“Reabrir viejas heridas”: cómo es la identificación de víctimas del 11 de Septiembre 20 años después
El Departamento de Medicina Forense de Nueva York viene llevando a cabo la mayor investigación de personas desaparecidas que se haya realizado en Estados Unidos
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NUEVA YORK.- El mes pasado, dos detectives de policía golpearon a la puerta de NyKiah Morgan en su hogar de Long Island. Ella estaba en el trabajo, y su hijo Dante la llamó para avisarle: “Vinieron por el tema de la abuela”, le dijo.
Hace casi exactamente 20 años, Dorothy Morgan, la madre de Nykiah, desapareció entre los escombros de las Torres Gemelas, como casi todas las 2753 víctimas en la “zona cero” aquella mañana del 11 de septiembre de 2001. La mujer trabajaba en una empresa de seguros en la Torre Norte del World Trade Center.
Al no tener los restos de su madre, Nykiah nunca pudo hacerle un verdadero entierro. Pero ahora los detectives llegaban con la noticia de que el Departamento de Medicina Forense de la Ciudad de Nueva York había logrado una identificación positiva de Dorothy a través de una avanzada prueba de ADN.
“Pensaba que después de tantos años ya habían bajado los brazos, y nunca imaginé que lo seguían intentando”, dice Nykiah, de 44 años. “Después de tanto tiempo, me pregunto qué material están analizando”.
Efectivamente, hace 20 años que el Departamento de Medicina Forense de Nueva York viene llevando a cabo la mayor investigación de personas desaparecidas que se haya realizado en Estados Unidos, analizando y volviendo a analizar los 22.000 fragmentos de cuerpos humanos laboriosamente recuperados de entre los escombros después de los atentados. Los científicos todavía están analizando el vasto inventario de restos no identificados para conectarlos genéticamente con las 1106 víctimas —alrededor de un 40% de los muertos en la zona cero— que siguen no reconocidos, y así poder entregárselos a sus familiares para que realicen un funeral apropiado.
Al igual que la mayoría de los familiares de las víctimas, hace dos décadas Nykiah entregó una muestra genética de referencia del ADN de su madre, y eso fue hace tanto tiempo que ya ni recuerda exactamente qué entregó. Pero gracias a las nuevas tecnologías, los forenses lograron conectar esa muestra con un diminuto fragmento de hueso encontrado entre otros miles de restos humanos.
Su madre se convirtió en la víctima 1646 del World Trade Center que fue identificada a través de un análisis de ADN. Curiosamente, la identificación 1647 se produjo apenas unos días después, alguien cuyo nombre el Departamento de Medicina Forense no quiso revelar en cumplimiento del deseo de sus familiares.
Desde 2019 que los forenses no lograban identificaciones positivas, y actualmente, las coincidencias son menos de una por año, muy lejos de las cifras durante los primeros años posteriores a 2001, cuando se lograban miles de positivos por año.
Cabe aclara que el colapso y recuperación de restos en las Torres Gemelas fue distinto que en desastres más pequeños, como el derrumbe de las Champlain Towers en Surfside, Florida, en junio de este año, donde murieron casi 100 personas. Allí, las autoridades pudieron usar testeos rápidos de ADN y otros métodos para identificar casi de inmediato a las víctimas.
Pero en el caso de las Torres Gemelas, muchos de los restos recuperados estaban dañados o degradados tras permanecer semanas o más entre los escombros, y por lo tanto contenían poco ADN útil en condiciones de ser analizado.
Proyecto en pausa
Para el año 2005, cuando las identificaciones positivas empezaron a disminuir, los forenses les informaron a los familiares que iban a dejar en pausa el proyecto, ya que con la tecnología de ADN disponible hasta ese momento no se lograrían más avances.
Pero ese mismo año reanudaron rápidamente su trabajo, con técnicas más sofisticados que les permitieron volver a analizar muestras previamente testeadas de su inventario de restos, que ahora está dividido entre la sede central del Departamento de Medicina Forense en Manhattan y un depósito de almacenamiento especial bajo su jurisdicción, situado en el Museo & Memorial Nacional del 11 de Septiembre.
Carl Gajewski, un supervisor del laboratorio de ADN que ayuda a supervisar el proyecto de identificación de las víctimas, recorre el espacio conocido oficialmente como Sala de Molido de Huesos, donde para evitar la contaminación del delicado material genético, los trabajadores deben enfundarse de pies a cabeza en trajes de seguridad y asegurarse de hacer el corte de los huesos con una pequeña sierra eléctrica dentro de una caja transparente que recoge el polvillo de hueso.
Gajewski explica que los trabajadores preparan para su análisis los fragmentos de hueso, muchos de ellos del tamaño de una lenteja. Los fragmentos se limpian primero con una navaja de afeitar y luego se limpian con un cepillo de dientes y diversos detergentes. Como extraer ADN de un hueso intacto es difícil, el fragmento se tritura hasta lograr un polvo lo más fino posible.
En 2001, cuando el comenzó proyecto, explica Gajewski, los empleados del laboratorio todavía usaban un mortero y trituraban manualmente los fragmentos de hueso, pero desde aquel entonces han automatizado el proceso con rulemanes y vibración ultrasónica. Los fragmentos se colocan en un tubo de vidrio, se congelan con la ayuda de nitrógeno líquido, y se pasan por un “molino de huesos” que los agita enérgicamente.
Los científicos ahora también usan incubación y varios productos químicos para extraer el ADN y verificar si coincide con esas muestras de referencia enviadas hace años por los miembros de la familia: la ropa de la víctima, un cepillo de dientes, una estampita de oración sobre la que apoyaba la cabeza en la almohada todas las noches.
Las dificultades
“La extracción del ADN es sólo la mitad de la batalla”, dice Mark Desire, subdirector de biología del Departamento de Medicina Forense, y agrega que de los casi 150 perfiles de ADN que se hacen anualmente, la mayoría terminan coincidiendo con víctimas del 11 de septiembre ya previamente identificadas, mientras que muchos otros no coinciden con nada de la base de datos.
Desire dice que es impensable que se pueda identificar a todas las víctimas.
Pare empezar, es posible que algunas víctimas nunca sean identificadas porque se incineraron por completo, y también están las familias de casi 100 víctimas que se negaron a enviar una muestra de ADN de referencia, o que entregaron una con muy poco ADN para su comparación.
El proceso de identificación es tedioso y repetitivo, así que en esas raras ocasiones en las que ocurre una coincidencia positiva, el laboratorio se llena de entusiasmo “y es un empujón de ánimo para el equipo”, dice Desire.
A pesar de que participa del proyecto desde hace 13 años, Gajewski dice que siente la misma emoción ante cada nueva identificación positiva.
Ahora que su madre ha sido identificada, Nykiah no está tan segura de querer recuperar sus restos. Al final y al cabo, un funeral completo, con un ataúd para un pequeño fragmento de hueso, podría causar más dolor que otra cosa.
“De pronto, tengo que decidir qué hacer con un ser querido que murió hace 20 años”, dice Nykiah. “Siento que es casi como reabrir una vieja herida.”
Traducción de Jaime Arrambide
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