¿Revival de la crisis de 2001?: cómo viven el toque de queda los argentinos en Santiago
Tras varios días de incidentes y violentas jornadas de protestas, que se desarrollaron con una velocidad inusitada, el Jefe de la Defensa Nacional decretó un toque de queda total en Santiago y otras regiones de Chile. Argentinos que residen en la capital del país dialogaron con LA NACION sobre la polémica medida y contaron cómo transitan estas horas.
Mientras que algunos dicen sentir miedo y tristeza, otros definen la situación como un revival de la crisis de 2001 en Argentina. En lo que todos coinciden es en el asombro que les causó el mayor estallido social desde el regreso de la democracia en 1990.
Camila Magnasco (39) se mudó a Santiago hace dos años, cuando se casó con su marido chileno. Actualmente vive en el barrio de Providencia, alejado del centro neurálgico de la ciudad, donde se sucedieron las protestas y los destrozos. Según cuenta a LA NACION, decidió vivir el toque de queda acompañada de varios vecinos de su edificio. "El chat del departamento estaba más activo que nunca y entonces los invité a todos a casa alrededor de las 22, para ponerle un poco de argentinidad a la situación", relata con humor mientras describe a la medida como un hecho inédito en el país.
"Es tan extraño que esté sucediendo esto. Los mismos chilenos se están sorprendiendo de las repercusiones. Se vive un clima enrarecido, pero al mismo tiempo uno no está intranquilo", dice. "Nadie está preocupado con que entren a su casa para saquearla, ni tampoco pendiente de correr al banco el lunes a sacar los ahorros, aún sabiendo que todo lo ocurrido va a tener algún tipo de repercusión económica", agrega.
Para Magnasco es inevitable relacionar los cacerolazos con la Argentina. Sin embargo, destaca: "No creo que la crisis acá esté vinculada a una debacle económica como la que vivimos nosotros en 2001. No estoy escuchando que el dólar se vaya a devaluar. Lo que refleja es un hastío de la gente, preocupada con la inflación y por temas de salud y educación."
En cambio, para Victoria Alperín (39), argentina radicada en Santiago desde hace más de 10 años, todo lo acontecido en estos últimos días es un "revival de 2001". Según ella, "el click fue el aumento de la tarifa de metro", pero responde más bien a una desigualdad pronunciada y latente en la sociedad chilena, sobre todo, en materia de educación y de salud.
Horacio Manfredi (65) está asombrado. Para él, haberse mudado a Chile significaba "una tranquilidad", justamente por dejar atrás situaciones que "se manejaron durante mucho tiempo" en la Argentina.
"Esto ya lo vimos en la Argentina hace 18 años. Me da tristeza porque ya hemos pasado por esto. Acá el chileno respeta, pero claramente se ha cansado. Los sueldos mínimos, son muy bajos y, en Santiago por lo menos, es carísimo vivir", cuenta Alperín. "Este país creció mucho, pero de manera desigual. Acá hay un consumismo exagerado", señala, aunque aclara que todo lo recientemente acontecido ya forma parte de actos vandálicos.
Magnasco también coincide en este punto y resalta que si bien los chilenos entienden y apoyan el reclamo, no están de acuerdo con el vandalismo.
Por su parte, Yara Reynoso vive el toque de queda con mucho miedo. Desde hace ya dos años que se mudó a Chile y ahora trabaja en la cafetería de un hostel en Santiago. "Se percibe un ambiente raro porque, por un lado, hay alegría por parte de los protestantes que están afuera y por el otro, se vive con bastante miedo por los saqueos y el descontrol", analiza.
"La situación acá es bastante difícil, hay muchos incendios y los protestantes definitivamente están violando el toque de queda. Se vive un ambiente tenso. Con mucha gente empezamos a juntar agua y velas porque han amenazado con la falta de luz", concluye, sobre una situación que mantiene expectantes a los chilenos.
En tanto, después de dialogar con los argentinos radicados en Chile, se recrudecieron durante la noche los actos de violencia en Santiago, a pesar del toque de queda, y tres personas murieron en un incendio en un supermercado Líder, controlado por la cadena minorista estadounidense Walmart.
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