Rusia endurece la represión contra los intelectuales anti-Putin: “Nadie está a salvo”
La ONG Memorial estima en 1352 la cantidad de presos políticos en Rusia; acusados de “apología del nazismo” o “difamación del Ejército”, cumplen penas de varios años de prisión por criticar la guerra en Ucrania
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PARÍS.– Estudiante en Yaroslavl, artista en San Petersburgo, ingeniero en Kaliningrado, profesor jubilado en Buriatia, escritor en la región de Krasnodar… Cada día aumenta en Rusia la lista de ciudadanos perseguidos por “apología del nazismo”, “extremismo” o “difamación del Ejército”, según la nueva ley en vigor desde marzo de 2022. Todos pueden ser víctimas. Pero la represión es particularmente dura contra los intelectuales.
Entre el 24 de febrero de 2022, fecha de la invasión de Ucrania, y el 3 de diciembre de 2023, 19.884 personas fueron detenidas por haber manifestado su oposición a la guerra, según la ONG rusa OVD-Info, especializada en el seguimiento de arrestos y brutalidades policiales.
Después vienen las condenas: seis, siete, ocho y hasta 25 años de cárcel, la pena más dura pronunciada hasta ahora, infligida al opositor Vladimir Kara-Mourza. El más joven, Yegor Balazeïkine (de 17 años), fue condenado en noviembre a seis años de prisión por un tribunal militar de San Petersburgo, por haber querido incendiar un centro de reclutamiento.
Cerca de 300 mujeres y hombres se sumaron así en las celdas a opositores, testigos de Jehová o tártaros de Crimea perseguidos. La ONG de defensa de derechos humanos Memorial estima un total de 1352 prisioneros políticos. Comparados con los 144 millones de habitantes que constituyen la población rusa, la cifra puede parecer modesta. El problema es que aumenta en forma exponencial. Según la misma organización, antes de que llegara Mikhail Gorbachov al poder, los prisioneros políticos no superaban los 700.
“La represión no hace ninguna distinción de edad o profesión: puede tratarse de un jubilado o de una mujer joven sin influencia. El mensaje que el Kremlin envía es que nadie está a salvo. Y las penas son muy duras. Al mismo tiempo, los criminales son indultados (los prisioneros reclutados en las cárceles para ir al frente ucraniano). Es aterrador”, afirma Olga Prokopieva, vocera de Rusia-Libertades, que reconoce, sin embargo, que el poder ruso ejerce una represión particular contra los intelectuales.
En la región de Tver, la productora audiovisual Ludmila Razumova (56 años) fue condenada a siete años de colonia penitenciaria junto a su marido por haber publicado en las redes sociales un video sobre “el uso de las Fuerzas Armadas rusas para destruir las ciudades y la población civil de Ucrania” y por actos de “vandalismo”. La pareja había pintado la inscripción “Ucrania, perdónanos” en la pared de un negocio. Madre de tres hijos, Ludmila pasó un año en aislamiento.
La periodista del sitio RusNews Maria Ponomarenko (45 años) fue condenada a seis años de prisión por un artículo sobre el bombardeo del teatro de arte dramático de Mariupol, en Ucrania. Detenida en abril de 2022 en San Petersburgo, y después transferida a 4000 kilómetros de allí al centro de detención provisorio de Barnaul, en la región de Altai, fue enviada a un hospital psiquiátrico por primera vez, en marzo, por haberse negado a desvestirse delante de los policías, y una segunda vez en octubre. Poco después la presentaron por la fuerza ante una comisión disciplinaria, descalza y esposada, por haberle “pisado los pies” a los agentes penitenciarios.
Como en los tiempos de la Unión Soviética, los jueces y la administración penitenciaria parecen recurrir cada vez con más frecuencia a la psiquiatría punitiva. Muchos prisioneros políticos padecen también de malos tratos, torturas y privación de atención médica.
Boris Akunin es uno de los escritores rusos más célebres. Sin embargo, acaba de ser calificado por Moscú de “terrorista” y sus obras fueron retiradas de la venta. Dos años después del lanzamiento de la “operación militar especial” del Kremlin, la trampa judicial se cerró en torno de ese ensayista y novelista que, con su pluma acerba, critica a Vladimir Putin y denuncia “la guerra”. Rosfinmonitoring, la agencia federal de inteligencia financiera, inscribió a Akunin en el registro de terroristas y extremistas. La policía allanó las ediciones Zakharov que distribuye sus libros, y una investigación por “difamación” del ejército obligó a las librerías a suprimir de sus catálogos “Las aventuras de Eraste Fandorin” y todos sus otros best-sellers.
Akunin, que vive exiliado en Londres desde 2014, sigue a la distancia esa ola creciente de represión contra los detractores del Kremlin.
“La locura ganó”, lanzó el 24 de febrero de 2022, al calificar la ofensiva militar rusa en Ucrania como una “guerra del absurdo”. Tampoco retuvo sus críticas contra Putin: “Rusia está dirigida por un dictador mentalmente desequilibrado y, peor aun, que obedece a su paranoia”, declaró. En el exilio cofundó el proyecto “Nastoïachtchaïa Rossia” (La verdadera Rusia) con otras personalidades de la cultura que huyeron del país.
“La represión se volvió sin fin. En cualquier momento la cuchilla puede caer sobre cualquiera de nosotros”, confía otra figura de la autodenominada “clase creativa anti-Putin”. Por razones de seguridad, este reconocido escritor prefiere conservar el anonimato pues, contrariamente a Boris Akunin, decidió seguir viviendo en Rusia.
“Es mi país. No me corresponde partir. Pero escribir sobre el actual ambiente de guerra y represión, es imposible”, se lamenta. Cuando puede, aprovecha sus becas europeas para dejar a su familia en Rusia e instalarse algunas semanas en el extranjero. En las redes sociales rusas circularon mensajes acusándolo de traición y de extremismo, y de ser “un agente del extranjero” debido a sus contactos occidentales.
“Todo puede comenzar con trolls en internet y terminar en verdaderos procesos judiciales. Los intelectuales estamos directamente amenazados”, confirma.
Evguenia Berkovitch, conocida directora de teatro, espera desde el verano boreal su juicio. Oficialmente, está acusada de “apología del terrorismo” después de un espectáculo sobre el destino de las mujeres reclutadas por los islamistas sirios. Pero su gran pecado fue denunciar al Kremlin y su ofensiva militar. Sin embargo, un público más bien joven e intelectual tiene el coraje de asistir al pequeño teatro independiente donde se presentan sus obras, en un Moscú casi subterráneo.
Pocos días antes de Navidad, una de sus creaciones terminaba con un poema de otro autor: “No vale la pena escribir, no vale la pena leer, imposible poner fin a la guerra o comenzar a vivir. Es noche cerrada y no se ve casi nada. La hierba está cubierta por una imperceptible bruma”.
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