Roberto Rock, presidente de la SIP: “México ya está casi en la línea roja de los países con una alta restricción de la libertad de prensa”
El nuevo presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa cuestionó las “mañaneras” de López Obrador, el uso de la publicidad oficial y el acoso y los ataques a medios y periodistas
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CIUDAD DE MÉXICO.- Roberto Rock lleva 45 años trabajando como periodista, y no recuerda otro momento tan difícil para la prensa. No es solo por el avance del narcotráfico y la violencia y los asesinatos a periodistas en la región, sino por un modelo de acoso, hostigamiento, persecución y censura más sofisticado, señala, alentado desde gobiernos democráticos, que apunta a acallar a los medios y ha provocado lo que llama “la huella del silencio”. Lo vive en México, donde convive con la presión del narcotráfico y del gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Exdirector de El Universal y ahora al frente de La Silla Rota, Rock es el nuevo presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que recientemente advirtió por un fuerte deterioro de la libertad de expresión en América Latina. En la región, dice, hay tres dictaduras –Nicaragua, Venezuela, Cuba–, regímenes híbridos, y gobiernos de “lengua dura”, hostiles a la prensa, entre los que ubica a López Obrador. En México, Rock fustiga las “mañaneras” del presidente, el uso de la publicidad oficial, y el acoso y los ataques a medios y periodistas.
“Tenemos a tres naciones en franca dictadura, un grupo de regímenes híbridos, como Ecuador, y otro grupo donde hay lengua dura que es el caso muy claro de México, con insultos, agresiones, descalificaciones, que parecen un esfuerzo por minar la función de la prensa quitándole legitimidad, autoridad, desautorizándola como canal confiable para sus comunidades, vendiéndole a la gente que los periodistas somos unos monstruos, perversos”, describe. “México, ya está casi en la línea roja de los países que tienen una alta restricción al ejercicio de la libertad de prensa”, continúa.
–¿Cómo es la persecución contra periodistas?
–En algunos lugares es muy evidente. En Cuba, hay periodistas encarcelados, y no permanentemente, pero encarcelados al fin. En Nicaragua, hay un acoso muy consistente. Se han ido modificando las formas, se han ido estilizando, ya no es asunto de golpiza o un asesinato a mansalva contra un periodista, sino una persecución, espionaje, intimidación, acoso en redes sociales, amenazas telefónicas. En México, hay muchos periodistas que no han sido asesinados, pero sí han sido secuestrados, torturados, golpeados, regresados a sus casas y a sus medios con advertencias muy duras, y hay persecuciones judiciales. En El Salvador, hay demandas millonarias contra empresarios que están aterrorizados, ya no saben si salir del país y dar la pelea, y lo peor es que se sienten solos.
–¿Cómo opera ese acoso en democracia?
–Es un modelo más sofisticado. Las admoniciones, las amenazas. El discurso del presidente. El hostigamiento y las amenazas en muchos países han construido un fenómeno paralelo que supone el silencio de los medios hacia los gobiernos establecidos y muy notablemente al crimen organizado, que tiene abogados, personajes, incluso “periodistas” que les hablan a los medios y les dicen: “Oye, pasó esto, no quiero que publiques nada. A veces nos hablábamos a las diez de la noche entre editores y preguntábamos: ¿Qué vas a hacer con la nota del asesinato de este personaje? ¿Te hablaron? Sí, me hablaron. ¿Qué hacemos? ¿Te parece tres párrafos en la página ocho? Sale, y todos tres párrafos en la página ocho o nada. Estos mensajeros del narco, esta huella del silencio es algo que avanza muy subrepticiamente y es imposible de evaluar hasta que te topas con un caso, o viene alguien del centro para arriba, el norte, el noreste, Sinaloa, Sonora, Chihuahua, toda la frontera con Estados Unidos, y te dice: “Oye, tengo esto, ojalá lo puedas publicar tú”. Y el vínculo entre el gobierno y el crimen organizado es más evidente que nunca.
–¿Qué ha hecho López Obrador respecto del narcotráfico?
–Es toda una pregunta qué pasa en la percepción, en la estrategia de López Obrador contra el narcotráfico. Lo que es un hecho es que el narcotráfico se extiende cada vez más, cada vez está presente en más regiones del país, parecería como un status quo organizado por los propios cárteles, el número de asesinatos dolosos, de ejecuciones en las calles no deja de crecer. López Obrador recibió una cifra muy alta del gobierno anterior en materia de ese tipo de asesinatos, pero también extorsiones, secuestros. El crimen organizado pavimenta un camino, y luego le va subiendo temas. No te das cuenta cuando estás investigando piratería musical, cuando te topas con un tipo que te dice “cuidado que este negocio lo maneja tal”, o tráfico de personas, prostituciones, o narcomenudeo. Y ya los reporteros incluso en la Ciudad de México, que fue durante mucho tiempo un oasis, la gente que escribe sobre crimen organizado es gente que trae escoltas y a veces carros blindados.
–¿Cómo es la relación de la prensa con López Obrador?
–¿Cómo es el día a día de un periódico, de un medio? Personajes como el vocero presidencial, Jesús Ramírez, hablándole todos los días a las televisoras, todos los días, preocupado por un tema, por cuidar material, preocupado para que no salga un tema. Él mismo o gente suya hablándole a periódicos. Una cancelación en la mayor parte de los casos absoluta de la pauta de publicidad, una disminución, que viene de una realidad tampoco sostenible, que el gobierno mexicano gastaba muchísimo en publicidad. Los últimos gobiernos priistas gastaban una enormidad de dinero en publicidad en los medios, una cifra desproporcionada. Eso primero se redujo a la mitad, después se redujo más, y luego se concentró en los medios aliados de López Obrador, muy notablemente en La Jornada, un periódico de izquierdas con mucha destreza para acomodarse en el escenario político. Ahora es por mucho el principal periódico que recibe publicidad. Muy posiblemente si juntas a los tres o cuatro periódicos de más circulación de la Ciudad de México, no suman lo mismo que La Jornada. Muchos periódicos de los estados, muy pequeñitos, reciben cantidades importantes, y la única razón que uno puede imaginarse es que en algún momento ayudaron a López Obrador.
–¿Qué son las “mañaneras”?
–Las “mañaneras” son un ejercicio de propaganda de López Obrador, que ya hacía cuando era jefe de gobierno de la Ciudad de México. Su espíritu era provocar noticias que lo confrontaran con el gobierno de turno, en su momento el panista Vicente Fox. Una capacidad de enlazarse con el público. Las mañaneras son una especie de herramienta de propaganda como la que puede hacer un cura, habla lo que quiere, dice lo que quiere, nunca da entrevistas, a veces surgen cosas importantes, el vocero le da la palabra cada tres meses a un periodista, mientras que hay otros pseudoperiodistas que pueden preguntar cada semana. Fundamentalmente, es un ejercicio de propaganda, y una arena de control y de comunicación, insisto, no de información, para muchísima gente. Y lo utiliza para mandar señales, algunos lo entienden, hostigamiento a la prensa todos los días, hostigamiento a enemigos políticos, ataques a instituciones.
–¿Por qué López Obrador es tan popular?
–Tiene destrezas natas. Él incursionó en la política desde principios de los 80, muy joven. Hubo un personaje muy importante, Cuauhtémoc Cárdenas, que estuvo en el PRI y se pasó a la izquierda y creó un nuevo partido, el PRD, y lo buscó para ser candidato. Era un personaje que no tenía trayectoria, muy poca experiencia partidista, pero te dabas cuenta que era sobresaliente, que su contacto con la gente era impresionante. Fue candidato del PRD hasta ser candidato presidencial. Yo lo conocí a principios de los 90 y ya te impresionaba, la capacidad de negociación, la capacidad de amenazar en público y negociar en privado. Visita Cuba desde muy joven, muchas más veces de lo que ha admitido. Muy joven comenta con cercanos “tienes que ir a cuba, tienes que aprender a lograr que la gente haga lo que tú quieras, yo eso lo aprendí en cuba”.
–¿Es un populista conservador?
–Es un personaje ortodoxo en economía, o lo fue hasta este año. Había mantenido la deuda muy baja, pero este año, para terminar sus obras y enfrentar el año electoral, endeudó al gobierno, hizo un presupuesto gigantesco. Sus funcionarios dijeron que iba a ser una sola vez, pero hay dudas de si esto no va a ser una resbaladilla, un tobogán hacia modelos de presupuestos populistas. El presupuesto de 2024 seguramente va a cubrir todos los estándares de un modelo populista con una deuda que puede llevar a una devaluación. Hay un giro, una ruptura. Los primeros cinco años en ese sentido fueron impecables. ¿Pero qué hizo? Para hacer obras, secó los presupuestos de muchísimos rubros, dejó sin dinero a fideicomisos, fondos para desastres, la salud, la educación, y le dio dinero a programas sociales que reclutan ya a decenas de millones de familias.
–¿Cómo ve este momento para ser periodista?
–Yo no viví el modelo de más autoritarismo en México como periodista, los 60. Yo soy del 55. Me tocó el cuarto menguante del sistema priista. Con la llegada de Vicente Fox en el 2000 y luego Felipe Calderón, es Disneylandia. No usaban el poder para comprar los medios, o lo intentaban y no podían. Con Enrique Peña Nieto la cosa cambió, más endurecido, más control, mucho dinero en los medios. Un control de los medios importantes a través de mucho dinero, muchas influencias. Con López Obrador para algunos fue una sorpresa, para mí no tanto porque lo conocía, conocía al personaje, conocía su obsesión por los medios, su aversión por quien lo criticaba. Tengo que decirte que en el tema del periodismo se ha sufrido mucho, y en la sociedad civil mucho también. Fue más radical de lo que pensé, pero creo que no ha sido tan radical como podría haber sido. No es que haya encarcelado a periodistas. Yo siempre pensé que mientras un político hable mal de los medios pero no haga nada contra los medios, pues vamos bien. Pero ahora pienso que en un modelo de tanta polarización hablar de los medios de manera tan frecuente, tan intensiva, con una operación de ellos mismos en redes sociales tan brutal, contra periodistas, dirigentes sociales, donde alguien publica algo y te llegan diez insultos, veinte amenazas de muerte, y eso es una incitación a la violencia contra los periodistas. Aparte se replica, este hostigamiento, es un disco.
–¿Es optimista?
–En México, creo en el principio de que el sistema político, todos los partidos, se parecen al PRI. Son dictaduras sexenales, dictablandas o dictaduras, hereditarias, pero que eventualmente acaban devorando al antecesor. Ya estamos viendo señales de que eso va a pasar con López Obrador. Se le acaban los seis años, y como decimos aquí, acaba siendo un refresco de gaseosa sin gas. En ese sentido, soy optimista de un nuevo modelo. Me alarma mucho la Argentina. Lo que percibo es que algo se fracturó, y yo creo que siempre esas fracturas tienen que ver con la política, no es el narcotráfico, los precios, tiene que ver con la falta de entendimiento político. ¿Qué puede pasar con la ruptura política? Si hay una fractura con los poderes que dan equilibrio a la democracia argentina. En eso estamos nosotros, no sabemos si mañana va a desaparecer la Corte o si van a modificar la Constitución para que elijamos a los ministros. Sí, soy pesimista. Algo ha fallado en nuestros sistemas políticos que no filtran a los locos, que no filtran a los demagogos. Yo creo que nuestras democracias no han logrado filtrar esos personajes, lo que no sé es por qué, por qué ha fallado ese filtro democrático que aislaba a los márgenes, como pasó mucho tiempo en la democracia francesa, los locos estaban ahí pero no llegaban al poder. En América Latina ya tuvimos a Jair Bolsonaro. Entonces en qué momento este tipo de personajes… la tentación está ahí.
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