Revuelo por una frase que le atribuyen al papa Francisco en una reunión con familiares de víctimas palestinas: “Es un genocidio”
Francisco, que también se reunió por separado con familiares de rehenes israelíes, habría señalado ante la delegación palestina que lo que pasa en Gaza “es un genocidio”, pero esta versión fue desmentida por su vocero
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ROMA.- Tal como se había anunciado, Francisco se reunió este miércoles, en dos momentos distintos, con un grupo de familiares de rehenes capturados por el grupo terrorista Hamas el 7 de octubre y, más tarde, con otro de familiares de víctimas de la represalia en la Franja de Gaza. Ante la delegación palestina el Papa habría asegurado que lo que está pasando en el enclave“es un genocidio”, según dijeron más tarde en una conferencia de prensa, pero esta versión, que creó revuelo, fue desmentida después por el vocero papal, Matteo Bruni.
“No me consta que haya usado esa palabra, sino que utilizó los términos con los que se expresó durante la audiencia general y palabras que, de todos modos, representan la situación terrible que se vive en Gaza”, aclaró Bruni. Al finalizar la tradicional audiencia general, en efecto, el Papa, tras contar que por la mañana había recibido a las dos delegaciones, hizo un comentario que también hizo ruido. “Ellos sufren mucho, he sentido cómo sufren los dos: las guerras hacen esto, pero aquí hemos ido más allá de las guerras, esto no es hacer guerra, esto es terrorismo”, denunció, en una frase que pareció equiparar a Israel con Hamas, que cosechó críticas. “Por favor, sigamos adelante por la paz, recen por la paz, recen mucho por la paz”, pidió.
Consciente de la alta sensibilidad en torno de esta guerra, el Papa, que siempre intenta tener un rol super partes y neutral en los conflictos, en las últimas semanas había recibido pedidos de audiencia de parte de familiares de rehenes. Pero sólo se concretó este miércoles al darse, a su vez, otra audiencia con familiares de víctimas palestinas. “O vienen los dos, o nadie”, habría dicho el Papa, según pudo saber LA NACION de fuentes vaticanas.
En este marco, le dedicó a cada delegación, que recibió temprano en el Vaticano, exactamente el mismo tiempo: 20 minutos. Fueron muy intensos, emotivos, llenos de dolor, como contaron más tarde sus participantes, en dos conferencia de prensa dramáticamente distintas.
“Los terroristas entraron en nuestras casas, asesinaron, violaron a nuestras mujeres. Mis manos no bastan para sostener las fotos de los familiares que se llevaron, también niños y bebés. En estos días no tengo mi casa, la mitad de mi familia está secuestrada y no sé qué sucederá mañana”, contó el argentino José Luis Cunio, del kibutz Nir Oz. Su hijo David Cunio, junto a sus dos nietas mellizas argentinas, Yuli y Emma y su nuera, Sharon Alony Cunio, así como su hermana y su hija de cinco años, se encuentran desde hace 47 días en manos de Hamas.
El mismo calvario está viviendo Moshe Leimberg, que también estuvo en la audiencia, que tiene secuestradas en Gaza a su mujer, Gabriela, y a su hija de 17 años, Mia, las dos nacidas en la Argentina. Su familia vive en Jerusalén pero las dos mujeres habían ido a visitar a la hermana de Gabriela que vive en el kibutz Nir Yitzhak, donde al amanecer del 7 de octubre irrumpieron los terroristas de Hamas y se las llevaron.
“Mi corazón está enterrado en Gaza. Rezo para que nuestros corazones salgan de Gaza. También por los inocentes palestinos que están sufriendo en Gaza”, dijo Rachel Goldberg. Su único hijo de 23 años había ido al festival de música en el desierto del Negev, contó, al mostrar una foto. Como los demás, admitió que su vida ya no es la misma desde el 7 de octubre, cuando ya no pudo ni comer ni dormir.
“No sabemos si están vivos, heridos, si reciben medicación… Queremos que se conozcan sus historias, que se sepa el drama de no saber dónde están tus parientes, que los liberen y que por lo menos nos digan cómo están”, clamó a su turno Nadav Kipnis, que contó que 12 miembros de su familia fueron asesinados o secuestrados. Y que, por otro lado, cuestionó lo que dijo el Papa en la audiencia general, al sostener que “decir que los dos lados hacen terrorismo es una falsa equiparación”.
Disconformismo
Aunque en la delegación israelí la mayoría agradeció y destacó la compasión y el respaldo de Francisco a su causa -desde el principio, todos los domingos, pidió la liberación inmediata los rehenes-, también hubo algunos disconformes.
“Estoy desilusionado porque el Papa nos dedicó poco tiempo y mi hija no pudo contar la historia de su hermano gemelo. Siento, además que aunque habló de detener la guerra, no haló de Hamas como organización terrorista”, protestó Yehuda Cohen.
No hubo disidencias en la conferencia de prensa del grupo palestino que tuvo lugar, más tarde, en un salón en el que una pantalla pasaba fotos de la destrucción de Gaza y de niños y mujeres muertos en los bombardeos israelíes.
“Todos nos quedamos sorprendidos por lo informado que está el papa Francisco sobre Gaza, donde la gente está sin agua -sabía que la gente toma agua salada-, sin electricidad, sin comida, sin poder cubrir sus necesidades básicas y nos sorprendió por las declaraciones que hizo sobre el conflicto: nos dijo que no era una guerra porque se atacan a los civiles, nos dijo que se trata de un genocidio y que tenía que haber un cese del fuego”, contó Shireen Awwad Hilal, palestina cristiana de Belén.
La delegación contó que invitó el Papa a ir a Gaza “para detener la guerra” y que el Pontífice les dijo que le parecía “una buena idea”, que prometió que iba a discutir con sus diplomáticos. De los diez palestinos recibidos por el Papa –acompañados por un cura greco-ortodoxo y por el sacerdote católico argentino Gabriel Romanelli, del Instituto del Verbo Encaranado y párroco de Gaza-, sólo una mujer, Soher Amastas, estuvo en Gaza durante los primeros 40 días de guerra.
Logró salir junto a su hija gracias a sus pasaportes canadienses, según contó, en un viaje de terror, debajo de las bombas, por un corredor que de seguro no tenía nada. “Es indescriptible lo que viví para salir de Gaza. Mi hija de 7 años me preguntaba si iba a morir, fue espantoso”, contó, al confesar que no podía dejar de pensar en quienes siguen ahí en Gaza, sin poder salir.
Como la mayoría de los más de 2 millones de gazatíes, Soher fue obligada a abandonar su casa y estuvo refugiada en la parroquia católica de Ciudad de Gaza, junto a más de 400 personas, más de un mes.
Los otros nueve palestinos presentes, que viven en el exterior o en Cisjordania, a su turno denunciaron cómo, en los implacables bombardeos israelíes en represalia al feroz ataque de Hamas, perdieron madres, padres, abuelos, decenas de niños, sus casas, amigos de toda la vida.
“Hace dos semanas, mirando las noticias por televisión reconocí a mi barrio, el campo de refugiados de Al-Shati, donde nací y viví durante 32 años. Empecé a llamar a mi familia pero las comunicaciones están cortadas y fue al día siguiente que mis vecinos empezaron a enviarme fotos de mi casa bombardeada”, contó Mohamed Halelu, que perdió a 30 miembros de su familia.
“Mataron a mi madre, mis hermanas, sus hijos, todos murieron. No son números, son personas con proyectos para el futuro, eliminadas en un instante”, denunció Halelu, manager informático que vive en Bélgica. “Los mataron después de haber sido privados de agua, electricidad, comida, atención médica, durante semanas. Lo que pasó con mi familia no es algo único, es sistemático, esto es un genocidio”, clamó, en una acusación que hicieron todos los demás presentes, que subrayaron los más de 14.000 muertos, de los cuales más de 5800 niños registrados desde el 7 de octubre en Gaza. Un enclave que Yusif Al Khouri, palestino cristiano, recordó que es considerado por diversos sociólogos, incluso israelíes, “un gran campo de concentración”.
Habiya Khardegadarabieh, palestina con el pelo cubierto, embarazada y oriunda del campo de refugiados de Jabalía, que también vive en Bélgica, aseguró a su turno que “el papa Francisco lloró” cuando le contó el infierno que está viviendo en Gaza su hermana, que no puede alimentar a su bebé recién nacido.
Todos los presentes reclamaron la ayuda de Francisco para detener la guerra, lograr “un cese del fuego, una paz justa y libertad para los palestinos”. Consultados por la desmentida del vocero papal acerca del uso de la palabra “genocidio” por parte del Pontífice, los diez palestinos presentes confirmaron su versión. “Algo está mal, los diez escuchamos la misma palabra”, aseguró, sin dudarlo, Shireen Awwad Hilal, que finalmente consideró que la anunciada tregua de cuatro días debido a un acuerdo para la liberación de 50 rehenes, si bien es considerada por muchos una buena noticia, “en verdad significa retrasar la matanza”.
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