Roberto Rock, presidente de la SIP: “En El Salvador hay indicadores muy preocupantes de hostigamiento contra periodistas”
El reconocido periodista mexicano alerta sobre el estado de la libertad de expresión bajo el régimen de Bukele tras un viaje de tres días al país centroamericano
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El gobierno de Nayib Bukele ya dejó un legado indiscutido para El Salvador: la pronunciada reducción de la violencia en un país que durante décadas estuvo a merced de las pandillas, gracias a una estrategia de mano dura que lo convirtió en uno de los presidentes más populares de la región. Pero su gobierno también dejará una huella difícil de borrar en otros aspectos, algunos por los que despierta dudas y cuestionamientos, desde los derechos humanos hasta la libertad de expresión, según distintos organismos internacionales.
El periodista mexicano Roberto Rock, presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y director de La Silla Rota, estuvo tres días en el pequeño país centroamericano junto a la coordinadora del programa de América Latina del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), Cristina Zahar, para evaluar la situación de la libertad de expresión en El Salvador, cada vez más preocupante, según informes de distintos organismos, desde Reporteros sin Fronteras hasta la Relatoría Especial de la OEA.
En línea con esos reportes, y después de reuniones con periodistas, empresarios, académicos, organizaciones de derechos humanos y un funcionario del gobierno de Bukele -el comisionado presidencial de derechos humanos y libertad de expresión, Andrés Guzmán-, Rock alertó sobre las condiciones cada vez más hostiles para ejercer el periodismo en El Salvador, con un creciente acoso -judicial, fiscal y en las redes sociales- a los periodistas y un acceso limitado a la información pública. Señaló que Bukele es parte de un modelo que se está extendiendo en la región, de líderes que “llega al poder por vida democrática y desde adentro del poder demuelen la democracia”, y comparó al mandatario salvadoreño con el presidente argentino, Javier Milei, antes de su reunión bilateral en Buenos Aires a principio de octubre.
- ¿Con qué se encontraron en su misión en El Salvador en relación a la libertad de expresión?
- Toda la gente con la que hablamos arrojaban indicadores muy preocupantes de hostigamiento contra periodistas. Nos llamó la atención que, en el arranque de su segundo periodo de gobierno, Bukele suspendió las estigmatizaciones directas contra periodistas y medios de comunicación, pero se intensificó este tipo de prácticas con funcionarios de su gobierno. Hay una hostilidad muy intensa que solo se puede imaginar como producto no solamente de una coordinación de voluntades, sino de la contratación, del uso de bots y de falsos influencers. A eso se sumó el registro de un incremento en el tipo de amenazas contra periodistas, que van desde este tipo de intimidación digital hasta el secuestro de instrumentos de trabajo cuando están haciendo alguna cobertura, hostigamiento en la calle por parte de policías, de agentes vestidos de civil, incluso de policías de empresas privadas, con la amenaza de que al amparo del régimen de excepción -que ya lleva 30 meses- los pueden llevar presos. Incluso hay un reporte de un periodista en las afueras de San Salvador que reportó haber sido detenido y torturado. A ellos se suma una serie de acosos judiciales a los medios.
- En ese sentido, ¿cuáles fueron y son los desafíos para los medios durante la gestión Bukele?
- Hay un nivel de incertidumbre muy importante. Tanto El Diario de Hoy como La Prensa Gráfica han sido objeto de requisitorias fiscales de manera muy intensiva. Muy específicamente, en el caso de El Diario de Hoy, hay una demanda judicial que tomó más de un año para desahogarse. El padrastro de un alto funcionario que encabeza el aparato de inteligencia el Estado demandó al diario con un reclamo de 10 millones de dólares por publicar una nota que había sacado el semanario mexicano a Proceso relacionada con el uso del software de espionaje Pegasus contra periodistas, defensores de derechos humanos y otros personajes de la sociedad civil. Este señor mantuvo esta demanda en una de las revisiones en tribunales hasta que dejó de presentarse, lo cual hizo se sobreseyera la demanda. También ha habido por parte de la Asamblea Legislativa iniciativas como la “ley mordaza” [que implicaba condenas de hasta 15 años de cárcel para quienes difundieran mensajes relacionados con las pandillas, artículo que luego fue eliminado], la ley llamada “de agentes externos”, que busca impedir donaciones o apoyos internacionales para el desarrollo del periodismo, que en el caso de El Faro o Factum, por ejemplo, resulta indispensable, porque hay un uso totalmente discrecional de la publicidad gubernamental que premia a los medios afines y castiga a los medios que no lo son. Y eso se junta con la tormenta que están enfrentando los medios en todo el mundo. Creo que en el conteo de medios suprimidos por supuesto que está El Faro, que cerró en El Salvador y sigue operando desde Costa Rica, como ha ocurrido con otros medios en Nicaragua.
- Considerando el caso de El Faro, que tiene además a uno de sus fundadores, Carlos Dada, en el exilio por la amenaza de una causa judicial en su contra, ¿el exilio de periodistas es una realidad creciente en El Salvador?
- Sí, nosotros tuvimos acceso y el testimonio directo de APES [Asociación de periodistas de El Salvador] sobre la existencia de ocho periodistas en el exilio. Y hay un fenómeno que los colegas no llaman exilio sino movimientos temporales, donde un periodista publica algo y decide salir del país durante dos o tres meses a la espera de si hay alguna orden judicial en su contra.
- ¿Que evaluación hace del enfoque de Bukele hacia el periodismo desde que asumió hasta ahora?
- La percepción es que no ha cambiado nada. Me gustaría destacar además que hay una virtual cancelación de toda normatividad en materia de transparencia y acceso a la información pública. Existe un órgano garante, pero está totalmente desarticulado. Todo lo que se refiere a planes de trabajo, a formas en que se gastó el dinero público, está bloqueado y cuando alguien solicita al gobierno una información, la respuesta sistemática es que no se otorgan por temas de seguridad nacional.
- ¿Cuál es, si es que hay, el vínculo entre la alta popularidad que tiene Bukele en El Salvador con la opacidad de la información de lo que hace su gobierno?
- Yo estoy seguro de que hay. Creo que hay una un modelo que se repite en nuestros países de alguien que llega al poder por vida democrática y desde adentro del poder demuele la democracia. Nosotros tuvimos reuniones con miembros del cuerpo diplomático acreditado en El Salvador y encontramos una preocupación coincidente sobre las cosas que están pasando. La persistencia del régimen de excepción crea reportes de allanamientos presumiblemente ilegales y crea la percepción de que una parte de los 85.000 encarcelados en este periodo –el número oficial- pueden ser inocentes. La oposición, como está ocurriendo varios de nuestros países, está acorralada, virtualmente extinguida. Pero en paralelo hay muchos reportes muy poco públicos en el sentido de que El Salvador está enfrentando un problema económico muy importante a la par de este éxito en materia de seguridad, que uno puede considerar que fue una proeza. Pero creo que a medida que conozcamos más detalles, esta proeza va a palidecer. El gobierno Bukele está buscando el apoyo del Fondo Monetario Internacional. Pensamos que esa necesidad para contar con el aval de la comunidad financiera internacional es un momento importante para tratar de influir en el atenuamiento del régimen de excepción y de las restricciones que tienen diversas libertades, entre ellas, la libertad de expresión.
- Usted menciona a una oposición acorralada y parte de los cuestionamientos a Bukele es el avance sobre los otros poderes. ¿Cuál es el rol del periodismo cuando hay una falta de contrapesos políticos?
- Uno tendría que decir que los principios básicos indican que el periodismo no es un opositor al gobierno. Sin embargo, el periodismo se debe manejar con las libertades que crea pertinentes. Nosotros tratamos de dejar clara la postura de la SIP y el CPJ por mantener un estándar importante en materia de libertad de expresión. Creemos que el periodismo debe ser en este tipo de entornos más que nunca un aliado de la sociedad para tener los servicios elementales, noticias de calidad, jerarquizadas, verificadas. Una de las entidades diplomáticas con las que nos reunimos nos contó que había organizado un encuentro privado con periodistas de la que participó por Zoom el vicepresidente, Félix Ulloa. A la luz de los reclamos de los periodistas, él dijo: “Ustedes deberían agradecer que no hemos matado a ningún periodista”. Entonces es una caricaturización de la torpeza política de algunos actores; la obsesión por plegarse al presidente a ver quién es más crítico con los medios los lleva a cometer este tipo de posicionamientos absurdos.
- Este tipo de hostigamiento a la prensa se ve en la región en gobiernos de distinta ideología. Sin ir más lejos, en América Central, se puede ver en gobiernos como el de Bukele y el de Nicaragua, que es de izquierda.
- Totalmente. Desde la SIP, por ejemplo, vemos con creciente preocupación el caso de la Argentina. El presidente Milei y funcionarios de su gobierno han ido escalando este tipo de lenguaje hostil hacia los medios de comunicación; ha habido casos de periodistas golpeados en la cobertura de manifestaciones. Hay un tema que a mí me parece singular: estos nuevos gobiernos convencen, y a veces con buenas razones, que se viene de una crisis tal que la gente prefiere renunciar –como dicen algunas encuestas- a una atmósfera más democrática si le garantizan algunos beneficios, como la seguridad. Eso se suma a la percepción de que esta irrupción de gobiernos populistas, de polarización, suceden a gobiernos muy corruptos. Es un patrón que se viene replicando en nuestros países, como en El Salvador y en México también. Pero en la experiencia que paulatinamente se va acumulando se ve que cuando estos gobiernos acaban siendo desnudados, se encuentra que su operación es también enormemente corrupta.
- Otra cosa que tiene en común este tipo de liderazgo es que descansa mucho en la comunicación directa en las redes sociales y desprestigian a los medios de comunicación, que cumplen otro rol, de vigilancia y verificación.
- Hay quien piensa que esto empezó con Vladimir Putin en el 2000 y que sigue hasta ahorita, y que pasa por nuestra región con casos muy emblemáticos como Milei, Bukele, López Obrador. A mí me da la impresión que se contactan muy bien con la gente, pero informan muy mal. Administran muy mal los temas y le hablan solo a su gente, a su público, que puede ser muy grande, pero que va tendiendo naturalmente a disminuir.
- Usted estuvo en El Salvador y vendrá a Argentina para la reunión de la SIP. ¿Cree que hay algo de lo que usted vio en El Salvador que debería funcionar a modo de alerta para la Argentina en relación a la libertad de expresión?
- Varias cosas. Especialmente saber que esto no hace sino empeorar. Lo mejor tiene como cierto techo, pero lo peor siempre puede estar peor. Otra lección es que es un error de cálculo muy importante pensar que “a mí no me toca”, que si algo pasa, le va a pasar a otro. Se los decíamos a los empresarios y a los periodistas: cuando digan “vinieron por este periodista, pero yo soy de otro medio y a mí no me va a pasar nada”, no es cierto. Yo creo que la unidad periodística es muy importante. Y que la conexión con la comunidad es esencial.
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