Riesgo extra: cómo impacta la tormenta de la inflación global en la Argentina
Según expertos, la suba de precios generalizada en energía, combustibles y transportes de suministros sumará dificultades para estabilizar la economía local
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Kristalina Georgieva está “asustada”, según quedó asentado la última semana, con esa palabra, en el informe Perspectivas de la Economía Mundial (WEO) del Fondo Monetario Internacional (FMI). No es por las recientes acusaciones de que habría ofrecido un trato de favor a China durante su gestión al frente del Banco Mundial –o, al menos, no solamente–, sino por el alza inflacionaria que sacude al mundo, que podría promediar el 3,6% en lo que resta del año y generar aún “mayor presión sobre las economías más pobres”.
Entre aquellos países con economías enclenques figura la Argentina. Pero existe una salvedad: los números del alza de precios local están a años luz de los que alarman a Georgieva e, incluso, de los pronósticos del FMI para América del Sur, considerada vulnerable, que estiman una inflación que oscilaría entre 9 y 11 puntos entre este año y el próximo.
Estas cifras son, como mínimo, un quinto de las que registra la Argentina –la inflación de octubre alcanzó el 52,5% en términos interanuales– y de las que se esperan para 2022, cuando, según analistas, podría superarse el 60%.
Bajo este contexto, si bien el vendaval de precios globales tiene y tendrá su impacto en el país, economistas consultados por LA NACION coinciden en que el (grave) problema de cabotaje corre por una vía paralela a la del resto del mundo. Aún así, cuanto más persista el riesgo inflacionario general, afirman, más incómodo y difícil será para la administración de Alberto Fernández el intento de acercarse a algún tipo de economía estable.
“No se puede poner en un pie de igualdad lo que pasa en la Argentina y en el resto del mundo. La diferencia de escala es muy importante dado que los parámetros inflacionarios locales no están presentes en casi en ningún otro lado”, explica a LA NACION el economista Camilo Tiscornia, director de C&T Asesores Económicos. Y amplía: “El impacto de la inflación global termina siendo menor que los problemas económicos propios que, de base, enfrenta el país”.
Sí comparten la Argentina y las otras naciones del mapa, según Tiscornia, el temor por las repercusiones que se empiezan a sentir tras la emisión monetaria y las políticas expansivas que se desplegaron para enfrentar la pandemia por coronavirus. “Pero en la mayoría de los bancos centrales se cree que la suba en la inflación es transitoria, lo que les preocupa es no saber cuánto va a durar. Acá, por el contrario, es un hecho estabilizado, más alto y más persistente”, remarca el economista.
Entre el desabastecimiento generalizado, los bloqueos en las cadenas de suministro, la suba del precio de las materias primas, la falta de elementos electrónicos esenciales y la crisis energética, el problema que más repercute en nuestro país es probablemente este último, según Tiscornia. “El caso particular del petróleo es complicado porque la Argentina depende cada vez más de la importación de energía para abastecerse. Quizás el impacto no es directo porque el Gobierno controla los surtidores, algo que no pasa en el resto del mundo, entonces no se vería tanto en los precios, pero sí en las cuentas públicas y en la demanda de dólares”, detalla el director de C&T.
En la misma línea que Tiscornia, Marcelo Elizondo, presidente de la Cámara de Comercio Internacional en el país (ICC Argentina), señaló a LA NACION: “La suba en el precio del petróleo no solo afecta los costos de importación, sino que exige al país mejorar las condiciones para atraer inversores. El interesado en Vaca Muerta pedirá que se acompañen los precios internacionales, y, si el Gobierno insiste en seguir desacoplando los precios internos de los externos, se le va a hacer más difícil”.
Sumado a la sacudida en el rubro de la energía, Elizondo destaca que “siempre que hay inestabilidad en los mercados internacionales, sus precios, tasas y cotizaciones, se complejiza el escenario en la Argentina porque los comercializadores y financiadores tienden a ir a lo seguro”. Y la seguridad es la gran faltante en un país con tantas dificultades.
“Puede haber salida de capitales, tensión cambiaria por los operadores que quieran protegerse y postergaciones de cualquier voluntad de invertir en el país”, enumera el titular de ICC Argentina.
Al comparar la situación económica –y, particularmente, inflacionaria– local con la internacional, Elizondo se detiene no solo en la diferencia de escala a la que hacía alusión Tiscornia, sino en la disponibilidad de herramientas para neutralizar el caos. “Los países desarrollados tienen instrumentos de corrección muy a mano. Los bancos centrales tienen capacidad para ajustarse, mientras que acá sobran dólares en el mercado paralelo, pero no hay reservas”, explica.
“Además, las razones que motivan la inflación son distintas. La tasa argentina está asociada a una economía sobrerreprimida, problemas de expectativas, atrasos cambiarios, entre otras causas. No creo que el Gobierno esté preocupado por abordar el tema internacional sino por manejar la canasta básica, las tarifas y los problemas domésticos”, agrega.
Elizondo estima que la inflación de 2022 en la Argentina podría acercarse al 60%, pero le resulta difícil arriesgar en cuántos puntos de ese porcentaje opera la coyuntura externa porque, insiste, “el desfase con lo que pasa en el mundo es muy amplio”.
El número final dependerá del tipo de políticas que despliegue el gabinete de Fernández en el segundo tramo de su mandato. Pero, advierte Tiscornia, “no hay dudas de que la inflación será alta de nuevo” y estará muy por encima de ese casi 10% sudamericano que pronostica el FMI.
“Cualquier variable que intente corregir el Gobierno, desde el vamos, generará inflación: liberar el dólar, que no puede seguir moviéndose el 1% mensual; ajustar las tarifas, o emitir moneda para financiar el déficit”, concluye el director de C&T.
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