Rodrigo Londoño, sobre el conflicto en Colombia: “Pienso cuánto daño hizo uno a familias”
El último comandante de las FARC cree que las elecciones presidenciales de 2022 serán cruciales para determinar el futuro de la paz acordada en 2016
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-¿Le llamo Rodrigo o Timochenko?
-Rodrigo es el que estoy tratando de mantener ahora, pero Timo tampoco me molesta.
Rodrigo Londoño, alias “Timoleón Jiménez”, alias “Timochenko”, el último comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) sonríe a la cámara desde Colombia. Está agitado porque recién bajó del “carro”, apurado porque llegaba tarde al encuentro por Zoom con LA NACION. Pide disculpas tres veces, mientras se acomoda en la silla que permite ver, detrás suyo, una foto gigante de él mismo, una mujer y una beba. La niña que acentuó los cambios que ya fluían en él.
Porque desde 2012, Londoño lideró las negociaciones con el gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos que llevaron a los acuerdos de La Habana de 2016. Un paso, apenas, en la senda que va de la verdad a la empatía y de la reconciliación al perdón, dice. Porque Londoño lleva años recorriendo Colombia para dar la cara ante las víctimas de una guerra que consumió más de cinco décadas.
“Este es el camino acertado”, afirma, convencido de que el desafío ahora es ser pedagogos del acuerdo y reclamar que se cumpla. Por eso, esta semana le pidió por carta a Estados Unidos que presione al gobierno de Colombia para que lo implemente. Del mismo modo que contactó al exjefe líder paramilitar, Salvatore Mancuso, para hablar juntos ante la Comisión de la Verdad, en abril.
Londoño tiene una meta en mente: las elecciones presidenciales de 2022. “Los votos determinarán que Colombia transite por la paz o que sigamos rumbo a un nuevo conflicto”, avizora, aunque lo dice sin que haya un dejo amenazante en sus palabras. Todo lo contrario, de esperanza y de preocupación.
-¿Dónde están hoy las FARC y el proceso de paz?
-Estamos donde preveíamos cuando firmamos el acuerdo. Sabíamos que sería un campo en disputa porque iban a haber fuerzas muy poderosas que se iban a oponer a la implementación del acuerdo. Por eso comenzamos a trabajar desde la misma construcción del acuerdo. Desafortunadamente, en ese momento, el gobierno no abrió todas las posibilidades para hacer la pedagogía necesaria en todos los sectores de la sociedad colombiana sobre lo que era realmente ese acuerdo y cómo podía favorecer a cada uno de los sectores colombianos. Pero sentimos que hay cada vez más y más apoyo al proceso. Hay más conciencia de lo que significa el acuerdo, aunque las fuerzas que se oponen a que haya paz en Colombia también están haciendo su daño, generando desesperanza en algunos sectores. El asesinato de casi 260 ex guerrilleros y ex guerrilleras genera un impacto al interior [de las antiguas FARC], como así también el asesinato de cientos de líderes sociales, aunque con el trabajo que estamos haciendo en Comunes hemos logrado hacerle entender a la gente que esos hechos son los que precisamente nos tienen que llevar a apoyar el proceso de paz con toda la fuerza posible. Tenemos a la vista un norte muy claro para que este proceso avance, que son las elecciones de 2022. Los votos determinarán que Colombia transite por la paz o que sigamos rumbo a un nuevo conflicto que será mucho más complejo que el anterior. Trabajamos en eso con muchos sectores, en un gran movimiento que se llama “Defendamos la paz”, en el que hay sectores con distintas visiones políticas, filosóficas e incluso religiosas, pero con el objetivo común de defender la paz.
- Cuatro años y medio después, ¿se arrepiente de firmar el acuerdo? ¿Caminaría este sendero de otra forma?
-A ver… es una reflexión que yo creo que todos los días la hago. Las circunstancias del día a día y las mismas dificultades llevan a hacerse esa reflexión: ¿Nos equivocamos? Pero la conclusión siempre es la misma: “No, acertamos. Lo hicimos bien. Este es el camino”. Uno se pone a pensar si hubiéramos seguido una confrontación, ¿dónde estaríamos? Y aquí, independientemente de los aciertos, las dificultades y los obstáculos, hay una luz al final del túnel. Sentamos unas bases mínimas, que son ese acuerdo, para comenzar a construir la reconciliación entre los colombianos. Ahora, ¿cambiaría algo? El acuerdo pudo ser mejor, claro. Pero fue lo máximo posible de alcanzar. Fue el fruto de la colación de fuerzas y eso fue lo que alcanzamos. Pero lo que sí digo que habría que cambiar es la pedagogía. Miremos el plebiscito que hizo el presidente Santos, unilateralmente. Le dijimos que no lo acompañábamos en la iniciativa, que era sumamente peligroso. Pero de todas maneras se metió y fue fatal…
-Tras el triunfo del “no” en el plebiscito se temió lo peor…
-Es que no se hizo pedagogía. Le cuento una anécdota: una de las veces que fuimos a Cartagena a hablar con el presidente Santos, nos reunimos en una finca campestre donde había casi 30 empleados. Entonces nos reunimos con ellos para charlar, decirles quiénes éramos, en qué andábamos, qué estábamos haciendo y contarles sobre el proceso de paz. Al final de la charla, uno de ellos se paró y nos dijo: “Le queremos pedir disculpas porque todos nosotros votamos por el ‘no’ porque nos convencieron que si ganaba el ‘sí’ íbamos a perder el empleo. La extrema derecha, el uribismo, lanzó una campaña mediática muy grande. Hubo pastores de iglesias evangélicas que se subían a los buses en las ciudades para decirle barbaridades a la gente, mientras que no hubo pedagogía de parte del gobierno y a nosotros tampoco se nos dejó hacer.
-¿Ni siquiera en las horas que siguieron a la derrota en el plebiscito tuvo la tentación de volver a la lucha armada?
-Yo no. Estábamos en La Habana, en un sitio especial con prensa extranjera, mirando los resultados del plebiscito. Y en la guerra nos enseñaron siempre a pelear pensando que íbamos a ganar, pero siempre conscientes de la posibilidad de que podíamos perder, por lo que siempre tenía previsto por dónde retirarnos. Esa vez elaboré un punteo de cosas a decir si ganábamos el plebiscito. Pero también me llevé cuatro punticos por si perdíamos. Debíamos decirles a todos que ese no era el final, que no era el acabose, que se había perdido, pero que la pelea continuaba y que teníamos en las manos un instrumento muy importante que teníamos que defender.
-¿Aún conserva su ropa de combate?
-[Sonríe] Pues yo había traído mi equipo y un uniforme, pero como llevo tiempo moviéndome por ahí, no sé dónde quedó.
-Aludió antes a la “reconciliación”. Déjeme preguntarle por otra palabra. ¿Cree posible el “perdón”?
-Creo que lo estamos logrando. A partir de la reconciliación viene el perdón. Falta mucho por hacer, pero hemos vivido experiencias que muestran que este es el camino acertado y que por ahí toca seguir. Yo, por ejemplo, estuve reunido con un grupo de madres de soldados y de policías que murieron en conflicto o que quedaron lisiados. Fueron reuniones muy duras, muy complicadas, difíciles. Recuerdo una vez que al llegar yo se armó una indignación total. Claro, ¿a quién veían ahí? Al que mató a su hijo, independientemente de que no fuera así. Empezaron a pedirme explicaciones. Y yo hablé bastante largo. Si usted me pregunta qué dije, no me acuerdo. Pero al final, una de las madres cuyo hijo soldado había muerto hacía ocho años y que hacía ocho años que llevaba luto, me llamó cuando me iba. “Venga para acá, vamos a tomarnos una foto para llevarla al pueblo y mostrarles que es una reconciliación”, me dijo. “Y a partir del día de hoy levanto luto por la muerte de mi hijo”. Díganme si eso es no es lo que habría que hacer. Hay que generarle conciencia a la gente y de estos ejemplos se están dando casi todos los días. Por supuesto que hay gente que no quiere. Porque en este conflicto hubo barbaridades tremendas, abominables, incluso cosas que yo no sabía o que ahora, a la distancia, vemos lo terrible que fueron. He conversado con secuestrados que vivieron dramas muy duros. Duelen. Fueron de las primeras víctimas con las que conversé y me hice consciente de lo que significó esa política bastante equivocada. Pero hasta ahora, que yo recuerde, no ha habido ni una víctima que al final no acepte nuestro pedido de perdón. Lo que pasa es que hay que saber hacerlo.
-¿Cómo es eso?
-Yo mismo he aprendido. Hay una línea muy delgadita entre la explicación y la justificación. La gente quiere que uno le explique y al explicar tenemos que tener mucho cuidado de no entrar en el campo de la justificación porque la persona puede sentir que no estamos realmente reconociendo lo que pasó. Hay que ponerse en el lugar del otro. Hay que iniciar por reconocer el dolor que tiene el otro y que tiene razón, independientemente de las circunstancias que sean.
-¿Cómo cree que morirá?
-A ver… yo estoy viviendo una experiencia que nunca he vivido antes, que es tener una niña…
-¿La que aparece en la foto, atrás suyo, mientras conversamos?
-Sí, es la foto de su mamá y ella, sí. Y eso también le hace uno mirar la vida de otra manera, mirar incluso todo lo que uno vivió de otra manera. Pienso cuánto daño hizo uno a familias. Hubo personas que permanecieron diez o doce años secuestrados y que tenían niños de dos años. Al regresar, encontraron una persona distinta. No pudieron verlos crecer, no pudieron disfrutar de ellos. Son cosas que uno las está viviendo ahora y tiene que reconocerle en la cara a quienes sufrieron eso y pedirle el perdón requerido. Ahora, en cuanto a cómo moriré… ya estuve muerto por 40 minutos, aunque no me acuerdo de eso. Bueno, pues quisiera que fuera como aquella vez [risas], sin darme cuenta de absolutamente nada.
-¿Qué lo llevó a dar el paso hacia la pacificación? ¿Hubo algún episodio, una circunstancia o un diálogo que lo llevó a liderar ese proceso, como lo que mencionó antes sobre cómo tener una hija le dio otra perspectiva?
-A ver… primero que, como organización, FARC siempre buscó la posibilidad de la vía política. Siempre la planteó y la buscó, pero nunca se dio porque nunca se abrió un espacio político como el que se abre ahora. Son coyunturas que se dan, como cuando el presidente Santos, dijo en su discurso que tenía la llave de la paz.
-Deténgase ahí. Para bailar un tango se necesitan dos. Del otro lado se abrió un espacio político, sí, pero le insisto: ¿Qué lo llevó a decir “hasta acá llegamos”?
-Todo fue un proceso... El comandante Alfonso Cano es quien lo inició, tras escuchar un discurso de Santos. [Cano] Hizo una consulta con el secretariado, donde decidimos que debíamos explorar la posibilidad y así se iniciaron las conversaciones. Incluso fui designado para eso. Pero se dio el asesinato de Alfonso y en ese momento me designan como el nuevo comandante de las FARC y la primera decisión que me toca resolver es si seguíamos peleando. Tuvimos un intercambio entre los miembros del secretariado… Le voy a contar algo: tuvimos una discusión interna en la que Iván Márquez criticaba radicalmente la agenda, decía que no nos servía, mientras que otros decíamos que debíamos evaluar la correlación de fuerzas, etcétera. Pero bueno, yo había sido formado en que en la guerra se necesita consenso en las direcciones para asumir una batalla. Entonces, como teníamos dos que decían que no, le escribí esa tarde un mensaje a los otros diciéndoles que seguíamos con la confrontación. Pero a la noche, estando solo en mi caleta [“escondite”], me puse a dar vueltas y a pensar y pensar. Reflexioné que era una oportunidad histórica y que si no la aprovechábamos, nunca más se iba a dar. Era algo con lo que la mayoría estaba de acuerdo, además de que en la guerra estábamos aislados. Hasta los amigos más leales nos decían que los saludáramos de lejos y sin que nadie se diera cuenta [se ríe]. Entonces al otro día me levanté y dije: “Vamos para allá porque veo una oportunidad”. Por eso estamos aquí.
-¿Es usted optimista sobre el futuro?
-A esta lucha siempre la caracterizó el optimismo, así fuera en la situación más dura, difícil y compleja. Uno siempre va a encontrar salidas. Además, aprendo de la confianza en el ser humano.
-¿Cuáles son las preguntas que deberíamos habernos hecho? ¿Cuáles son las preguntas que deberíamos hacernos ahora?
-Ya que lo plantea así… ¿Por qué en el Caguán [por la “zona de distensión” que estableció el presidente Andrés Pastrana en 1998] no logramos un acuerdo? Hubiéramos podido lograrlo. ¿Cuántas muertes hubiéramos evitado? Recuerde que ahí fue cuando más se radicalizó la confrontación, el “Plan Patriota” y el “Plan Colombia”, con muertos de uno y otro lado… Y ahora, ¿qué habrá que hacer? ¿Qué tenemos que hacer para que los seres humanos hagamos conciencia de que no podemos destruir el hábitat donde estamos? Creo que es la pregunta más grande.
-¿Extraña algo de esos 40 años en la selva?
-A veces, en mi soledad, me pongo a pensar en eso... Extraño el colectivo. Porque nosotros éramos un colectivo. Eso fue lo que me enamoró a los 17 años. Un colectivo que tenía valores muy hermosos de convivencia. Porque teníamos los mismos problemas de convivencia que hay en todos lados, pero la forma como se resolvían fue lo que me enamoró y lo que se cultivó. Pero mi gran preocupación es que ahora que nos reincorporamos a la vida civil, esos valores se están perdiendo. Ya no hay forma de cultivarlos, aunque lo intento cuando hablo con los compañeros.
-Hay alguna pregunta que no le planteé y usted quisiera abordar?
-No. Pero déjeme remarcar algo: la paz de Colombia incide, en mayor o menor medida, en la paz de América Latina, y por eso es tan importante que América Latina nos apoye en este esfuerzo y en este proceso de paz.
Biografía
- Nacido en La Tebaida, Colombia, en 1959, a los 17 años ingresó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), donde se lo conoció como “Timochenko” y de las que fue su último comandante en jefe
- En 2012 inició los diálogos de paz con el gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos que llevaron a la firma de los acuerdos de La Habana de 2016
- En 2017 lideró la transformación de las FARC en un partido político que en 2021 consagró su nuevo nombre, “Comunes”, del cual es presidente
- Acusado y condenado por múltiples crímenes por la Justicia colombiana –varios de los cuales él niega-, la Fiscalía General colombiana ordenó la suspensión de todas las órdenes de captura en su contra por su condición de “negociador oficial” en el proceso de paz
Recomendación para aprovechar el tiempo
-En estos tiempos de pandemia, ¿qué libros o películas o música o cualquier otra actividad sugiere para distraerse o, acaso, aprovechar el tiempo? ¿Qué hace usted en su escaso tiempo disponible?
-Hay tanto, tanto, tanto, tanto para leer [risas] y depende del gusto de cada uno. [Calla unos segundos] Quisiera que la gente leyera libros sobre lo que está pasando en Colombia, reflejando lo que ha sido la reincorporación de nuestra gente. También hay una película, Memorias guerrilleras, que acaso salga a finales de año y que quisiera que la gente tenga la oportunidad de ver. ¿Por qué? Porque para nosotros ha sido clave el apoyo de la comunidad internacional, de las organizaciones civiles y los pueblos de Argentina, de Brasil. Recibimos muchos mensajes de apoyo, de solidaridad, que se sienten. Todo eso incide, presiona, da ánimo y, además, hace que el gobierno sienta que está siendo observado. Eso ayuda. Y en cuanto a mí, me gusta mucho la lectura, pero tengo mucha actividad, así que he tratado que cuando me queda tiempo libre dedicarlo a mi hija de veinte meses.
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