Rafael Grossi, jefe del OIEA: “Hay una disposición de Putin y Zelensky a trabajar conmigo”
El secretario general del principal organismo atómico mundial visitó por primera vez la Argentina desde que asumió el cargo
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El argentino Rafael Mariano Grossi, director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) tiene entre manos una misión crucial: la de devolver la paz a la central nuclear más grande de Europa, que en marzo fue capturada por las fuerzas rusas y desde entonces se convirtió en un blanco de ataques, que se agravaron desde que Ucrania lanzó una poderosa contraofensiva. Aunque, según dice, los reactores nucleares son capaces de soportar la caída de un avión, la situación en Zaporiyia es de una “enorme precariedad”.
Con su uniforme azul o su chaleco para la radiación, este diplomático de 61 años de edad, negocia con el implacable Vladimir Putin y se abre paso entre los misiles para sentarse a la mesa con el presidente ucraniano Volodimir Zelensky.
Pero lejos de la guerra, Grossi llegó este lunes a la Argentina en la primera visita oficial desde que asumió el liderazgo del OIEA, en donde conversó con LA NACION luego de recibir el Doctor Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Profundamente honrado de recibir Doctorado Honoris Causa de @UBAonline 🇦🇷 . Estoy plenamente convencido de que el multilateralismo es la única avenida para enfrentar los mayores desafíos que enfrentamos hoy, como la guerra, las crisis climática y energética, o las pandemias. pic.twitter.com/ZGd6nzsiHL
— Rafael MarianoGrossi (@rafaelmgrossi) October 17, 2022
-Usted es una de las pocas personas en el mundo que recientemente se reunió con los dos grandes antagonistas del conflicto ¿Cómo avanzan las negociaciones para establecer una zona de seguridad en Zaporiyia?
Vamos avanzando. El primer objetivo era establecer un mínimo común denominador entre ambos líderes. No quiero decir con esto que ellos lo hayan acordado. Simplemente estoy estableciendo el perímetro de lo posible, de lo que podemos llegar a acordar. Hay una disposición que es indispensable para mí, manifestada por ambos líderes, que es la de trabajar conmigo, con el OIEA, y aceptar que el establecimiento de esta zona de protección es un objetivo factible. Sino, me dirían “no pierda el tiempo, no estoy de acuerdo, no se puede”. De modo tal que vamos avanzando incrementalmente con un sentido también de urgencia. Yo lo que estoy diciendo es si una planta está bajo ataque o está en una situación tan precaria no podemos tardar meses en negociar, es algo que tenemos que acordar lo antes posible. Creo que la contienda no está en un momento de distensión, está en un momento de agravamiento. Hay una contraofensiva importante por parte de Ucrania. Las fuerzas rusas también están intentado tomar medidas para frenar esa contraofensiva. Y con un incremento de los intercambios armados, la posibilidad de un accidente en la central nuclear también sube. Por lo tanto, insisto aún más en la necesidad de lograr ese acuerdo.
-¿Cuáles son las demandas de ambas partes? ¿Y cómo complican las negociaciones las acusaciones cruzadas?
Creo que las acusaciones cruzadas y la retórica son parte del paisaje esperable en una guerra. Yo trato de hacer caso omiso de eso porque si lo tomara como un indicador de la posibilidad de negociar algo tendría que renunciar a esa tarea ya mismo. Lo que yo tengo que tratar, y es muy importante, es de mantener mi interlocución con ambos. De nada sirve que yo asuma una posición militante o crítica, sino que debo mantener constantemente mis ojos en el objetivo que tengo que lograr: que es proteger la planta. Obviamente cada uno de ellos tiene una visión diferente de por qué está sucediendo esto. Y obviamente cada uno de ellos acusa al otro de estar incurriendo en este tipo de conductas. Yo también hago caso omiso de eso y trato de establecer una zona de protección urbi et orbi, donde esté claro que lo que no puede hacerse o lo que no es legítimo es tomar una planta nuclear como un objetivo militar.
En cuánto a las demandas, estoy en medio de la negociación por lo que no sería prudente de mi parte decir cuáles son específicamente. Pero lo que está muy claro es que estamos tratando es lograr que exista un mecanismo o un compromiso político de no disparar sobre la central nuclear o de no afectarla en su estructura periférica.
-Teniendo en cuenta que debe mantener un discurso prudente, ¿qué sintió al reunirse y estrechar la mano con el presidente Vladimir Putin? Y tras su encuentro con él, ¿contempla la posibilidad de alguna mejora de la situación en el corto plazo?
En el plano humano sentí una gran sensación de responsabilidad. Más allá de las características psicológicas, históricas o de carácter de mi interlocutor. Yo sentí que tenía una gran responsabilidad, que también es válida con el presidente Volodimir Zelensky, de mostrarle a ese líder que hay una solución factible que puede ser considerada, que puede ser realista. Y en eso concentré toda mi energía.
-Por las noticias que llegan constantemente de Zaporiyia pareciera que todo está por estallar por los aires en cualquier momento. De hecho, este lunes Energoatom comunicó que la última línea externa de la central nuclear tuvo que ser desconectada como consecuencia de bombardeos de las fuerzas rusas, algo que catalogó como “cambio de estrategia” de Moscú para “chantajear” a Ucrania y al mundo entero. ¿Cuál es el grado de peligro actual?
El peligro es muy real. Yo evalúo las cosas respecto a los informes de mis inspectores. Una de las cosas más importantes que logró el organismo luego de mi visita fue la de establecer una misión permanente de observadores en la planta y esto es crucial porque también en una guerra las narrativas son contradictorias. Entonces, al tener gente experimentada ahí, podemos evaluar claramente cuál es la realidad. Y la situación no es peor que ayer, es igual de mala. Sigue siendo de una enorme fragilidad, de una enorme precariedad.
-¿A qué se refiere con “enorme precariedad”? Para entender mejor, ¿cómo compararía una posible catástrofe nuclear en Zaporiyia con lo que ocurrió en Chernobyl en 1986?
Depende de cual fuera el accidente. En Chernobyl se trató de un reactor cuyo núcleo explotó y, por lo tanto, hubo una enorme proyección en el medio ambiente de material radioactivo. En este caso se trata de centrales mucho más seguras, que no presentan todas esas características. Sin embargo, si las centrales dejaran de recibir el aprovisionamiento eléctrico, todo su enfriamiento se interrumpiría. Y eso puede llevar al famoso meltdown. Es decir, al derretimiento del núcleo del reactor, con la obvia liberación de radiación en el medio ambiente. La cantidad dependería de cuántas centrales, porque son seis. Y además de eso tenés que sumarle el combustible usado que está ahí en depósitos, que podría ser objeto también de un ataque. Con esto a lo que voy es que las posibilidades de riesgo son múltiples.
-El Kremlin coqueteó en numerosas ocasiones con la idea de utilizar armas nucleares en caso de que la situación escale; Estados Unidos, por su lado, comenzó a abastecerse de pastillas para la radiación. ¿Estamos ante la posibilidad de una guerra nuclear?
Yo creo la posibilidad del uso directo de un arma nuclear en ese estadio del conflicto no es muy alta. Los países que tienen armas nucleares —los cinco países del Consejo de Seguridad son los que tienen armas nucleares legítimamente, después hay otros que tienen un puñadito y fuera del Tratado de No Proliferación— tienen una doctrina del uso del arma nuclear, una serie de requisitos que deben cumplirse para el uso de éstas. Y generalmente giran en torno a si son ellos mismos atacados por un arma nuclear, cosa que en este caso no puede ser porque Ucrania no las tiene. O si se produce una ataque de tipo convencional de tal magnitud que ponga en riesgo la existencia misma del estado. Esta es una guerra en curso, pero al día de hoy no veo esa configuración de factores. Pero evidentemente el riesgo no podría excluirse completamente.
-La mira está puesta en la guerra en Ucrania. Pero, ¿deberíamos preocuparnos por otros actores, como, por ejemplo, Irán?
El de Irán es un problema de un programa nuclear con un cierto riesgo de proliferación. Es decir que un programa nuclear pacífico cruce la línea roja y se transforme en un programa bélico. Y sobre esto ha habido una negociación por más de un año y medio entre los cinco países, más Alemania, y con la coordinación de la Unión Europea (UE) para tratar de revivir ese acuerdo que existía hasta que el presidente Trump en el año 2018 decidió retirarse, por considerar que era un acuerdo demasiado benevolente con Irán. Entonces él se retiró y los iraníes se fueron retirando. Después con el advenimiento al poder del presidente Joe Biden, él comienza un proceso para intentar revivirlo. Por el momento eso no ha dado resultados. Se está en una especie de impás, donde nadie da por muerto completamente el acuerdo pero las posibilidades de sobrevida del mismo son cada vez más limitadas. Si eso sucediera, tendríamos seguramente una nueva luz titilando en el tablero de la seguridad internacional.
-Es su primera visita oficial a la Argentina desde que asumió como director general del OIEA, ¿cómo ve al país en materia de energía nuclear en comparación con otros países?
La Argentina tiene un programa nuclear muy sólido, que no es de hoy; es un programa nuclear de décadas. Es un programa nuclear efectivo, con tres centrales que funcionan muy bien y una central nuclear pequeña de diseño nacional de Carem que se está construyendo… Hoy tuve también la posibilidad de visitar el reactor RA-10, un reactor de investigación muy importante que nos va a servir para los próximos años. Creo yo que el sector nuclear argentino sigue siendo una fuente de satisfacción para la República Argentina. La energía nuclear da aproximadamente el 8% de la energía del país, no es desdeñable, y hay idea de seguir construyendo nuevas centrales, una decisión inteligente. La Argentina, México y Brasil son los tres únicos países de América Latina que están en la generación nucleoeléctrica. Además, la Argentina tiene características únicas; es el único país que exporta reactores de investigación, tiene una noble tradición en esa materia. Así que como director general del OIEA estoy muy conforme con lo que veo.
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