.
Desde hace semanas, los líderes europeos se turnan en La Haya para negociar con él un compromiso sobre ese plan de reactivación. Emmanuel Macron, Giuseppe Conte, Pedro Sánchez, Antonio Costa… todos fueron a verlo. El objetivo es serio: 750.000 millones de euros, de los cuales 500.000 serían utilizados en subvenciones.
El problema para Rutte es que esos "regalos" irán sobre todo a los países del sur del bloque, que los holandeses juzgan perezosos y dispendiosos. Aun cuando Holanda se beneficie ampliamente del mercado común y no tenga ningún interés en ver el derrumbe de Italia o España, para el primer ministro no es cuestión de tirar el dinero por la ventana. Rutte exige, a cambio, reformas estructurales y un control europeo de la utilización de esos fondos.
El "objetor" -como lo apodan otros en Bruselas-, que puede reivindicar su mayor longevidad en el bloque detrás de Angela Merkel y del primer ministro húngaro, Viktor Orban, se convirtió con el tiempo en un temible negociador. Después que su aliado británico dejó la UE, Rutte supo federar el pequeño club de los países ecónomos, convirtiéndose en su líder.
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El primer ministro también puede mostrarse inflexible, sin jamás perder la sonrisa y el buen humor.
"Es bastante divertido cenar de manera informal con Rutte. Hace bromas sobre las situaciones y la gente. Sabe muy bien cómo imitarlas", confía un diplomático en Bruselas. "Mark tiene excelentes relaciones con todos, aun cuando no esté de acuerdo", agrega.
Esa impasividad eterna le valió cantidad de apodos: "Mister Teflón", porque todo le resbala o "Mister Silicona", porque sabe administrar las diferencias de temperatura. Y en un país donde la fragmentación política forma parte del ADN, siempre dio muestras de extrema flexibilidad.
Quienes lo conocen bien, lo califican de "equilibrista sin prejuicios". Al frente del Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD) desde hace 16 años, ese liberal de centro-derecha gobernó primero con los demócrata-cristianos del (CDA) y el apoyo tácito de la extrema derecha (PVV). Después hizo alianza con la izquierda, antes de liderar una coalición de demócrata-cristianos, verdes y liberales del D66, un poco más a la izquierda que el VVD. Alianza barroca y frágil, que dejó de tener la mayoría en el parlamento.
En vísperas de elecciones en marzo de 2021, el VVD -primero en los sondeos- aumentó su caudal durante la crisis sanitaria. Hoy recoge el 36% de intenciones de voto, muy lejos de los demócrata-cristianos (17%) y del PVV.
Mark Rutte sabe que juega a todo o nada con el plan de reactivación europeo, y sobre todo con el capítulo de las subvenciones, rechazado por el 75% de sus conciudadanos. Sus socios europeos le reprochan sin embargo no haber luchado contra los profundos prejuicios de los holandeses sobre los países del sur del bloque. Incluso de alimentarlos asumiendo, desde que comenzó la crisis sanitaria, posiciones muy duras sobre el tema.
"Rutte era muy allegado a David Cameron. Y no es casual que ahora se encuentre en la misma situación que el ex primer ministro británico", analiza Alexandre Afonso, profesor en la universidad de Leiden.
El problema es que Holanda no es el Reino Unido y no puede darse el lujo de aislarse. Por esa razón, Mark Rutte tendrá que hallar, al final, la senda del compromiso.
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