Raúl Castro acelera la transición y se aleja de la sombra de Fidel
La flexibilización de los viajes es parte de una serie de progresivas reformas con las que el actual presidente y hermano del líder histórico quiere evitar el derrumbe del sistema
Actualización o muerte! Ésa parece ser la consigna del presente revolucionario en Cuba. Una "actualización" (eufemismo del régimen para referirse a las reformas) a la que siempre se resistió Fidel Castro y que su hermano Raúl, más necesitado de oxígeno que el Comandante, parece decidido a llevar adelante, aunque sea a los tumbos.
Preocupado por enderezar una economía en cuidados intensivos, el presidente cubano ha dado un paso histórico en el proceso de transición en la isla con la aprobación esta semana de la reforma migratoria. Un viaje que, sin embargo, todavía genera dudas.
El decreto-ley sobre la eliminación de los permisos de viaje al exterior salió a la luz después de un gran tira y afloja entre los halcones del régimen (con Fidel a la cabeza) y los aperturistas (Raúl y los militares de su confianza).
Las discrepancias entre ambos grupos duraron meses. La vieja guardia aducía que una reforma debilitaría la seguridad interna del país y al mismo tiempo estimularía la "fuga de cerebros". El borrador del decreto-ley era menos restrictivo que la norma aprobada el martes pasado, según indicaron a LA NACION fuentes conocedoras del proceso de reformas en Cuba.
Para que la nueva ley viera la luz, ambas partes llegaron a un consenso de mínimos. Suprimidos el permiso de salida y la carta de invitación (las principales trabas para salir del país), las restricciones seguirían para los profesionales considerados "estratégicos" (médicos, científicos, militares, etc.) y los disidentes. Los aperturistas tendrían así el oxígeno necesario para aplacar el descontento social y los ortodoxos lograrían modular el alcance de la reforma según las necesidades del régimen.
"La reforma se aprueba ahora porque la presión en favor de la eliminación de los permisos de salida y entrada ha crecido considerablemente, sumando no sólo a la oposición y el exilio sino a una parte considerable de las nuevas élites económicas y políticas de la isla. Esa presión, interna y externa, ha producido un debilitamiento del sector duro, resistente al cambio", dice el ensayista Rafael Rojas.
Para este intelectual cubano residente en México, la nueva ley migratoria supone "un importante paso en la dirección del restablecimiento pleno de la libertad de movimiento en Cuba".
En términos similares se expresa desde Washington Peter Hakim, del centro de análisis Interamerican Dialogue: "En principio, la reforma representa un gran avance; el gobierno todavía puede denegar pasaportes, pero si uno no es disidente, ni atleta, ni médico, el procedimiento será más fácil y más barato para muchos cubanos que, sin duda, viajarán".
Para este experto en Cuba, la reforma amplía los derechos básicos de los cubanos, pero todavía es pronto para saber en qué magnitud lo hará. "El gobierno cubano -precisa Hakim- está obsesionado con mantener el control; habrá que ver el rigor con el que se entregan los pasaportes o qué trato se dará a los ciudadanos que viajen durante largos períodos."
Crece el descontento
¿Pero qué razones llevaron a Raúl Castro a sacar adelante en este momento la reforma más reclamada por los cubanos? Además de las presiones internas y externas, la mala marcha de la economía ha influido a la hora de aprobar la flexibilización de los viajes, según los expertos consultados.
"La reforma se aprobó porque la situación económica sigue siendo difícil y crece el descontento en la población (?) Al mismo tiempo, hay un gobierno un tanto debilitado, que ya no puede cumplir con su parte del pacto: ofrecer bienestar a cambio de lealtad política", explica Susanne Gratius, del centro de análisis Fride, con sede en Madrid. "El ritmo de cambios se realiza en función de la lógica de mantener el poder a toda costa", añade.
La nueva ley migratoria buscaría un aumento de las remesas de dinero que se envían desde el exterior (1,8 millones de cubanos viven en Estados Unidos y esa cifra podría aumentar a partir de enero, cuando entre en vigor la ley), y que hoy suponen unos 2000 millones de dólares anuales, la segunda fuente de ingresos en divisas, después de los servicios de salud.
Hasta ahora, la principal apuesta de Raúl Castro para revitalizar la economía del país -la reducción de las plantillas del sector estatal y la expansión del trabajo por cuenta propia- avanza lentamente por la inercia burocrática del sistema y los elevados impuestos que rigen para la iniciativa privada.
La idea inicial era eliminar 500.000 puestos de trabajo en 2011 y un millón hasta 2015. Pero el traspaso de esa mano de obra a la iniciativa privada, es decir, a los incipientes negocios familiares del "cuentapropismo", no se está produciendo al ritmo esperado.
"El sistema fiscal cubano es todavía muy regresivo", subraya el prestigioso economista cubano Carmelo Mesa-Lago en conversación telefónica desde Pittsburgh, Pensilvania.
Coincide desde La Habana el economista disidente Oscar Espinosa Chepe: "Con los márgenes que les quedan a los cuentapropistas no se pueden crear empleos ni aliviar las plantillas estatales". Para Espinosa, si el gobierno es incapaz de generar "un futuro próspero y esperanzador, el éxodo, que estaba frenado por las restricciones migratorias, será ahora inevitable".
La flexibilización de los viajes al exterior es vista además desde algunos sectores del exilio cubano como la constatación de que Raúl tomó definitivamente el timón de la nave, y no descartan que eso se deba a un supuesto agravamiento en la salud de Fidel, un rumor extendido en los últimos días debido a la larga ausencia pública del ex mandatario y desmentido por el régimen, que el jueves publicó un mensaje del líder cubano en el que felicitaba a los graduados de una escuela de medicina.
Especulaciones aparte, la histórica decisión de Raúl constituye también un reto para Estados Unidos, que ahora deberá prepararse para un previsible aumento de la inmigración cubana. Pero es, ante todo, una forma de responder a esa consigna imaginaria del presente revolucionario.
Del editor: qué significa.
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