Rusia reordena su ofensiva en Ucrania para salir del estancamiento bélico
Moscú desplazó de sus cargos a varios comandantes, dividió unidades de combate en formaciones más chicas y redobló el énfasis en sus fuerzas de artillería; los analistas advierten que su capacidad operativa está sobrepasada
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WASHINGTON.– Atrapados en una guerra sin final a la vista, los militares rusos están intentando sacar a flote su trastabillante ofensiva en Ucrania, con el desplazamiento de sus cargos de varios comandantes, la división de unidades de combate en formaciones más chicas, y un redoblado énfasis en sus fuerzas de artillería y otras armas de largo alcance.
Hace menos de tres meses, funcionarios rusos y occidentales por igual predecían una victoria relámpago de las fuerzas del Kremlin. Pero tras la muerte de miles de soldados rusos en el campo de batalla y la avalancha de fracasos desde el arranque de la invasión, el 24 de febrero, el presidente Vladimir Putin ha decidido acotar los objetivos de una campaña insostenible y poco realista, por no decir imposible de ganar.
Esa evaluación es compartida por numerosos observadores, entre ellos funcionarios de inteligencia de Occidente y analistas independientes que siguen la guerra de cerca. En Ucrania, dice Mikk Marran, director general del Servicio de Inteligencia Exterior de Estonia, “Rusia está perdiendo militar, política y moralmente”.
“En el campo de batalla, lo que se advierte es que la capacidad bélica convencional de Rusia ya está sobrepasada”, dice Marran. “Las pérdidas en términos de efectivos y equipamiento no son sostenibles al ritmo que observamos hasta el momento.”
A no ser que lance una movilización a gran escala de sus fuerzas militares, dice Marran, “Rusia no tiene solución a la vista”. Y aunque parece que los líderes militares rusos “finalmente están aceptando la realidad”, Putin sigue emperrado en controlar todo lo que hay desde la región del Donbass, en el este de Ucrania, hasta la ciudad portuaria occidental de Odessa, y la autoproclamada república separatista en Transnistria, un desprendimiento de la vecina Moldavia.
“Tal vez veamos la continuidad de una campaña militar que en cierta medida está despegada de la realidad, alejada de cualquier razonabilidad o factibilidad a largo plazo.”
Mientras tanto, el desgaste de la guerra sigue, los avances de los rusos son “desparejos” y “graduales”, según la más reciente evaluación del Pentágono, y varios comandantes de alto rango de las fuerzas del Kremlin han sido despedidos y desplazados de sus cargos. Según el Ministerio de Defensa británico, uno de los desplazados es el teniente general Serhiy Kisel, quien comandó la 1° Ejército de Tanques de la Guardia en su fallido intento por tomar la ciudad de Kharkiv, en el nordeste, y el vicealmirante Igor Osopiv, a cargo de la Flota del Mar Negro cuando las fuerzas ucranianas hundieron la nave insignia rusa, el Moskva. Ese humillante revés para la armada rusa se logró con los misiles antibuque Neptuno de fabricación ucraniana. Desde entonces, desde Kiev, las autoridades redoblaron el pedido de armas similares a sus socios de Occidente.
Relevos de comandantes
Un alto funcionario del Pentágono que habló bajo condición de anonimato hizo referencia a las últimas evaluaciones de la inteligencia norteamericana y afirmó que “varios comandantes rusos de diferentes rangos fueron relevados de sus funciones”. Según el mismo funcionario, en el Pentágono quieren ser cautos con sus predicciones sobre la próxima fase de la guerra, pero están entusiasmados porque las unidades ucranianas no sufrieron los reveses militares que tanto han afectado la moral de los rusos.
El funcionario de inteligencia advierte que Rusia sigue teniendo un considerable poder de combate en Ucrania, “pero además hace falta voluntad de luchar, hace falta un buen liderazgo, con poder de mando y de control”. Y Rusia, dice, está “sufriendo” como resultado de estas y otras deficiencias.
Aunque en Ucrania los rusos han desplegado más de 100 grupos tácticos de batallón, con entre 500 y 800 efectivos cada uno, sus avances en el Donbass han sido modestos, según los datos de inteligencia norteamericana. También hay evidencia de que el ejército ruso ha decidido seccionar algunas unidades, para enviar equipos de combate más reducidos a las aldeas y poblados pequeños. Según el Pentágono, la táctica tiene sentido, ya que ahora Putin persigue objetivos localizados más reducidos. Pero así y todo a Rusia le está costando mantener sus posiciones, y a veces las fuerzas rusas se ven obligadas a retroceder y cederle a Ucrania un territorio conquistado pocos días antes.
En el sur Rusia se ha asegurado dos victorias significativas, con la captura del importante puerto de Mariúpol, y de Kherson, una ciudad más pequeña. Pero Mikolaiv, una ciudad donde hasta el inicio de la guerra vivían casi 500.000 personas, sigue siendo un objetivo inalcanzable para los rusos, a pesar de semanas de intensos combates en los alrededores.
Scott Boston, exoficial del ejército norteamericano y analista de la guerra de Ucrania para la Rand Corp., insiste en el problema de la baja moral que cunde en el ejército ruso y que socava los objetivos de Moscú.
Como ejemplo, Boston señala la conocida negativa de algunas unidades rusas a cumplir las órdenes de sus superiores, y atribuye parte de estos problemas a las falencias de Rusia para algo tan básico como equipar y alimentar adecuadamente a sus fuerzas.
“Los soldados rusos ya han recibido sobradas muestras de que no le importan a nadie”, dice Boston. “Sería difícil no darse cuenta”.
En las últimas semanas, Rusia ha logrado avanzar y ocupar solo un par de kilómetros por día en el Donbass, según datos difundidos por el Pentágono. A ese ritmo, Boston supone que la ofensiva podría continuar durante un año, “y aun así todavía quedará mucha Ucrania sin conquistar”, por más que las bajas entre los soldados rusos se sigan acumulando.
“Francamente, el Ejército Rojo de 1944 tenía más capacidad de fuego y de maniobra que muchos de lo que estamos viendo del ejército ruso actual”, dice Boston. “Lo que no entiendo es por qué”.
Por Dan Lamothe, Ellen Nakashima y Alex Horton
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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