Primaveras árabes: vuelve a encenderse la rebelión popular en dos países
TÚNEZ.- Hace tiempo que la Unión Europea anda con el paso cambiado en Medio Oriente. Así pues, no es de extrañar que al mismo tiempo que se celebraba la semana pasada en Egipto la primera cumbre entre los líderes de los países europeos y árabes bajo el título "Invertir en la estabilidad", dos de las naciones presentes, Argelia y Sudán, estén experimentando sus propias revueltas populares de incierto desenlace.Si bien es cierto que las rebeliones conocidas como "primaveras árabes" han desembocado en guerras civiles o regímenes autoritarios -con la notable excepción de Túnez-, la movilizaciones de Argelia y Sudán demuestran que la ecuación que iguala dictadura a estabilidad es incorrecta.
La revuelta en Sudán se inició el 19 de diciembre pasado y su detonante fue la decisión del gobierno de aumentar el precio del pan -se triplicó-. Enseguida, las protestas pasaron a exigir la dimisión del presidente Omar al-Bashir. A pesar de la violenta represión policial, que ya ha se cobrado al menos 60 vidas según las organizaciones de derechos humanos, las tozudas protestas diarias en las calles no han aminorado ni tan siquiera la declaración del estado de emergencia a finales de febrero.
En una nueva expresión de una tendencia global, las protestas han sido lideradas por grupos de la sociedad civil más que por los partidos de la oposición. En concreto, en Sudán se trata de la Asociación de Profesionales Sudaneses, que reúne sobre todo a médicos, profesores e ingenieros, quien convoca las manifestaciones. Ahora bien, también se suelen sumar estudiantes, jóvenes activistas movilizados a través de internet y militantes de los partidos opositores. Una señal de la fuerza del movimiento es que, en un país marcado por una larga tradición de conflictos tribales y étnicos, las movilizaciones se han extendido por todo el territorio, incluida la capital. Sin duda, al-Bashir se enfrenta al desafío más peligroso a su poder desde que accedió a la presidencia del país en 1989 a través de un golpe de Estado.
El escenario preferido por la comunidad internacional es una transición pacífica, pactada entre gobierno y oposición, que evite el descenso del país en el caos. "Por su carácter, me cuesta ver que al-Bashir dimita por voluntad propia. Más bien, lo podrían empujar de su propio partido algunos sectores contrarios a que se perpetúe en el poder", apunta un analista político sudanés que prefiere guardar el anonimato. Las otras dos pasan por un golpe de Estado del Ejército, o bien una bunkerización del régimen que desemboque en un baño de sangre.
En Argelia, la revuelta es mucho más reciente y la reacción de las autoridades menos violenta: cuenta con solo par de semanas y ninguna víctima mortal. Comparte con la sudanesa su carácter civil, pues las convocatorias las hicieron grupos ciudadanos en las redes sociales, y un por parte de unos desprestigiados partidos de la oposición. El desencadenante ha sido la decisión de presentar al presidente Abdelaziz Bouteflika a las elecciones presidenciales del próximo 18 de abril, vista por muchos sectores como una humillación. A sus 81 años, y siete años después de sufrir un infarto cerebral que lo postró en una silla de ruedas, Bouteflika es un presidente "invisible". Desde 2013 no habla en público, y la percepción mayoritaria es que sus mermadas facultades no le permiten gobernar el país. Por eso, la principal demanda es la retirada de su candidatura, y la apertura de una transición democrática.
"La candidatura de Bouteflika es fruto de la falta de acuerdo entre las diversas facciones del régimen sobre quién debe ser su sucesor", comenta el periodista Othman Lahiani. Según los rumores que circulan por los mentideros argelinos, el cerebro que mueve los hilos detrás de la figura inerte del presidente es su hermano Said. El dilema que afronta "le pouvoir", como se conoce a los poderes fácticos del país magrebí, no es de fácil resolución: ¿es mejor insistir en la candidatura del "raïs", lo que podría comportar una escalada de las movilizaciones, o bien imponer un sucesor que no cuente con un apoyo sólido de todas las facciones? A diferencia de sus padres, una nueva generación de jóvenes sin el paralizante trauma de la sangrienta guerra civil de los noventa no se conformará con cambios cosméticos.
Hoy los medios de comunicación oficiales confirmaron la candidatura de Bouteflika. Pero el presidente dijo que se comprometía si era elegido el 18 de abril, a no terminar su mandato y retirarse tras unas elecciones presidenciales anticipadas cuya fecha será fijada tras una "conferencia nacional".
Según el profesor Marc Lynch, es problemático definir estas revueltas como una Primavera Árabe 2.0. "Aunque las demandas de los manifestantes hoy son muy similares más allá de las fronteras, no se enmarcan como una lucha común", escribe Lynch en un artículo reciente. Las causas que provocaron el estallido del 2011 -la desigualdad, la pobreza, la represión y la falta de legitimidad de los gobiernos-, continúan vigentes en la región. Y en la medida que los regímenes autoritarios no les den una respuesta -y es difícil que puedan-, invertir en ellos solo podrá traer una estabilidad ficticia y pasajera.
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