Rusia profundiza su vínculo con China, que planea una visita de Xi Jinping a Moscú
Putin recibió en el Kremlin al canciller chino, Wang Yi, en una exhibición de fuerza ante Occidente para demostrar su cercanía con la potencia asiática; la ofensiva diplomática de Pekín
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PARÍS.– En pleno suspenso sobre el plan de paz para Ucrania que China debería presentar esta semana, Vladimir Putin recibió este miércoles en el Kremlin al ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi. Prueba de la cada vez más estrecha relación entre ambos países, cuyo declarado objetivo común es la “desoccidentalización” del mundo. Una colaboración que, sin embargo, tiene sus límites por parte de Pekín.
“Las relaciones internacionales actualmente son complicadas (…). En ese contexto, la cooperación entre China y Rusia tiene una gran importancia para la estabilización de la situación internacional”, declaró Putin al recibir a Wang. Gesto excepcional que habla de los lazos privilegiados entre ambas naciones, pues el presidente ruso suele recibir en el Kremlin únicamente a los jefes de Estado extranjeros.
“Esperamos la visita del presidente Xi a Rusia; lo hemos acordado”, dijo Putin. La información había sido adelantada el martes por la prensa norteamericana.
Por su parte, Wang Yi expresó la voluntad de Pekín de “reforzar la asociación estratégica y la cooperación en todos los terrenos” con Moscú. Las relaciones ruso-chinas “no están dirigidas contra terceros países y resisten a sus presiones”, agregó. Poco antes, Wang se había reunido con su homólogo ruso, Sergei Lavrov. “Nuestras relaciones se desarrollan de manera segura y dinámica. Y, a pesar de las fuertes turbulencias en la escena internacional, damos muestras de unidad, de voluntad de defender los intereses de uno y del otro”, dijo Lavrov.
En medio de esas “turbulencias”, Pekín intenta jugar el papel de mediador en el conflicto ucraniano, evocando públicamente un plan de paz –por ahora extremadamente vago– para hallar una solución política. China prometió publicar esa propuesta de “solución política” esta semana, probablemente el 24 de febrero, cuando se cumple un año de la invasión rusa de Ucrania.
Un papel más activo
A través de la vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores, María Zakharova, Moscú afirmó este miércoles que acoge favorablemente la intención de Pekín de jugar un papel más activo en la búsqueda de una solución.
La presencia de Wang en Moscú no fue decidida al azar. Se produjo al mismo tiempo que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, viajó a Europa para ratificar su apoyo a Ucrania. Para Putin era muy importante mostrar a sus “enemigos” occidentales que puede contar con el apoyo –y la amenaza subyacente– de la potencia china.
Europa y Estados Unidos siguieron de cerca el viaje de Wang, temiendo que la proximidad actual entre ambas naciones tenga un impacto en la guerra de Ucrania. China siempre reivindicó su imparcialidad frente a la invasión rusa, negándose a condenar a Moscú por las atrocidades que comete en Ucrania.
Este nuevo encuentro podría prenunciar nuevas colaboraciones estratégicas entre ambos países, sobre todo en materia militar, una eventualidad que bien podría cambiar el curso del conflicto. Hasta ahora, Pekín no entregó ningún tipo de armamento a Moscú.
Congratulándose del estado de las relaciones bilaterales, que calificó de “sólidas como una roca”, Wang agregó que “cualquiera sea la evolución de la situación internacional”, China estuvo y seguirá estando dispuesta a mantener con Rusia “la tendencia positiva en la construcción de un nuevo tipo de relaciones de cooperación entre grandes potencias”, mensaje que podría confirmar los temores occidentales.
Este viaje, en todo caso, forma parte de la ofensiva diplomática lanzada por China esta semana con el objetivo de dejar en claro su visión geopolítica de cómo debe funcionar el mundo, limpiándose, al mismo tiempo, de las acusaciones de complicidad con Rusia, aunque sin dejar de acusar a Estados Unidos de transformar el conflicto en una guerra “proxy”.
En un texto de una rara violencia publicado el lunes por el Ministerio de Relaciones Exteriores titulado “La hegemonía estadounidense y sus peligros”, Pekín lanza un extenso alegato contra la política extranjera norteamericana desde sus orígenes hasta nuestros días. “Desde que obtuvo su independencia, en 1776, Estados Unidos trató de extenderse por la fuerza”, dice el texto.
China denuncia también “800 bases militares” norteamericanas instaladas “en 159 países” y “más de 3900″ sanciones económicas establecidas por la administración Trump. “En esas condiciones, es imposible obedecer a las tendencias históricas de paz, desarrollo, cooperación y beneficio mutuo”, agrega.
¿Cómo lograrlo entonces? A través de la Iniciativa de Seguridad Mundial (GSI, en inglés), idea lanzada por Xi Jinping en abril de 2022 y que reposa sobre seis compromisos: adherir a la idea de una “seguridad común y estable”, respetar la soberanía e integridad territorial de todos los países, conformarse a los principios de la Carta de la ONU, tomar en serio “las legítimas preocupaciones de seguridad” de las naciones, comprometerse a solucionar los diferendos mediante el diálogo y la consulta, y mantener la seguridad tanto en el terreno tradicional como en el de los ciberataques.
En todo caso, desde hace un año, la situación de China no es fácil. Como un equilibrista, Pekín hace malabarismos diplomáticos para proteger sus intereses económicos y políticos –cada vez más estrechos– con Rusia, tratando de conservar al mismo tiempo sus vitales relaciones comerciales con Occidente.
Por otro lado, ¿cómo hacer para lograr el gran objetivo ruso-chino de “desoccidentalizar” el planeta si Rusia sufriera una derrota total, que probaría que los regímenes autocráticos no son tan eficaces como pretenden Pekín y Moscú? “Consiguiendo imponer una solución negociada lo antes posible”, afirma el politólogo Dominique Moïsi.
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