"Quiero que Palestina sea un país como los otros"
BIL'IN, Cisjordania.- Subhiah Abu Rahmah, madre de siete hijos y abuela de 11, y su hijo Ahmad, de 39 años, acceden a posar para LA NACION en su hogar. Se dan vuelta para mirar las imágenes de otros dos descendientes suyos, Bassem, que murió el 17 de abril de 2009, y su hermana Jawahar, que falleció hace sólo unos meses, el 1° de enero.
Subhiah parece olvidarse de los periodistas cuando sus ojos se hacen agua. "Los veo en mis sueños cada noche", musita en árabe.
Bassem y Jawahar fueron víctimas del conflicto entre palestinos e israelíes. A los 30 años, carismático y de amplia sonrisa, él era uno de los símbolos de la lucha de su aldea, Bil'in, por recuperar las tierras de las que quedó separada cuando los israelíes hicieron pasar por aquí el muro de 730 kilómetros de largo con el que serrucharon una parte de Cisjordania.
Sus familiares están seguros de que uno de los soldados israelíes apuntó deliberadamente contra él durante una protesta. Una granada de gas lacrimógeno lo golpeó en el pecho y se lo destrozó, y murió.
Jawahar falleció por sofocamiento. Ella y otras mujeres acudieron al muro a exigir el retorno de sus tierras. Era vulnerable al gas lacrimógeno y, envuelta en una nube, se sofocó fatalmente. A Subhiah le quedan cuatro hombres y una mujer. Pero sueña con los que perdió.
En febrero de 2005, cuando se construyó el muro, a los aldeanos de Bil'in les cortaron el acceso al 58% de sus tierras. La familia Abu Rahmad estuvo entre las que más perdieron: la totalidad de sus siete hectáreas.
Desde entonces, cada viernes realizan una protesta. Además, interpusieron un proceso legal, que se resolvió con un fallo parcialmente favorable: la Corte Suprema de Israel ordenó modificar el trazo del muro en 2007. La orden sólo fue cumplida en junio pasado: Bil'in recuperó así la cuarta parte del territorio reclamado (60 de 235 hectáreas).
Para los Abu Rahmad, esto significó la devolución de cinco hectáreas, que fueron arrasadas: el ejército israelí cortó todos sus olivos, unos 150 árboles de más de 100 años.
En total, la aldea perdió unos 15.000 olivos. "Intentamos volver a plantar, pero los soldados destruyen lo que hacemos -dice Ahmad-. Cuando nos dejen, tendremos que esperar 10 años para que vuelva a crecer cada árbol."
El agricultor palestino hace un recuento de los sufrimientos que sufre su gente con la ocupación. "Tiran nuestras casas; nos arrestan en la noche; nos humillan; nos matan."
El suyo no es un discurso extremista. Como tampoco lo era el de Bassem, que siempre creyó que la única forma de defender sus tierras era pacífica.
Se acerca a saludar su hermano Ashraf, un apasionado de la bandera palestina: anteayer, se subió a un promontorio frente a los soldados que lo vigilaban desde lo alto del muro, y les mostró una enseña atada a globos que lanzó a volar con ella.
Por actos así, ya fue arrestado cuatro veces, hasta por seis meses de cárcel en la peor ocasión. "Cuando mataron a Bassem, la familia trató de superar el dolor -recuerda Ashraf-. Entonces, perdimos a Jawahar."
Sin embargo, no guardan odio contra los israelíes. A lo largo de esta lucha, "muchos de ellos vinieron cotidianamente a apoyarnos", reconoce Ahmad, que tiene cuatro hijas y un hijo. "Quiero que crezcan felices y en paz, y que tengan libertad; que Palestina sea un país como los otros; que nos dediquemos a construir un futuro, no a destruirlo; que quitemos todos los muros."
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