“Rusificar” Ucrania, la misión ideológica de Putin que avanza en paralelo a la militar
En cuatro años, cerca de un millón de ucranianos obtuvieron la nacionalidad rusa; el Kremlin lleva adelante una campaña para “reeducar” a la población
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PARÍS.– Durante los siete años que pasaron desde la anexión rusa de la península de Crimea y la ocupación de una parte del Donbass, la situación de la población local en esos territorios cambió sensiblemente. No solo en esta última región del este de Ucrania el Kremlin entregó una cantidad masiva de pasaportes rusos. En Crimea, además de la naturalización obligatoria de todos los residentes, también importó rusos en enorme cantidad. Su objetivo: la “reeducación” de la población.
“La ocupación no solo es militar. También pretende ser cultural e ideológica a fin de plantar las bases de una presencia rusa perpetua”, explica Cirylle Bret, especialista de geopolítica en Sciences-Po.
El fenómeno es evidente en la región de Donetsk, donde, desde que comenzó la invasión, las milicias prorrusas avanzaron hacia el sudoeste con la intención de unirse a las tropas que rodean la martirizada ciudad portuaria de Mariupol. Desafiando la resistencia del ejército ucraniano, los separatistas consiguieron controlar algunos pueblos perdidos en la estepa.
Mykolaivka, a unos 60 kilómetros al noreste de Kiev, fue conquistada el 18 de febrero y desde entonces es objeto de un proceso de “desucranización” o, más bien, de “rusificación”. La pequeña urbe de 15.000 habitantes está completamente militarizada, con soldados armados y tanques en todas las esquinas. La bandera ucraniana fue sustituida por la rusa y los símbolos del gobierno de Kiev ocultados con pintura negra y remplazados con la inscripción “CCCP”, acrónimo de Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). En la plaza central, una muchedumbre rodea furgones de distribución de artículos de primera necesidad: pan, frutas, dulces, agua, dentífrico y productos de higiene. La bandera rusa está por todas partes.
Todos los camiones llevan los símbolos de la autoproclamada república de Donetsk excepto uno, que exhibe un oso bajo los colores de la bandera rusa, símbolo de Rusia Unida, el partido de Vladimir Putin. Los militantes separatistas se identifican como “pertenecientes a la filial del partido en Donetsk”.
“Desde hace tiempo somos muy activos en el Donbass y ahora estamos estructurando los territorios liberados”, dice uno de ellos a la prensa francesa. Según explica, “el objetivo del partido es doble: por un lado está la componente humanitaria; por el otro, la ‘misión ideológica’”.
“Los habitantes de estos pueblos son de lengua y cultura rusa, y nuestro deber es ocuparnos de ellos. Creemos en el principio del Russkiy Mir”, prosigue. Según esa doctrina, cada ruso debe ocuparse de sus propios connacionales, aun cuando vivan fuera de los confines del propio país.
“Somos portadores de una idea”, concluye.
En esas condiciones, el tiempo juega en contra de Ucrania. En cuatro años, cerca de un millón de ucranianos obtuvieron la nacionalidad rusa, según Dmitry Kozak, jefe adjunto de la administración presidencial rusa. Entre 2016 y 2020, ese número alcanzó 978.000.
“No solo la solicitan en el Donbass, sino también en el resto de Ucrania”, explica Kozak en una entrevista publicada en el sitio de la embajada de Rusia en Francia, calificando la entrega de esos pasaportes de “acción humanitaria”, para “las víctimas del bloqueo del Donbass”.
La “rusificación” de Crimea
Pero el proceso de “gran rusificación” también se registra en Crimea donde, tratando de asentar su control absoluto, el Kremlin envió cerca de un millón de ciudadanos rusos, modificando sensiblemente la demografía local.
La anexión de Crimea causó enormes pérdidas económicas a Ucrania: el Centro de Estrategia Económicas (CES), estima que se elevan a por lo menos 135.000 millones de dólares. Pero no todo se mide en dinero y el Kremlin lo sabe perfectamente. Por eso aumenta cada vez más su control demográfico, llenando la península anexada con inmigrantes de regiones rusas, en particular del Cáucaso. Eso modifica no solo la demografía, sino que populariza el sentimiento público prorruso, asfixia las explosiones de descontento y complica seriamente la tarea de Ucrania de reintegrar esa península algún día.
Según datos rusos, a comienzos de 2021, la población permanente de Crimea era de 1,9 millones de personas, más unas 500.000 que viven en Sebastopol, que es una autoridad territorial diferente. Las autoridades ucranianas rechazan esas cifras, que estiman subestimadas. Aunque, en todo caso, reconocen que, desde la anexión, más de un millón de personas se sumó a la población inicial.
“Es bien fácil imaginar que son todos rusos”, afirma Cirylle Bret.
En Hranitne, a solo 12 kilómetros de Kiev, el operativo seducción de las brigadas prorrusas también está en marcha. Por culpa de los combates de los últimos días, casi todos los habitantes carecen de electricidad y no han podido mirar la televisión. Pero ninguno duda de que, cuando sea posible, solo podrán ver los canales rusos. Así lo confirma, en efecto, un periodista francés presente en Jarkiv, gran urbe del noreste, donde desaparecieron los canales regionales ucranianos, que fueron remplazados de la noche a la mañana por 27 televisiones y radios rusas.
“La agresión rusa no es solo una ‘operación militar’, como la llama el Kremlin —precisa Cirylle Bret—, es sobre todo una lucha por obtener el consenso de las poblaciones rusoparlantes de los territorios conquistados. Y esta continuará en esas regiones, aun cuando terminen los ataques militares”.
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