“Región solitaria”: América Latina pasó de la ilusión a la frustración con Joe Biden
La llegada del demócrata a la Casa Blanca, que había viajado 16 veces a la región como vicepresidente de Obama, había despertado un entusiasmo que se está apagando; China aprovecha esta ausencia
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WASHINGTON.- Es una historia que se repite: la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca alentó la idea de una nueva era, una nueva oportunidad para Washington y América Latina y la posibilidad de tener una visión que renovará el vínculo, pero el tiempo se encargó de desterrar ese anhelo. La política de Biden a la región –para algunos, inexistente– ha comenzado a ser blanco de los primeros destellos de frustración, prolongando una lejanía histórica entre la superpotencia regional y el resto de los países del hemisferio que se profundizó además por la pandemia, las crisis domésticas en Estados Unidos, y la desarticulación institucional y política en el sur.
Biden llegó a la presidencia con más kilómetros en América latina que cualquiera de sus predecesores –hizo 16 viajes a la región como vicepresidente de Barack Obama– y la promesa de reparar los vínculos con el mundo luego de la presidencia de Donald Trump.
Biden trajo un nuevo tono, ensambló un equipo experimentado y desplegó una diplomacia tradicional, donó vacunas, prometió un plan de infraestructura y puso en marcha una iniciativa para atacar “las raíces” de la inmigración. Pero su política para América Latina mantuvo vicios históricos: quedó subordinada a la política interna norteamericana, sin una visión nítida de largo aliento.
Esa ausencia asentó la noción de que China es la única potencia con una estrategia clara en la región, y el vínculo con Estados Unidos se mueve por carriles más modestos.
En Washington, quienes siguen la relación ven poco espacio para algo más. El gobierno de Biden aparece absorbido por crisis domésticas, un margen político mínimo y la amenaza latente de un regreso de Trump al poder, y la región tampoco parece muy interesada en torcer la historia: las dictaduras y los gobiernos populistas miran a Washington con recelo, y las democracias están disgregadas, cada una por su lado.
“Es algo que lamentablemente ha ocurrido en todo este siglo, una falta de visión, de estrategia, no hay políticas para América Latina, es un cuento muy conocido ya. No recuerdo cuándo hubo una visión para América Latina”, recopila Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano y una de las personas que sigue el pulso del vínculo de la región con Washington.
Shifter remarca que la influencia de la política interna en la política de Estados Unidos hacia la región, un rasgo de larga data, se agudizó por la vigencia del trumpismo. Eso se percibe, sobre todo, en la política migratoria de Biden –que algunos equiparan a la de Trump–, o la decisión de cajonear un acercamiento con Cuba, un tema mayúsculo en Florida, nuevo hogar del expresidente, y uno de los estados que define la carrera por la Casa Blanca. Para Shifter, hay además otras prioridades, distracciones, una burocracia complicada, y un ambiente político tóxico en Washington que quitan margen de maniobra. Además, pone en duda el interés regional en un vínculo más profundo.
“No tengo dudas de que a Biden le importa la región, pero le importan otras cosas muchas más que tienen que ver con su supervivencia política, y su misión de evitar un regreso de Trump”, puntualiza.
Región solitaria
Monica de Bolle, analista del Instituto Peterson de Economía Internacional, cree que la ausencia de una agenda dista de ser una sorpresa porque cualquier agenda de política exterior, apunta, está relegado a un segundo plano por la pandemia y los problemas internos que debe resolver Biden, demasiado grandes, y demasiado urgentes. Pero, aun cuando el contexto juegue en contra, De Bolle cree que esa agenda, igual, al menos podría existir.
“Aunque no se pueda hacer cosas, uno hubiera pensado que esta es una administración que comprende los temas más profundos de la región, la importancia de la región para Estados Unidos y la relevancia estratégica de América Latina en todo el problema de Estados Unidos con China. Y uno hubiera pensado que, por esas razones, podría haber una agenda que simplemente no se está moviendo por las circunstancias. Pero realmente no parece haber ninguna agenda. Y esa parte sorprende”, apunta.
De Bolle coincide con Shifter en que la actualidad de Estados Unidos impide pensar en un cambio de enfoque hacia la región. Eso deja a China, indica, como el único jugador con una estrategia clara. América Latina, apunta, debe aceptar que es una “región solitaria”.
La Casa Blanca ha puesto el acento en la donación de vacunas contra el coronavirus, el plan para intentar atacar las raíces de la inmigración en América Central –un esfuerzo que choca contra la mayor ola de refugiados que se ha visto hacia la frontera sur de Estados Unidos–, y la promoción de la democracia y la seguridad, siempre prioritarias para Washington. Juan González, el hombre que Biden puso al frente de la relación con el hemisferio, enmarcó el vínculo en la última conferencia anual de la CAF, un evento que suele reunir a los principales jugadores del continente, al afirmar que Estados Unidos tiene un interés fundamental en promover un hemisferio democrático, seguro, y orientado a la clase media.
“Eso es lo que va a gobernar la política de Estados Unidos bajo esta administración”, afirmó.
Un plan al cual el gobierno de Biden ha comenzado a darle un poco más de visibilidad es la iniciativa “Build Back Better World”, un espejo global del plan de infraestructura de Biden para Estados Unidos. Es un intento por enfrentar el avance de China –una obsesión en Washington–, y su iniciativa “One Belt, One Road”. Pero el plan aún debe convertirse en realidad, y resta ver cuánto dinero recibirá. Biden ya ha tenido dificultades para pasar por su agenda doméstica por el Congreso, donde los demócratas cuentan con mayorías mínimas. Otro obstáculo.
Shifter apunta que, más allá de un diagnóstico y soluciones a problemas, no ha habido una narrativa, una historia, y un rumbo que articule la política hacia la región.
“No es que no se pueda hacer cosas importantes, se puede, pero hay que tener ambiciones más realistas y más modestas, y ser muy honestos sobre lo que se puede lograr”, define Shifter. “No hay condiciones para una transformación, una alianza para el progreso, o tratado de libre comercio o una iniciativa sobre democracia. Si uno mira con honestidad a la región y a Estados Unidos, y los problemas que enfrentan los países, no es realista, y es mejor ser honesto y ajustar lo que se puede lograr”, cierra.
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