Ricardo Nachman, forense argentino en Israel: “Muchos de los rehenes recuperados en Gaza eran esqueletos”
Coordina el único centro de medicina forense en Israel y está a cargo de la identificación de los cuerpos tras la masacre del 7 de octubre, además de coordinar un equipo de profesionales que recibe a los israelíes que vuelven de la Franja
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“Esto que les voy a mostrar es lo que yo vi, nadie me lo contó”, dice Ricardo Nachman, médico argentino que vive hace más de tres décadas en Israel, donde dirige el único Centro Nacional de Medicina Clínica Forense en el país, y se apura en pedir disculpas por las imágenes que va a proyectar a través de una pantalla compartida en una conversación por Zoom.
Como coordinador nacional de medicina forense para el Ministerio de Salud de Israel, Nachman no solo vio lo peor que dejó el feroz asalto de Hamas contra el país donde reside y del que es ciudadano el pasado 7 de octubre –cuerpos incinerados, mutilados, abusados -. También escuchó relatos de terror: él coordina seis equipos de profesionales que reciben a los rehenes que son liberados por el grupo terrorista por intercambios por prisioneros o que son rescatados por el Ejército israelí en la Franja de Gaza. Además, identifica a aquellos cuerpos de los secuestrados que son recuperados en el enclave, en estado de putrefacción.
“Decidí sacarme los guantes para pelear con la verdad”, dice Nachman a un grupo de mujeres periodistas de distintos medios–entre ellos, LA NACION- en la residencia del embajador de Israel en la Argentina, Eyal Sela, en Puerto Madero, y comienza a mostrar las imágenes de los restos que recuperaron los días posteriores a ese “sábado negro”, como menciona a aquel día en el que 1200 personas murieron por el brutal ataque y otras 250 fueron secuestradas y trasladadas a Gaza.
Las imágenes que comparte son espeluznantes: en general, no son cuerpos enteros sino restos que pueden ser de apenas algunos centímetros. Y en muchos casos, se ven negros, carbonizados. Señala que eso demuestra los terroristas usaron acelerantes para quemar los cuerpos de las víctimas. “Sabían muy bien lo que estaban haciendo: intentaron hacer desaparecer los cuerpos”, dice Nachman en español, mientras se cuelan algunas palabras en hebreo que intenta traducir en tiempo real.
Para entender qué es lo que muestra es necesario escuchar su explicación. Si no, es casi imposible comprender que eso que se ve es parte de un cráneo, una mandíbula, una columna, costillas. Muestra, por ejemplo, una pieza negra que los especialistas creían que pertenecía al cuerpo de una persona hasta que, a través de una tomografía computada, identificaron que eran dos cráneos de dos mujeres. También se ve un fragmento de hueso de alrededor de 1,2 centímetros recuperado de Gaza. Gracias a la tecnología, descubrieron que era parte de un cráneo, y sirvió para confirmar la muerte de un rehén del que no había información.
“Obviamente no dormí durante meses”, dice Nachman, y comenta que después del ataque del 7 de octubre –que provocó una respuesta militar israelí que ya dejó más de 37.000 muertos en Gaza, según fuentes del enclave, gobernado por Hamas- pasó de trabajar 42 horas por semana a 142 (casi 20 horas diarias). “Hubo dos cosas que me sacaron el sueño: explicarle a todo el mundo lo que vi; y una niña de 12 años que fue masacrada y quemada. La identificamos por 12 centímetros de un tejido blando y una parte de columna vertebral. Era lo único que había para sepultar”, menciona.
“Dentro del sufrimiento, por lo menos la familia tiene la alegría de tener algo para sepultar, eso es algo que solo se entiende en Israel”, dice Nachman.
Durante meses, la conmoción atravesó a todo su equipo de trabajo con cada hallazgo. “Algo que nos quebró fue ver a una criatura y a un adulto quemados (no sé si vivos o no) pegados. No solo estaban pegados por la acción del fuego: estaban atados con alambres”, cuenta el médico nacido en Río Negro, criado y recibido de médico en Rosario, e instalado en Israel desde 1992.
“Después de nueve meses, todavía no lo puedo procesar”, dice Nachman, y no puede evitar quebrarse, aunque intenta frenar las lágrimas. A pesar de haber trabajado como forense en desastres como el tsunami de Tailandia de 2004 y el terremoto de Haití de 2010, ambos con cientos de miles de muertos, lo que vivió en los últimos meses fue distinto a cualquier otra experiencia. “Esta es mi gente. Son mis hijos, mis hermanos, seres humanos que han sido masacrados. Creí que estaba preparado, pero no”, agrega, invadido por la angustia por un proceso que no termina.
Es que todavía quedan unos 120 rehenes en Gaza –vivos o muertos-, mientras que hay un caso de una mujer desaparecida de la que no hay rastros y lo desvela. “No se sabe si fue secuestrada, si está viva o está muerta. Es un caso incógnito hasta ahora”, dice más tarde, en una conversación telefónica con LA NACION.
El regreso de los rehenes
Según cuenta Nachman, de las conversaciones de los más de cien rehenes que volvieron a Israel –por un intercambio o por extracción militar- con los médicos se pueden sacar algunas conclusiones generales sobre la vida en cautiverio. Que comían una vez por día o cada dos días (“pan de pita y alguna que otra cosa”); que solo podían bañarse una vez cada dos semanas o más; que prácticamente no veían al sol; que bebían aproximadamente un litro de agua por día. “Todos volvían con desnutrición, además de golpeados, con cicatrices, fracturas; la mayoría por la forma en que los han llevado a la Franja de Gaza”, señala el especialista forense.
En ese primer contacto con los rehenes liberados, sobre todo al momento de la atención ginecológica, también se ha escuchado otro drama, que de a poco comenzó a conocerse: los ataques sexuales durante el asalto de octubre y en cautiverio, como quedó plasmado en un informe de la Asociación de Centros de Crisis por Violación en Israel y un relevamiento de la ONU, y cuya cara más visible fue de la rehén Amit Soussana, quien hizo público un desgarrador testimonio sobre la violación que sufrió en Gaza.
“Uno se da cuenta cuando te niegan algo que pasó. Por ejemplo, uno escucha que una mujer que vuelve y dice ‘no pasó nada’, pero después le dice a una trabajadora social ‘qué bueno que mi marido no estuvo ahí’. ¿Por qué lo dijo? ¿Sabés cuantas personas uno escucha que no pasó nada y es simplemente para no manchar a la familia?”, menciona el médico sobre la dificultad de relevar estos casos, y menciona además un posible “pacto de silencio” entre algunos rehenes por temor a represalias contra los amigos y familiares que siguen secuestrados.
Además, comenta que en general a los rehenes cuando vuelven a Israel “se los ve bien” por la “euforia” que les representa volver a su país. Sin embargo, menciona que “el proceso va muy por dentro y muy a largo plazo”, motivo por el cual es necesario un acompañamiento psicológico. Otros directamente se quiebran al conseguir la libertad, como Luis Har, uno de los dos argentinos (junto a Fernando Marman) liberados en febrero por el ejército israelí. “Luis no ocultó las lágrimas, se largó a llorar, nos abrazamos, me hizo llorar. Me contó todo lo que pasaron. Pero también se calmaba y se reía”, menciona.
Pero los rehenes no siempre vuelven vivos. Incluso hay personas que fueron trasladadas ya asesinadas a Gaza, para negociar su intercambio, en una religión donde la sepultura cumple un rol fundamental.
“El 99,99% de los cuerpos que fueron recuperados [en Gaza] estaban en un estado de putrefacción avanzada, muchos de ellos en estado de esqueletización”, menciona Nachman, intentando ser técnico para evitar los sentimientos. Distingue que algunos cuerpos fueron enterrados en el enclave, por lo que se conservaron mejor, y otros guardados en bolsas, enteros o de a partes. “Muchos de ellos han sido mutilados, uno encuentra lo que puede para después identificarlos”, dice.
Mientras tanto, la suerte de alrededor de 120 rehenes es todavía un misterio. Entre ellos, de nueve argentinos, incluidos los Bibas, un matrimonio con dos hijos –hoy de uno y cinco años- que se han convertido en un símbolo en los reclamos por la liberación de los secuestrados. Hamas dio por muertos a la mujer y sus dos niños, pero Israel no pudo confirmarlo y todavía sigue viva la esperanza. “Tuve varios casos que me han atravesado la cabeza y el corazón, la familia Bibas es algo que me tiene muy mal”, dice el médico con acento argentino.
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