La actriz Jian Qing logró atraer la atención del líder chino, pero recién saltó al estrellato político con la Revolución Cultural, cuando la nombraron dentro de las máximas autoridades del partido
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Nació pobre, hija ilegítima de un carpintero violento y alcohólico y su concubina, y su sueño (frustrado) fue ser estrella de cine. Sin embargo, el destino la convertiría en la mujer más poderosa —y también la más temida— de China. Esta es la historia de Jiang Qing, también conocida como Chiang Ching, a quien Occidente bautizó como “Madame Mao”.
Jiang nació en 1914 con el nombre de Li Shu-meng, pero a lo largo de su vida adoptaría una serie de seudónimos. De niña se hizo llamar Li Yunhe (“Grulla en las nubes”) y empezó a actuar en un grupo de teatro comunitario.
En su adolescencia contrajo matrimonio con un comerciante, pero a los meses se divorciaron y comenzó una relación con un activista del Partido Comunista de China (PCCh), del cual se hizo miembro. El PCCh, que acaba de celebrar su centenario, era perseguido por el gobernante Partido Nacionalista Chino (o Kuomintang) y operaba en la clandestinidad.
A los 20 años, la aspirante actriz se mudó a Shanghái, el principal centro cosmopolita de la época, conocido como la “Perla del Oriente”, donde operaba la meca de la industria cinematográfica china. Al poco tiempo de arribar, en 1934, fue arrestada por ser comunista y pasó unos meses en prisión, pero eso no la disuadió de perseguir su sueño.
Al quedar en libertad simplemente cambió su nombre artístico a Lan Ping (Manzana Azul) y se reinventó.
Consiguió un rol protagónico en una obra de teatro, como Nora en “Casa de Muñecas”, de Ibsen, y algunos papeles menores en cine, pero no logró convencer a los magnates cinematográficos para que la lanzaran al estrellato, un rechazo que la marcaría de por vida.
Durante esta época, se enamoró del actor y director Tang Na, con quien contrajo matrimonio. Tras una tumultuosa relación, se terminarían divorciando en 1937.
Según la biografía del historiador australiano Ross Terrill, Madame Mao: The White-Boned Demon (“Madame Mao, el demonio de huesos blancos”), la futura esposa de Mao llevó una vida burguesa y decadente durante esta etapa en Shanghái.
También se hizo algo célebre, en particular por su tormentosa relación con Tang, una fama que luego intentaría borrar a la fuerza tras una nueva transformación como Jiang Qing (Río Verde), la recatada militante comunista que enamoraría al líder del PCCh, Mao Zedong.
Cambio de vida
Jian conoció a Mao en la norteña ciudad de Yan’an, donde se había instalado el cuartel general del PCCh luego de la llamada Larga Marcha desde la anterior base comunista, en el sur del país.
La actriz había decidido viajar allí tras la invasión japonesa de Shanghái, en 1937, con la intención de participar en películas de propaganda comunista. Sin embargo, algunos de los mismos productores cinematográficos que la habían rechazado en Shanghái le volvieron a dar la espalda.
Cuentan las biografías que Jiang logró atraer la atención de Mao durante las charlas públicas que el líder del PCCh daba a los jóvenes. Jiang se sentaba en primera fila y siempre hacía preguntas y comentarios entusiastas.
La incipiente relación no cayó bien entre los otros líderes comunistas. Por un lado, porque la profesión actoral no era bien vista. Pero, sobre todo, porque Mao —que prácticamente duplicaba en edad a Jiang— era un hombre casado.
Su esposa (la tercera, después de un breve casamiento arreglado y un matrimonio con una activista ejecutada por el Kuomintang) era madre de seis de los hijos de Mao y residía temporalmente en la vecina Unión Soviética, donde recibía tratamiento para una enfermedad.
No obstante, —y, según algunas versiones, ante el anuncio de que Jiang estaba embarazada—, la dirigencia del partido aceptó que Mao se divorciara y contrajera matrimonio nuevamente.
Sin embargo, el permiso se dio bajo una condición: que la joven cuarta esposa de Mao no se involucrara en asuntos políticos (algunos indican que se especificó que se mantuviera alejada del poder por al menos 20 años).
De secretaria a “censuradora”
Varios testimonios de la época dan cuenta de que la pareja cumplió con el acuerdo, y Jiang tomó un muy lejano segundo plano, actuando como una de las secretarias de su marido y criando a la hija de ambos, Li Na, mientras el poder de él crecía.
Una década más tarde, los comunistas finalmente se impusieron en la guerra civil, y el 1 de octubre de 1949 fundaron la República Popular de China (RPC), con Mao a la cabeza.
A diferencia de las esposas de otros líderes comunistas, ella no fue invitada a participar de las celebraciones, y tampoco se le permitió tomar un rol en el Comité Central de partido, como al resto de estas mujeres.
“Estaba extremadamente resentida por esto, y guardó su resentimiento en secreto por años”, le aseguró al programa Witness de la BBC el periodista estadounidense Sidney Rittenberg, quien fue traductor del líder chino en esa época.
Mientras Mao organizaba brigadas de trabajo y granjas colectivas para intentar industrializar a toda velocidad a la tradicional economía agraria china, su esposa pasó gran parte de los años 1950 viajando a Moscú para recibir tratamiento médico por una serie de problemas de salud.
Una vez recuperada, empezó a ocupar cargos menores en comités gubernamentales dedicados a controlar las artes, en particular el teatro y el cine. La exactriz se interesó especialmente por una de las formas artísticas más populares e influyentes de China: la ópera.
Estudió más de mil óperas tradicionales y presentó un reporte muy crítico, afirmando que eran todos sobre emperadores, concubinas y monstruos, y nada tenían que ver con la sociedad china de entonces, compuesta principalmente por campesinos, o con la lucha comunista. Pero sus quejas se encontraron con oídos sordos y sus modos causaron un rechazo generalizado.
Sus esfuerzos por censurar a estas obras o cintas, o actores a los que consideraba demasiado tradicionalistas o pro- Occidente le ganaron la fama de ser una persona “agresiva” y “arrogante”, y sus críticos lograron removerla de sus cargos.
Revolución cultural
El gran salto adelante de Jiang se dio, irónicamente, con al fracaso del “Gran Salto Adelante” de su marido. El así llamado proceso de industrialización impulsado por Mao fracasó estrepitosamente, llevando a millones de personas a morir de hambre entre 1958 y 1962.
Cuando los otros líderes del PCCh le retiraron su apoyo, el “Gran Timonel” recurrió a un grupo cercano de aliados, entre ellos su esposa, para retomar el poder.
En 1966 este grupo de comunistas radicales lanzó lo que se conoció como la “Revolución cultural”: un llamado a los más jóvenes a rebelarse contra las autoridades tradicionales, los “burgueses” y los capitalistas que, según Mao, amenazaban la revolución comunista.
La mayoría de los analistas coincide en que el objetivo principal de esta revolución fue purgar a los enemigos de Mao dentro del partido, entre ellos a Deng Xiaoping, quien años más tarde sería presidente.
Lo cierto es que la Revolución cultural lanzó a Jiang Qing al estrellato político, dándole la fama y el poder que no había logrado cosechar con su carrera de actriz. Mao la nombró entre las máximas autoridades del PCCh y ella se convirtió en una de sus principales y más ardientes voceras.
Su inauguración en la arena pública fue un emotivo discurso que dio ante estudiantes de la Universidad de Pekín, en 1966.
Kathy Yeng, una de las jóvenes que estaba presente ese día, le contó a la BBC en 1977 cómo Jiang había logrado conmoverla. “Habló sobre la visión que tenía del arte proletario, cómo creía que China tenía que desarrollar su propio arte proletario, no seguir el de Occidente o el soviético. Dijo que las autoridades del Ministerio de Cultura no la habían escuchado y que ella estaba siendo oprimida, al igual que nosotros”.
Violencia
El llamado de Mao, Jiang Qing y sus partidarios para que la juventud se movilizara desencadenó uno de los períodos más trágicas de la historia china reciente. Se cerraron escuelas y universidades y millones de estudiantes se unieron a los Guardias Rojos, como se conoció al grupo de jóvenes militantes que aterrorizaron a educadores, intelectuales, y cualquier persona de autoridad considerada “contrarrevolucionaria”. Muchas de las personas humilladas y atacadas se terminaron quitando la vida.
Mao y sus partidarios también fomentaron un culto a la personalidad, publicando un libro con citas del líder —el famoso “Pequeño Libro Rojo”— que todos debían poseer y memorizarse, para comprobar su lealtad al movimiento.
Posters con la imagen de Jiang Qing sosteniendo el libro se desplegaron por todo el país y la esposa de Mao se convirtió en la mujer más poderosa de China. Muchos recuerdan su sed de venganza contra todos los que la habían despreciado, incluso décadas antes.
“Había un general, me acuerdo que ella le apuntó y lo acusó de querer aplastar la revolución cultural en las escuelas militares. Y este viejo guerrero, que ciertamente no era ningún cobarde, se puso completamente pálido”, rememoró Rittenberg, quien, al igual que otros extranjeros, fue detenido durante esta época.
Algunos testimonios afirman que Jiang también ordenó el arresto de las personas con las que había socializado durante su época como actriz en Shanghái, en un intento por esconder su pasado no tan recto.
Revolución artística
Una de las principales tareas que le encomendó Mao a su esposa fue la de revolucionar el arte. Para Jiang, fue la ocasión perfecta para enterrar de una vez las tradicionales óperas que tanto había criticado.
La exactriz impulsó la creación de un nuevo género artístico que se convertiría en uno de los pilares de la propaganda comunista: las “óperas revolucionarias” (también llamadas “óperas modelo” o Yangbanxi).
Estos espectáculos, que combinaban la ópera tradicional china con los musicales de occidente, mezclando música y ballet, fueron los únicos permitidos durante la década que duró la revolución (1966-76), y sus protagonistas eran valientes campesinos que luchaban contra malvados propietarios, invasores japoneses u otros enemigos de la revolución.
Las ocho óperas modelo creadas por impulso de Jiang hoy forman parte de la cultura popular china. Pero la influencia de la “primera dama” fue mucho más allá de lo artístico. Además de movilizar a los jóvenes con sus obras, sus discursos y sus posters, también tuvo un gran poder de decisión.
“Como miembro clave del Grupo Central de la Revolución Cultural dirigió gran parte de la política una vez que se deshizo el aparato formal del partido comunista”, le señaló a BBC Mundo el experto en China Anthony Saich, profesor de Asuntos Internacionales y director del Centro Ash de la Escuela de Gobierno Kennedy, en la Universidad de Harvard.
Saich, autor de varios libros sobre la historia política de China, considera que Jiang “claramente fue una figura clave entre los líderes más radicales durante el período”.
La “Banda de los Cuatro”
Pero la mujer más poderosa de China fue perdiendo influencia a mediados de la década de 1970. Primero, cuando su marido ordenó al Ejército detener los abusos de la Guardia Roja, y terminó desmantelando a la militancia radical. Y finalmente con la muerte de Mao, que la dejó sin su principal sostén político.
Un mes después del fallecimiento del “padre” de la RPC, en septiembre de 1976, los líderes del PCCh ordenaron el arresto de Jiang, a quien acusaron de ser la cabeza de la “Banda de los Cuatro”, como llamaron a los principales aliados de Mao.
La nueva dirigencia del partido acusó a Jiang y a la supuesta “Banda” de ser la verdadera responsable de la violencia que había desatado la Revolución Cultural, exculpando al fundador del partido.
Según esta versión, que muchos en el PCCh mantienen al día de hoy, Mao cometió errores, pero había llamado a una “lucha pacífica”. Saich, al igual que otros expertos, cree que Jiang Qing fue usada como una especie de chivo expiatorio.
“Está claro que los líderes posteriores a Mao intentaron proteger su reputación. Para ser creíbles, tenían que aceptar que Mao tenía parte de la culpa, pero para proteger su reputación (y de hecho la del partido), tenían que encontrar a otros a quienes culpar por los excesos que ocurrieron”.
“Jiang Qing y los otros miembros de la Banda de los Cuatro, junto con Lin Biao (el exlíder militar, aliado de Mao, quien falleció en circunstancias sospechosas, en 1971), fueron culpados de esto”, afirma el académico de Harvard.
Jiang, quien durante su juicio aseguró que ella había sido simplemente el “perro” de Mao, que seguía sus órdenes, fue condenada a muerte en 1981, pero se le conmutó la pena a cadena perpetua. Tras pasar una década en prisión falleció en mayo de 1991, a los 77 años, mientras estaba en libertad bajo fianza para recibir tratamiento médico por un cáncer de garganta.
La versión oficial indica que se suicidó, ahorcándose. Pero, al igual que gran parte de su vida, los detalles de lo que ocurrió se mantienen ocultos.
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