Reforzar las sanciones y armar a Ucrania hasta los dientes parece ahora la mejor estrategia para frenar al Kremlin
Con Moscú trastabillando en el plano militar es probable que ahora ambas partes estén más dispuestas a hacer concesiones para alcanzar al menos una solución a mediano plazo
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WASHINGTON.- En febrero, cuando lanzó su guerra en Ucrania, el presidente ruso Vladimir Putin probablemente esperaba un combate rápido y una victoria fulminante. Por el contrario, ya estamos en el segundo mes de esta guerra brutal, y Rusia ni ha hecho grandes avances. Por supuesto que han muerto miles de civiles —aunque no hay un recuento exacto—, varias ciudades ucranianas quedaron destruidas, y 4 millones de ucranianos se desplazaron hacia Europa, causando la mayor crisis de refugiados en el continente luego de la Segunda Guerra Mundial. Pero Rusia también sufrió graves pérdidas, como los 40.000 soldados que murieron, fueron capturados o resultaron heridos, o los siete generales rusos caídos ante las fuerzas ucranianas, que retienen el control de la mayor parte de las ciudades del país. En lo que parecía un intento de salvar las apariencias, los oficiales militares rusos anunciaron recientemente un cambio de estrategia para concentrarse en la “liberación” de la región oriental del Donbass.
Hasta ahora, ni la diplomacia y ni las sanciones económicas de Occidente no han logrado modificar el accionar de Rusia. Pero las negociaciones diplomáticas directas entre Ucrania y Rusia parecen abrir la puerta a la esperanza, por difusa que sea. El martes, las partes se reunieron por sexta vez en Estambul. Luego Ucrania presentó un plan de 10 puntos que establecía un conjunto de concesiones, incluido el compromiso de que no buscará unirse a la OTAN, no desarrollará capacidades nucleares ni albergará bases militares extranjeras. El plan prevé que Rusia ofrezca a cambio garantías de seguridad para la protección del territorio ucraniano, incluido un acuerdo de defensa colectivo al estilo de la OTAN entre Ucrania y potenciales países garantes como Gran Bretaña, China, Rusia y Estados Unidos.
Las negociaciones son todavía muy incipientes y quedan muchas cosas por acordar, incluida la situación de Crimea y del Donbass, que según el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, estaban “resueltas para siempre”, y no es así. Hay más razones para desconfiar que para alegrarse: más de una vez Rusia dijo una cosa y después hizo otra, así que las negociaciones bien podrían ser una cortina de humo para reagrupar sus fuerzas militares y lanzar una nueva ofensiva. De hecho, en los días posteriores a las negociaciones, el bombardeo ruso de las ciudades del norte de Ucrania siguió adelante, a pesar de la promesa de Moscú de replegarse, y los civiles de las áreas más afectadas seguían sin tener acceso a corredores humanitarios seguros. Si aparece una solución diplomática viable, Rusia tendrá que demostrar –y no sólo decir– que se toma en serio el cese de sus brutales ataques.
Pero la repentina predisposición de Rusia para sentarse a la mesa de negociación es un recordatorio para Estados Unidos y sus aliados europeos de que su adversario se abre a la diplomacia solo cuando trastabilla en el plano militar. Esto significa que ahora es el momento de intensificar –y no de reducir– la presión económica y militar, para allanar el camino a una resolución que Rusia respete y acate. Y si bien en todo proceso diplomático hay muchas cosas que pueden salir mal, es probable que ahora ambas partes estén más dispuestas a hacer concesiones para alcanzar al menos una solución a mediano plazo.
Cuantas más bajas sufra Rusia en el campo de batalla, más posibilidades hay de que la diplomacia triunfe. Esto significa que las fuerzas militares ucranianas deben seguir con sus victorias. Rusia renunció a su objetivo manifiesto de “desnazificar” Ucrania recién cuando su operación militar se estancó, no solo por su deficiente desempeño en el campo de batalla –debido a la baja moral y pobre entrenamiento de sus tropas y al mal mantenimiento de los equipos– sino también por la valentía de los combatientes ucranianos y de la asistencia militar de Occidente. Pero si Rusia vuelve a ganar la pulseada en términos militares, no tendrá necesidad de seguir adelante por la vía diplomática.
Armas y sanciones: la mejor estrategia
Esto significa que la mejor estrategia para Occidente es aumentar drásticamente la asistencia militar a Ucrania. Podría parecer contraintuitivo enviar más armas mientras continúan las negociaciones, pero Putin demostró una y otra que vez que solo respeta el poder duro. Estados Unidos ya entregó más de 2000 millones de dólares en ayuda de seguridad para Ucrania, incluidos los sistemas antiaéreos Stinger, los misiles antitanques Javelin, los drones tácticos, y el armamento y los sistemas antiblindaje. Muchos países europeos, incluidos Polonia, Estonia, Suecia y Alemania, enviaron armas similares, así como suministros y otros pertrechos. Por su parte, la Unión Europea acordó por primera vez en su historia la entrega de un paquete de casi 1000 millones de dólares en armas letales a un país que no integra la Unión Europea. Esa ayuda está funcionando, pero Ucrania necesita mucha más, en particular en sistemas antiaéreos y aviones de combate que le permitan mantener su defensa y lanzar contraofensivas.
Si los aliados también intensifican las sanciones económicas contra Rusia, para el Kremlin será complicado sostener su campaña bélica. Las actuales sanciones contra las empresas y las élites rusas son significativas, pero no afectaron el comportamiento de Rusia en el campo de batalla ni alejaron a Putin de los oligarcas que lo rodean. Todavía hay margen para que Estados Unidos y Europa incrementen la presión sobre los bancos rusos, imponiendo sanciones de bloqueo total y desconectando a los bancos del sistema SWIFT, que permite transferencias interbancarias. Hasta ahora, de los cinco bancos más grandes de Rusia, solo el VTB –el segundo más grande– fue bloqueado y desconectado del sistema SWIFT. Si se impusiera la misma medida contra el Sberbank, el mayor banco de Rusia, y otras grandes entidades bancarias, el funcionamiento del país se vería gravemente afectado. También podría ser útil un incremento de las sanciones individuales.
Occidente todavía no golpeó a Rusia donde más le duele: las exportaciones de energía. Aunque Estados Unidos suspendió las importaciones de petróleo ruso, Europa todavía depende mucho del gas ruso. Desde hace unas semanas Rusia exige que el pago de sus exportaciones de energía se haga en rublos, para generar demanda de su moneda y evitar su devaluación. Esas manipulaciones financieras han dado frutos: después del desplome inicial de los primeros meses del año, el rublo se está recuperando. Para revertir esta tendencia, Europa puede utilizar su peso económico y presionar a Rusia para que acepte pagos en una moneda distinta al rublo o, mejor aún, suspender directamente las importaciones de energía rusa. Polonia ya anunció que en pocas semanas terminará con las importaciones de carbón ruso y que para fines de este año abandonará las importaciones de gas y petróleo.
Conclusión: para mantener abierta la vía diplomática es necesaria una sumatoria de apoyo militar a Ucrania y presión económica contra Rusia.
Por Alina Polyakova y Sasha Stone
Traducción de Jaime Arrambide
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