La construcción y la disposición de las imponentes figuras que decoran la Isla de Pascua fue un misterio durante millones de años
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Los vientos costeros azotaban mi rostro mientras estiraba el cuello para ver los 15 moai frente a mí. Con una altura de hasta dos pisos y de espaldas al agitado océano Pacífico, las cavidades de sus ojos, alguna vez adornados con coral blanco y escoria volcánica, miraban perennemente a través de la Isla de Pascua.
Sus cuerpos estaban grabados con símbolos enigmáticos, y sus rostros, con cejas prominentes y narices alargadas, parecían reconfortantemente humanos y formidablemente divinos. Hay 887 moai repartidos por la Isla de Pascua, o Rapa Nui como la llaman los isleños, y estos 15 estaban de pie sobre el pedestal de Ahu Tongariki, la estructura ceremonial más grande de la remota isla chilena.
Al mirar las cabezas excesivamente grandes y los torsos sin piernas, me resultaba difícil imaginar cómo estas figuras monolíticas gigantes, que pesan hasta 88 toneladas y se construyeron hace al menos 900 años, podrían haber llegado hasta aquí. Pero no era la única haciéndome esa pregunta: los investigadores estuvieron desconcertados durante mucho tiempo sobre cómo estos pesados moai fueron transportados manualmente a través de la isla.
Se propusieron varias teorías como el uso de troncos para hacer rodar las estatuas e incluso la creencia descabellada de la ayuda extraterrestre. Sin embargo, parece que el secreto radica en la combinación de un diseño ingenioso y una escultura impecable, que permitió a estas estatuas humanas mantenerse erguidas y mecerse hacia adelante de un lado a otro mientras eran guiadas por cuerdas, lo que les otorgaba la capacidad de “caminar”.
Estatuas “caminantes”
El movimiento habría sido similar a arrastrar un refrigerador en una posición de pie, con cada lado avanzando poco a poco uno a la vez. “Pero los rapanui (los pueblos polinesios indígenas de Rapa Nui) fueron más allá y tallaron la base de las estatuas y agregaron ciertos ángulos para que fuera una mejor versión para ser movida”, explicó Carl Lipo, un arqueólogo especializado en moais y autor principal de un estudio de 2013 sobre cómo eran movidas las estatuas.
Este fue el primer estudio que “caminó” con éxito una réplica de cinco toneladas, y la teoría que propuso de estatuas caminantes “combina la historia oral y la ciencia”, según Ellen Caldwell, profesora de Historia del Arte en Mt.San Antonio College en California, quien tiene experiencia en arte oceánico antiguo.
Ella señala que las estatuas caminantes son parte de las tradiciones orales rapanui, y que existe una palabra -”neke neke” en el idioma rapanui- que se traduce como “caminar sin piernas”. Es esta expresión y son esas historias orales las que los ancianos y descendientes rapanui recuerdan al responder cómo los moai fueron trasladados a través de grandes distancias sin ninguna maquinaria.
Las canciones infantiles rapanui también cuentan historias sobre las estatuas caminando y las leyendas dicen que un jefe con mana, o poder sobrenatural, ayudó a los moai a caminar. “La tradición oral de la isla habla de que los moai caminan desde el lugar donde fueron hechos hasta su destino final encima de los altares”, explica Patricia Ramírez, quien vive en Rapa Nui desde los cinco años y ahora trabaja allí como guía turística.
“Tradicionalmente, la única forma de transmitir la historia en la isla era a través de canciones, cánticos, juegos y poesía. Hay muchos cantos ancestrales e historias que hablan de los moais caminando”. Sin embargo, aunque los lugareños hablaron durante mucho tiempo de que caminaban, los estudiosos extranjeros tardaron más de dos siglos en aceptar esta forma de transportar los moai.
“Hasta ahora los europeos y otros investigadores decían, ‘no, debe haber habido otras formas, no pudo haber sido eso’”, dijo Lipo. “No había forma de que pudiéramos pensar en mover las estatuas si no fuera con mucha gente. Esto resulta no ser cierto. El registro arqueológico realmente apunta a eso”.
Bases especiales
Casi todas las estatuas fueron creadas en la cantera volcánica de Rano Raraku antes de ser transportadas a pedestales de piedra (conocidos como ahus) en diferentes puntos de la costa de la isla. El estudio de Lipo encontró que las estatuas inacabadas en la cantera y las abandonadas que yacían al costado de las carreteras de la isla, es decir, las que necesitaban ser movidas, tenían bases más anchas en relación al ancho de los hombros en comparación con las estatuas que se encuentran en los ahus.
También se inclinaban significativamente hacia adelante unos 17 grados, lo que provocaba que el centro de masa se colocara justo sobre el borde inferior frontal redondeado. Estos ajustes permitían que la estatua rodara de lado a lado y fuera transportada a su lugar final.
“Lo que es sorprendente es que estaban tan inclinadas hacia adelante que no podrían pararse solos porque se caerían hacia adelante”, dijo. Estas características indican que los moai fueron modelados según “nuestra propia forma de caminar”, dijo Lipo, explicando que cuando caminamos, giramos la cadera y caemos hacia adelante.
“Los rapanui esencialmente crearon una estructura que podía hacer lo mismo. A medida que la estatua se inclina hacia adelante, caía y se movía para adelante para dar un paso”. El moai andante habría sido sostenido y guiado por cuerdas, con un grupo de personas rapanui a cada lado de la estatua dirigiendo los pasos, y un pequeño grupo detrás estabilizando el movimiento.
Una vez que la estatua alcanzaba su ahu, los talladores de piedra cincelaban los ojos y remodelaban la base para ajustar el centro de masa, lo que permitía que la estatua se mantuviera erguida por sí misma.
La mejor opción
Por qué los rapanui optaron por caminar las estatuas en lugar de arrastrarlas o hacerlas rodar sobre troncos tuvo que ver con aspectos prácticos, según Lipo. El peso de las esculturas habría aplastado los troncos, mientras que arrastrar un moai tan enorme hubiera requerido una enorme mano de obra. En una isla remota y árida con pocos recursos, caminar las estatuas era un método eficiente.
“Ves la ingeniería que se necesitó para poder hacer y mover los moai con el menor costo. El pueblo rapanui lo hizo dentro de las limitaciones de la isla, básicamente mediante la cooperación y el ingenio”, dijo. Mi caminata desde el cráter Rano Raraku hasta Ahu Tongariki fue de solo 800 metros de distancia, pero no estaba tratando de guiar un moai de 88 toneladas con unas pocas cuerdas.
Otras estatuas que visité se encontraban en ahus a una distancia de hasta 18km de la cantera, lo que hizo que mi paseo en bicicleta hasta allí pareciera una brisa en comparación con las hazañas que lograron las antiguas civilizaciones rapanui.
Crear estatuas ambulantes debe haber sido un proceso de prueba y error. Alrededor de 400 estatuas permanecen dentro y alrededor de la cantera de Rano Raraku en varias etapas de finalización, una indicación de que los talladores de piedra usaron el valle como un laboratorio artístico para experimentar con diferentes prototipos antes de encontrar uno que pudiera moverse de manera eficiente, dijo Lipo.
“Realmente documenta la historia de la artesanía, los experimentos, los intentos y los fracasos”, agregó. Una vez que una estatua estaba lista, era sacada del valle y guiada hacia su ahu. Los antiguos caminos que salían de Rano Raraku eran cóncavos, lo que ayudaba y apoyaba los movimientos de balanceo de lado a lado de los moai.
Camino errante
Sin embargo, no todos los moai llegaron a sus ahus: algunos perdieron el equilibrio en el camino y se salieron de su ruta. Los visitantes a la cantera verán las ruinas de docenas de estatuas abandonadas esparcidas por las laderas exteriores y los bordes de las carreteras; es el mejor lugar de la isla para tener una idea de la inmensa cantidad de moai creados.
El estudio de Lipo encontró que estos moai caídos tienen roturas consistentes con caídas desde una posición de pie vertical, lo que fortalece la teoría de que caminaron. Una vez que la estatua llegaba a su destino y era remodelada para permitir que se mantuviera erguida, se la levantaba sobre su ahu.
En ese momento, los moai a veces eran rematados con sombreros de piedra llamados pukao para darles aringa ora (rostro vivo), o, en otras palabras, “su forma humana”, dijo Jo Anne Van Tilburg, arqueóloga especializada en arte rupestre rapanui. Tener una apariencia humana era importante para los rapanui, ya que los moai se usaban en rituales para los muertos y para honrar a los jefes rapanui.
El pueblo rapanui creía que el mundo de los vivos y los muertos era continuo, explicó Ramírez. “No se contentaban con recordar solo simbólicamente a sus antepasados, querían tener imágenes físicas para representarlos”, agregó. “Y eso es lo que son las estatuas moais. Son los rostros de los ancestros muertos”.
Lipo señaló que los talladores de piedra pueden haber cantado canciones ceremoniales mientras las estatuas “caminaban” para mantener el ritmo del movimiento. Sin embargo, poco queda de la historia oral del pueblo rapanui para confirmar esto. “Muchas de las canciones e historias se perdieron debido a la colonización y las misiones”, dijo Tilburg. “El primer contacto con los europeos devastó su cultura. Es la misma saga en todas las islas polinesias”.
A pesar de que la investigación científica respondió a muchas de las preguntas más desconcertantes sobre los moai, la falta de historia oral y escrita mantiene a Rapa Nui envuelta en un mito. Pero es este elemento de misterio lo que me atrajo a mí y a decenas de miles de otros turistas cada año, a este punto remoto de una isla en primer lugar.
Imaginé las 15 estatuas de Ahu Tongariki rodando de lado a lado por la tierra árida, un canto celestial llenando el aire. Pero aunque hoy estos gigantes moai se mantienen inmóviles y silenciosos, su construcción dice mucho sobre del ingenio de sus antiguos creadores.
*Por Sarah Brown.
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