Rebelión del grupo Wagner: Putin siempre sacó provecho de las luchas internas, pero esta vez se volvió en su contra
Durante más de dos décadas, el sistema ayudó al presidente ruso a asegurarse una autoridad sin rivales y le permitió manejar personalmente las llaves de la riqueza y el poder
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MOSCÚ.- El presidente ruso, Vladimir Putin, siempre supo sacar provecho del caos, pero el que siembra vientos recoge tempestades, y ahora ese caos amenaza con devorarlo.
En los últimos meses, mientras Yevgeny Prigozhin, dueño de las milicias mercenarias del Grupo Wagner, descargaba su cólera contra los comandantes militares rusos, Putin lo dejó hablar y no manifestó públicamente ningún malestar por esas diatribas. Su silencio alimentaba ese tipo de ambigüedad política que es la marca registrada de su gobierno: un estilo de gestión donde los conflictos en el seno de la élite le permitían mantener a raya a potenciales rivales y donde al final la autoridad siempre recaía en él mismo.
Ahora esa estrategia se volvió en su contra. El sábado, las fuerzas de Prigozhin se apoderaron de instalaciones militares claves en la ciudad de Rostov del Don, en el sudoeste de Rusia, y amenazaron con marchar sobre Moscú, el desafío más grave para el gobierno de Putin desde su nombramiento como presidente interino de Rusia, el 31 de diciembre de 1999.
La tolerancia de Putin ante los exabruptos de Prigozhin tal vez haya sido funcional a sus fines políticos, pero según algunos analistas, también hizo que algunos funcionarios, pasmados ante la virulencia de los ataques del líder del Grupo Wagner contra los altos mandos rusos, llegaran a la conclusión de que el líder mercenario gozaba del apoyo tácito del presidente. Y también envalentonó aún más a Prigozhin.
“Los altos funcionarios del Kremlin y de los servicios de seguridad no lograban descifrar el comportamiento de Putin, porque Putin no decía nada”, dice Tatiana Stanovaya, del Centro Carnegie para Rusia Eurasia.
La confusión en torno a la opinión personal de Putin recién se disipó el sábado a la mañana, cuando el presidente se dirigió a la nación con un discurso de cinco minutos en el que calificó a Prigozhin de traidor -sin nombrarlo- y juró aplastar el levantamiento del líder paramilitar. Pero el daño ya estaba hecho.
No hay señales de que el poder de Putin esté por desmoronarse. El sábado, otros dirigentes poderosos que controlan los nodos de la estructura de poder informal de Putin –como Ramzán Kadyrov, el hombre fuerte de Chechenia, que tiene su propia fuerza paramilitar– expresaron públicamente su apoyo al presidente ruso.
Aún así, los hechos son una consecuencia evidente de la estructura de poder informal construida por Putin en sus 23 años al mando de Rusia. Durante más de dos décadas, ese sistema ayudó a Putin a asegurarse una autoridad sin rivales y le permitió manejar personalmente las llaves de la riqueza y la influencia en la Rusia moderna.
Quienes conocen a Putin dicen que el presidente siempre se sintió cómodo con ese sistema personalista, porque le permitía confiar tareas claves a un círculo íntimo de confianza y al mismo tiempo evitaba el ascenso de camarillas rivales que pudieran hacerle sombra. Y también garantizaba que las instituciones del Estado –desde la Justicia hasta el Parlamento, pasando por los medios de comunicación y los múltiples servicios de seguridad– funcionaran como meras escribanías de movidas internas negociadas por Putin y no como como factores de influencia por derecho propio.
Reflexionando sobre el ascenso de Prigozhin, un magnate ruso que pide mantener el anonimato dice que el método de Putin siempre ha sido “divide y reinarás”. Otro, hablando sobre las fuerzas del orden, dice: “Nunca se sabe quién te va a arrestar”.
El vínculo con Prigozhin
Un compañero de judo de la juventud de Putin se convirtió en un megamillonario de la construcción y levantó el emblemático puente de Putin que conecta con Crimea. El complejo industrial-militar y el sector petrolero ruso están manejados por compinches de su época en la KGB. Un amigo de San Petersburgo de la década de 1990 recibió el control de los medios de comunicación privados más importantes y del banco que estaría en el centro de los negocios financieros del propio Putin.
Y también está Prigozhin, que conoció a Putin hace más de 20 años, cuando manejaba un restaurante en San Petersburgo. El ahora líder mercenario provechó ese contacto personal para obtener jugosos contratos con el Estado y se presentaba como un implacable y polivalente “solucionador de problemas” en nombre del Kremlin.
En 2016, cuando el Kremlin intentaba volcar la elección presidencial estadounidense a favor de Donald Trump, Prigozhin pasó al centro de la escena con una “fábrica de trolls” para librar “una batalla informativa contra Estados Unidos”. Cuando Rusia trabajó para expandir su alcance en Siria y África, Prigozhin desplegó sus crecientes tropas mercenarias en esas regiones, como proyección del poder del Kremlin y al mismo tiempo para reducir al mínimo la presencia de tropas oficiales rusas en el terreno.
Según Prigozhin, las tropas del Grupo Wagner recién fueron convocadas para Ucrania tras el fracaso del plan inicial de invasión de Putin. Durante gran parte del primer año de la guerra, Prigozhin parecía estar por encima de la ley, recorriendo las cárceles rusas para reclutar a miles de presidiarios como refuerzo para sus milicias.
Pero a comienzos de este año el Kremlin empezó a tomar algunas medidas que parecían limitar el ascenso de Prigozhin. Los analistas de la televisión recibieron instrucciones de no mencionar más su nombre al aire, y Prigozhin perdió la atribución de reclutar convictos.
Pero en cuanto a su propio apoyo personal, la posición de Putin seguía siendo ambivalente. En mayo, en una declaración publicada en el sitio web del Kremlin, Putin felicitó a los mercenarios de Wagner por su desempeño en la captura de la ciudad ucraniana de Bakhmut. Pero semanas más tarde apoyó la medida del ministro de Defensa que obliga a los mercenarios a firmar contratos de servicio con las fuerzas militares rusas antes del 1° de julio, una exigencia que enfureció a Prigozhin.
Ahora, mientras Putin lucha por contener una rebelión que según su advertencia del sábado podría desencadenar “anarquía y fratricidio”, Prigozhin asoma como la criatura que vuelve a vengarse de su creador.
“La única base de poder independiente y real que tenía Prigozhin era el favor del presidente”, dice Mark Galeotti, experto en los servicios de seguridad y las fuerzas militares rusas. “Pase lo que pase, esto debilita la credibilidad y la legitimidad de Putin”.
Por Anton Troianovski
Traducción de Jaime Arrambide
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