Henry fue dada a luz en una plantación de la localidad de Florence como la mayor de seis hermanos; comenzó a trabajar como trabajadora sexual, creó un burdel y amasó una fortuna de estimada en US$3.700.000 al momento de su muerte en 1895
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Priscilla Henry. Para la mayoría en Estados Unidos y en el resto del mundo este nombre no significa nada. Esto, a pesar de que la mujer afroamericana que vivió en el siglo XIX, tuvo una vida digna de una película de Hollywood.
Henry nació y vivió buena parte de su vida esclavizada. Sin embargo, al conseguir su libertad comenzó a amasar una de las mayores fortunas de su época, la cual le permitió comprar la plantación en la que llegó al mundo. Y, todo ello, gracias a que encabezó un controvertido negocio que hasta entonces era dominado por las personas de raza blanca: la prostitución.
BBC Mundo consultó a expertos y documentos para indagar sobre la vida de Henry, a quien algunos consideran no sólo como una promotora de la integración racial, sino una pionera de las mujeres empresarias y una defensora de la libertad sexual.
Un largo camino
Henry nació en 1819 en una plantación de la localidad de Florence, en el sureño estado de Alabama, escribió la profesora de la Universidad de Wisconsin (EE.UU.), Ashley B. Cundiff, en su tesis doctoral dedicada a la cultura de los burdeles en el país nortamericano.
La mujer, quien era la mayor de seis hermanos, permaneció trabajando en los campos pertenecientes al terrateniente sureño James Jackson Jr. al menos hasta 1865, porque éste se negó a liberarla a ella y a las demás personas que tenía bajo su poder. Esto, a pesar de que la esclavitud había sido abolida formalmente por el gobierno de Abraham Lincoln dos años antes con la declaración de Emancipación.
Nada más conseguir su libertad la mujer se dirigió a “Mound City”, como se conocía en ese entonces a la ciudad de St. Louis (Missouri), a unos 615 kilómetros al norte de su estado natal, donde comenzó a trabajar como empleada doméstica.
“Henry se fue a St. Louis porque en esa época las lavanderas ganaban allí más dinero por su trabajo que en otros lados del país”, le dijo a STLPR, la cadena de radio pública de la ciudad sureña el periodista estadounidense Julius Hunter, quien es el autor del libro “Priscilla y Babe: de los grilletes de la esclavitud a madamas millonarias en el St. Louis victoriano”.
El periodista pasó seis años revisando en las bibliotecas, los registros públicos y de las iglesias, así como en los archivos de los diarios locales para su investigación sobre Henry y otra madama de la época: Sarah “Babe” Conor.
A reina muerta, reina puesta
Pero la liberta estuvo poco tiempo lavando ropa y limpiando las habitaciones y estancias de hoteles, pues pronto descubrió un negocio mucho más lucrativo: el sexo. Como en otras ciudades a orillas de los ríos Mississippi y Missouri, en St. Louis la prostitución era una industria boyante. “En el siglo XIX en St. Louis llegó a haber 5.000 prostitutas y eso que tenía una población de apenas 350.000 habitantes”, explicó Hunter.
Tras la Guerra Civil la urbe se convirtió en un imán para veteranos desencantados, exesclavos, aventureros y cazafortunas, lo cual explica el auge del negocio del sexo. La actividad llegó a ser tan lucrativa que en 1870 las autoridades locales legalizaron temporalmente el trabajo sexual y comenzaron a cobrarle impuestos a los burdeles y a las prostitutas registradas.
La incursión de Henry en este sector no fue algo intencional, sino producto de una tragedia: el hotel donde trabajaba se quemó; y, por ello, terminó en una pensión en la que vivían mujeres que vendían sus cuerpos.
Y aunque no tenía atributos físicos destacables, por el contrario algunas reseñas de la época simplemente la describen como fuerte o robusta, el toparse con Thomas Howard, un ex soldado confederado que fue su amante, le abrió las puertas al mundo del sexo pagado.
Sin embargo, esta relación amorosa y comercial terminó mal. Howard, quien llegó a administrar los bienes de Henry, la defraudó e incluso fue acusado de matarla. Una sobrina de la madama afirmó que el ex uniformado envenenó a Henry con la ayuda de la cocinera personal de esta, Florence Williams, reseñó la profesora Cundiff en su investigación.
Los registros del censo local revelan que la mujer comenzó dirigiendo un burdel que empleaba a cinco mujeres negras de entre 19 y 30 años, el cual “se convirtió en el punto de encuentro de los marineros y aventureros, tanto blancos como negros”, describió el diario “St. Louis Post Dispach” en noviembre de 1895, en el obituario que publicó con motivo de la muerte de Henry.
“En la ciudad había una madama, Eliza Haycraft, que era la reina de los burdeles y que a su fallecimiento en 1871 dejó un vacío que Henry y quienes la apoyaban aprovecharon, porque consideraban que era tiempo que las mujeres de color incursionaran en ese campo. Al momento de morir Haycraft dejó US$ 30 millones en propiedades y dinero”, explicó Hunter.
Construyendo un imperio
La postura liberal de St. Louis respecto a la prostitución contrastaba con la conservadora en lo referente a las relaciones interraciales. Así luego de la Guerra Civil las autoridades estatales aprobaron leyes que endurecieron las penas de cárcel para aquellos que pretendieran casarse con personas que tuvieran un color de piel diferente y contra quienes mantuvieran relaciones sexuales con personas de otras razas.
Para evitar problemas con las autoridades la empresaria tenía recintos segregados. En unos atendía a personas blancas y en otros a personas de color. Y aunque a los hombres blancos les permitía visitar ambos establecimientos, esto no ocurría así con los negros.
“Ella estructuró su negocio de manera que pudiera atender al público masculino blanco, pero respetando las leyes contra el mestizaje”, aseguró Cundiff.
“Ella entendió que estas leyes buscaban impedir que los hombres negros interactuaran con mujeres blancas, pero que eran más laxas al momento de que los hombres blancos estuvieran con mujeres negras”, agregó.
“(Henry) mantuvo una larga relación con la policía para mantener esta precaria división de casas por raza y, por ello, su negocio gozó de protección”, aseguró la experta en su investigación.
Esta capacidad para sortear las regulaciones le permitió a Henry hacer florecer su negocio y con el paso del tiempo la madama compró varias casas en la ciudad, las cuales convirtió en burdeles o las arrendó a otras colegas para que funcionaran como prostíbulos.
Ser analfabeta tampoco le impidió a la mujer amasar una gran fortuna, estimada en US$ 100.000 al momento de su muerte en 1895, unos US$ 3.700.000 actualmente.
“La mayoría de sus negocios se hacían estrechando la mano, y dado que el trabajo sexual fue una industria prohibida durante la mayor parte de su vida empresarial, asegurarse de que las cosas no estuvieran escritas era una ventaja para ella”, explicó a BBC Mundo la profesora del Centro de Estudios Afroamericanos de la Universidad Americana de Washington (EE.UU.), Mali Collins.
“Henry también conocía la demanda de su mercado: St. Louis está ubicado en la parte baja del río Mississippi, donde los ribereños y empresarios la visitaban para intercambiar mercancías. Al ser una ciudad muy transitada con su propio y próspero “Distrito Rojo” (donde muchos burdeles eran propiedad de Henry), la empresaria monopolizó la industria de las acompañantes”, agregó.
Una pionera reivindicada
En sus últimos años de su vida, Henry volvió a su natal Alabama, pero ya no como sirvienta sino como ama y señora.
La mujer tuvo un gesto de lo más inusual y compró la plantación donde ella y sus hermanos nacieron y fueron forzados a trabajar como esclavos durante buena parte de sus vidas.
“Esto tendría que haber sido un punto de inflexión en las noticias nacionales y locales respecto al cambio creciente en los negocios que los hombres y mujeres estadounidenses negros estaba protagonizando antes del cambio de siglo”, aseveró Collins.
Sin embargo, los medios de la época no se enfocaron en esto ni en la astucia empresarial que demostró la mujer a lo largo de su vida.
“La malvada y notoria vieja Priscilla Henry ha muerto”, tituló un diario local al conocer de su deceso y acto seguido la acusó de fomentar “las pasiones depravadas”.
Con el paso del tiempo el recuerdo de Henry se fue desvaneciendo, algo que al momento de su fallecimiento parecía imposible, pues la noticia de su muerte fue reseñada por diarios hasta en Nueva York y en las calles de St. Louis cientos de personas se alinearon para despedir su féretro, recordó la Asociación de la Prensa Histórica de St. Louis en un libro titulado “Pioneras, rompedoras de reglas y rebeldes: 50 mujeres imparables de St. Louis”.
La profesora Collins, por su parte, considera que olvido de la madama es una injusticia, por cuanto ella contribuyó no sólo a la lucha contra la discriminación racial sino también a la liberación de las mujeres.
“Que terminara su vida US$ 3,7 millones acumulados es algo extraordinario dadas sus circunstancias en las que vivió, pero esto no fue el mayor logro de Henry. Ella tuvo como clientes a muchos empresarios y se codeó con personajes importantes e influyentes a quienes instó a cabildear en contra de las regulaciones hacia el trabajo sexual que limitaban sus creencias sobre la autonomía corporal y la iniciativa empresarial de las mujeres”, explicó.
Asimismo, aseguró que la vida de Henry sirvió para liquidar ciertos prejuicios. “Ella derribó los estereotipos culturales en relación con las mujeres negras como propietarias de negocios brillantes y creativas y contribuyó a legitimar el trabajo sexual como una industria real”, agregó.
Por último, Hunter lamentó que la historia de esta mujer fuera ignorada durante tanto tiempo, a pesar de que forma parte del pasado de la ciudad.
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