Rusia vuelve a la vida soviética: una nueva cortina de hierro aísla a Moscú del resto del planeta
En dos semanas, una lista de sanciones del mundo occidental junto a la huida de cientos de empresas llevaron al país liderado por Putin a un salto al pasado; también se vivió una regresión en términos de libertad de prensa
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WASHINGTON.- Vladimir Putin quería restaurar la Unión Soviética. Y, al menos en lo que atañe a la economía, la libertad y los vínculos con el mundo, lo consiguió. Desde la invasión de Rusia a Ucrania y el inicio de una nueva guerra sangrienta en Europa, Rusia dio un salto al pasado. Una nueva cortina de hierro bajó para aislar a Moscú del resto del planeta, y décadas de integración desde la Perestroika de Mikhail Gorbachov se desvanecieron en apenas dos semanas, llevando a millones de rusos de regreso a una vida soviética.
Antes del inicio de la guerra en Ucrania, los rusos podían comer en McDonald’s, tomar un café en Starbucks, beber Coca-Cola o Pepsi, usar una tarjeta de crédito Visa o American Express, enviar o recibir dinero fácilmente, comprar euros o dólares y viajar a Europa, enterarse de las noticias de su país y del mundo a través de medios rusos independientes u occidentales, sin censura, y postear y leer en las redes sociales. Ya nada de eso es posible. El blitzkrieg de sanciones occidentales, la salida del país de más de 300 empresas y el férreo puño de hierro de Putin para ahogar libertades aisló al país como en las épocas más duras de la Guerra Fría. Rusia se convirtió en un paria internacional.
“Mientras Putin intenta reducir Ucrania a escombros, también está convirtiendo a Rusia en una prisión”, atizó la subsecretaria de Asuntos Políticos del Departamento de Estado, Victoria Nuland, esta semana al brindar testimonio en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado.
Las sanciones transformaron a Rusia en una isla. Enviar o recibir dinero ahora es mucho más difícil, las tarjetas de crédito y los cajeros automáticos dejaron de funcionar, y el Kremlin debió prohibir la compra de divisas por seis meses, un “cepo” desesperado ante el bloqueo occidental a las reservas del Banco Central. “Putin destruyó el rublo”, tuiteó Anders Åslund, escritor y economista especializado en Rusia. Los bonos rusos fueron degradados a la categoría de “basura” por S&P Global, Moody’s y Fitch Ratings. Un día después de invadir Ucrania, Rusia anunció el cierre de la bolsa de valores para impedir una masiva ola de ventas de inversores, que tarde o temprano ocurrirá. La bolsa continúa cerrada, más de dos semanas después. Un nuevo default es “inminente”, dijo Fitch.
“No es que Rusia no tenga el dinero, Rusia no puede usar ese dinero”, remarcó la directora Gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva.
Sin prensa libre ni redes sociales
En otro retorno a la era soviética, Putin impuso una brutal mordaza a la libertad de prensa. Su gobierno aprobó una ley que castiga con hasta 15 años de prisión a las “noticias falsas”, o fake news, dándole el poder a Kremlin de penalizar cualquier noticia que contradiga el mensaje oficial, incluido llamar “guerra” a la guerra en Ucrania. Apenas comenzó a regir la nueva ley, los medios extranjeros se fueron del país. La BBC, CNN, The New York Times, Bloomberg, uno a uno los medios occidentales comenzaron a sacar a sus periodistas y a cerrar sus redacciones. Novaya Gazeta, el último medio independiente ruso en pie, anunció el 4 de marzo que dejaría de cubrir la guerra, un día después de que otro medio independiente, el canal Dozhd, suspendió temporalmente sus emisiones.
“Incluso en las profundidades de la Guerra Fría, bajo la dictadura soviética, esto nunca sucedió”, tuiteó Cliff Levy, subdirector del periódico The New York Times, en medio de la retirada.
Sin medios independientes o extranjeros, el público ruso ha quedado preso del relato del Kremlin, incluida “la operación militar especial” para conseguir la “desnazificación” de Ucrania. El encierro se profundizó aún más con el bloqueo a medios occidentales y redes sociales. Luego de que Europa prohibió la emisión de los medios estatales rusos Russia Today y Sputnik –una decisión que generó críticas– al acusarlos de ser “armas” del Kremlin para diseminar mentiras y desinformación, Putin cortó el acceso a medios públicos occidentales en Rusia como la BBC, Voice of America o DW, y prohibió Facebook y Twitter, y luego Instagram. TikTok suspendió videos en vivo desde Rusia. Telegram y YouTube aún siguen disponibles, pero es difícil aventurar por cuánto tiempo más.
Éxodo de empresas
La huida de empresas occidentales deshizo cuatro décadas de integración en dos semanas. La ruptura de relaciones con Rusia –ya sea a través del congelamiento o la venta de inversiones, el cierre de operaciones o la suspensión de relaciones comerciales– incluyó a gigantes energéticos como British Petroleum, Shell, Exxon; bancos de Wall Street como Citi, Goldman Sachs y JP Morgan; marcas tradicionales como Ford, Ferrari, Mercedez Benz, Apple, Nike, Prada o Chanel, y a jugadores de la nueva economía como Spotify o Airbnb. Rusia se quedó sin la final de la Champions League, y sin el Mundial de Qatar.
“Nunca en la historia, al menos en la historia moderna, porque esto ni siquiera se hizo con Alemania durante la guerra, nunca un país ha sido tan aislado económicamente como Rusia con estas medidas. Nunca hemos hecho esto”, señaló a LA NACION Monica de Bolle, economista del Instituto Peterson de Economía Internacional, sobre las sanciones.
“Ahora con la salida de muchas empresas privadas es un poco un regreso a la era soviética en cierto modo. ¿Qué va a quedar? Cualquier negocio que sobreviva, si sobrevive, es local. El mundo exterior básicamente le cerró sus puertas a Rusia”, completó.
El Instituto Internacional de Finanzas estima para este año una caída del producto bruto interno ruso del 30 por ciento. El resultado es que la economía quedará en los niveles de principios de los 2000. “Dos décadas de crecimiento se hicieron humo”, resumió Robin Brooks, economista jefe del Instituto.
De Bolle advierte que la desconexión de Rusia, la 11º economía global, coloca al mundo en territorio desconocido. Sin ánimo de ir a una tercera guerra mundial –el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha dicho varias veces que la OTAN se defenderá, pero no peleará con Rusia en Ucrania–, las potencias occidentales optaron por el camino alternativo: asfixiar a Moscú y al régimen de Putin con sus sanciones. Por necesidad, las exportaciones de gas y petróleo han quedado por ahora ampliamente afuera de las sanciones. Estados Unidos las prohibió, pero Europa, que necesita el gas ruso para vivir, no. Igual el precio del crudo y el gas y de los alimentos se disparó. De Bolle ve un impacto permanente, y le preocupa el riesgo de una “inflación global crónicamente alta”, duradera, que además no se pueda combatir de una manera tradicional con política monetaria.
“Ya estamos en un punto en el que ya no se trata de cuánto dure la guerra. El hecho es que lo que se le ha impuesto a Rusia ya va a destruir su economía. Si la guerra termina mañana, las sanciones no se levantarán inmediatamente”, indicó. “Y se pueden levantar sanciones, pero las empresas ya se fueron. Cerraron negocios, empacaron y se fueron. No van a volver pronto. Es fácil para una empresa hacer las valijas y marcharse. Es muy difícil hacer que vuelvan”, completó.
La nueva crisis le recuerda al inicio de la pandemia del coronavirus, cuando muchos creían que iba a ser transitoria, con un impacto limitado. “Al igual que con la pandemia, realmente no lo sabemos”, cerró.
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