Revelan que los atacantes del Capitolio de EE.UU. querían “asesinar” a legisladores
WASHINGTON.– Cuanto más pasan los días más siniestras son las revelaciones sobre el asalto al Capitolio norteamericano, una toma más organizada de lo que se creía y que, como objetivo final de la trama –según denunciaron los fiscales–, la turba pretendía "capturar y asesinar" a legisladores, una conclusión basada en "pruebas sólidas", entre ellas, el operativo del asedio que tuvo en la vanguardia a individuos con pasado militar.
Ajeno a esos descubrimientos, el presidente Donald Trump, referente de los agresores, hizo saber ayer que se irá a Florida el día de la investidura de Joe Biden horas antes de su jura, el próximo miércoles, en cumplimiento de su ausencia anunciada la semana pasada, un quiebre institucional para el país.
Los fiscales del Departamento de Justicia cargaron especialmente contra Jacob Chansley, el chamán de las teorías conspirativas que entró al Capitolio con el torso desnudo y con cuernos en la cabeza. "Pruebas sólidas, incluidas las propias palabras y acciones de Chansley en el Capitolio, respaldan que la intención de los alborotadores era capturar y asesinar a funcionarios electos del gobierno de Estados Unidos", dijeron sobre el asedio.
Los fiscales afirmaron que Chansley le dejó una nota al vicepresidente Mike Pence en el estrado del Senado, donde había estado minutos antes, en la que decía: "Es solo cuestión de tiempo, la justicia está llegando".
Las autoridades ya presentaron cargos contra algunos de los atacantes del Congreso, incluido un hombre que enarbolaba la bandera confederada dentro del edificio, otro que vestía un buzo donde se leía "Camp Auschwitz" y un nadador estadounidense ganador del oro olímpico.
La búsqueda de responsables seguirá también hacia adentro. Auditores internos iniciaron una revisión sobre la respuesta de las agencias de seguridad al ataque, que se saldó con cinco muertos, más de un centenar de heridos y otro centenar de detenidos.
Los auditores revisarán la forma en la que el FBI, el Pentágono y otras agencias respondieron al asalto, incluso si hubo problemas en el flujo de información y otros preparativos que dejaron el edificio, un símbolo histórico de la democracia, vulnerable a la violencia de los desaforados activistas lanzados a la batalla.
Las investigaciones, encabezadas por los inspectores generales de los departamentos de Justicia, Seguridad Nacional, Interior y Defensa, conllevan críticas potenciales al manejo del gobierno del incidente, cuando los agresores, algunos armados, desbordaron a la policía y estuvieron peligrosamente cerca de los legisladores. Las pesquisas abarcarán desde si el FBI compartió adecuadamente información con otras agencias del orden sobre el potencial de violencia, del que tenía indicios, hasta cómo el Pentágono se movilizó el día de la toma.
La policía del Capitolio, por ejemplo, dijo que solo se preparó para una protesta de libertad de expresión, aunque Trump había alentado durante semanas a sus partidarios a acudir a Washington y los llamó ese mismo día en un discurso antes del asalto a "pelear como demonios".
En el mismo sentido, la líder de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, dijo que encomendó a un general retirado auditar la seguridad del Capitolio. "Para proteger nuestra democracia ahora debemos someter a la seguridad del Capitolio a un escrupuloso examen", señaló.
El general retirado Russel Honoré, responsable de las operaciones militares durante el huracán Katrina en 2005, será el encargado de esa "inmediata auditoría".
Sobre el proceso iniciado a Trump, a quien los demócratas y un puñado de republicanos consideran el cabecilla de la rebelión, Pelosi no quiso decir cuándo planeaba remitir la acusación al Senado, el siguiente paso tras el voto en la Cámara baja. Pero insistió en la "urgencia" del tema.
En contraste con la tierra de nadie del 6 de enero, más de 20.000 efectivos de la Guardia Nacional están desplegados esta vez en Washington, cuyo centro fue cerrado ayer por temor a nuevos episodios de violencia durante la toma de posesión de Biden.
Trump volará ese día bien lejos de Washington. Según anticiparon medios estadounidenses, se irá de la ciudad esa misma mañana, solo unas horas antes de la ceremonia de investidura, con destino a su club Mar-a-Lago, en Palm Beach, Florida, donde tiene intención de instalarse.
La mudanza de Trump ya comenzó, al punto de que se viralizaron en las redes sociales varias imágenes de camiones en la puerta de la Casa Blanca, cajas apiladas en los jardines y hasta empleados trasladando cuadros y bustos.
Quien se negó a emular el desaire fue el vicepresidente Mike Pence. Según revelaron dos allegados a condición de anonimato, llamó por teléfono a la vicepresidenta electa, Kamala Harris, para ofrecerle sus felicitaciones y asistencia con su transición al cargo.
La llamada fue el primer contacto entre un funcionario del gobierno saliente y los funcionarios electos.
Agencias AP, AFP, ANSA y Reuters
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