El empresario, cuya fortuna está valuada en US$2700 millones, asumió por tercera vez como primer ministro y llamó a la clase política a trabajar en equipo
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Trece meses después de la renuncia del exprimer ministro Hassan Diab -tras la explosión en el puerto de Beirut que dejó más de 200 muertos-, Líbano tiene un nuevo gobierno. El magnate de las comunicaciones Najib Mikati asumió el pasado 10 de septiembre su puesto como primer ministro de la nación árabe y presentó en el Palacio Baabda de Beirut, la capital del país, un nuevo gabinete junto al presidente Michel Aoun y el jefe del Parlamento, Nabih Berri.
A sus 65 años, este multimillonario sunita asume la cabeza de un gobierno libanés por tercera vez (ocupó el puesto de primer ministro brevemente en 2005 y luego entre 2011 y 2014). Al mismo tiempo insta a la clase política a trabajar conjuntamente para salir de la profunda crisis que atraviesa Líbano.
“Todos conocen la situación en el país, desde los mayores hasta los más pequeños”, aseguró Najib Mikati en su discurso tras el anuncio de la formación de su gobierno. “Los niños son privados de leche infantil, se preguntan si irán a la escuela y quieren emigrar. Los padres han visto cómo sus ingresos pierden más del 80% de su valor y ya no saben cómo llegar a fin de mes. Y las madres, no encuentran medicamentos”, agregó.
El líder libanés admitió que la situación es “difícil y excepcional”, pero afirmó que no será difícil encaminar el país. Su nuevo gabinete cuenta con 24 ministros divididos “en partes iguales entre cristianos y musulmanes”, pero sin igualdad de género: solo hay una mujer ministra. Mikati le dijo hace unos días a la BBC que una de sus prioridades sería reiniciar las conversaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para obtener un paquete de rescate financiero.
De una ciudad muy pobre a la cima
Con una fortuna estimada en US$2700 millones, Najib Mikati es el hombre más rico de Líbano y uno de los más adinerados del mundo. Paradójicamente proviene de Trípoli, una de las ciudades más pobres del país. Mikati obtuvo un MBA en la Universidad Americana de Beirut. También asistió a programas de la escuela de negocios francesa Insead y de la Universidad de Harvard en Estados Unidos.
Durante sus estudios, fundó la empresa M1 Group con su hermano mayor, Taha Mikati. Al principio, se enfocaron en la industria de la construcción, pero en 1982, en plena guerra civil de Líbano, vieron una oportunidad en el mercado de las telecomunicaciones que apenas comenzaba a florecer y fundaron Investcom.
La empresa se convirtió rápidamente en una importante operadora de telefonía móvil y se extendió por todo el mundo. La carrera política de Mikati comenzó en 1998 cuando fue nombrado ministro de Obras Públicas y Transportes. Y en el año 2000 fue elegido por primera vez como uno de los cinco representantes de Trípoli en la Cámara de Diputados del Parlamento libanés.
Una figura “moderada”
“Najib Mikati es primeramente un hombre de negocios muy hábil, que ya ocupó el puesto durante periodos delicados y de transición”, resume Karim Bitar, director del departamento de ciencias políticas de la Universidad Saint Joseph de Beirut.
“Su punto fuerte es que es alguien que se esfuerza por mantener relaciones cordiales con todas las fuerzas del espectro político libanés. Además tiene buenas relaciones con el Hezbolá, con el régimen sirio y con los países del Golfo (Pérsico), Arabia Saudita y Estados Unidos”, le dice a BBC Mundo.
En Líbano, es percibido como una figura moderada, pero, según Bitar, la gente no olvida que es accionista de un gran banco, por lo que se dice que es un hombre del establishment. “Es por eso que no se deben esperar reformas estructurales radicales”, añade. Para él, el hecho de que regrese hoy al poder a la cabeza de un gobierno que representa a los principales partidos políticos del país es una decepción para las personas que apoyaron la revolución del 17 de octubre de 2019, que pedían un cambio político radical.
Aquel día las manifestaciones comenzaron tras el anuncio de un impuesto mensual propuesto de US$6 sobre las llamadas en WhatsApp. El plan se abandonó poco después, pero los disturbios se intensificaron y los manifestantes se centraron en problemas más amplios, como la mala gestión económica y deficiente calidad de los servicios públicos y la corrupción generalizada.
La “dramática” situación de Líbano
El propio Najib Mikati se vio involucrado en varios escándalos de corrupción. El más reciente fue en 2019 cuando fue procesado por recibir, junto a su hermano y su hijo, millones de dólares en préstamos hipotecarios subsidiados por el Estado. Él negó las acusaciones.
Karim Bitar describe la situación actual de su país como dramática. “La crisis económica que atraviesa Líbano actualmente es la más grave de su historia”, sentencia. El Banco Mundial la calificó a mediados de este año como una de las tres peores crisis del mundo desde mediados del siglo XIX. Y con razón. Según estimaciones de la organización, el PIB per cápita libanés se redujo en 40% el año pasado.
Al mismo tiempo, la libra libanesa, la moneda local, perdió casi el 90% de su valor y, según la ONU, el 55% de los más de cuatro millones de libaneses viven por debajo del umbral de la pobreza con menos de US$3,84 al día.
“Los libaneses también sufren por la escasez de combustible, de medicamentos, de productos de la canasta básica y de una inflación galopante”, asegura Bitar y agrega: “Y lo peor es que no hay realmente perspectivas para salir de la crisis y la moral de la población está por el piso”.
“Siento el tipo de pobreza, el tipo de hambre que tienen”
El nuevo primer ministro le dijo a la BBC que, pese a su riqueza, puede comprender el impacto de la crisis actual en la vida cotidiana de los libaneses comunes y corrientes. “Tengo tres hijos… fuera del Líbano. Así que me siento con la gente. Siento el tipo de pobreza, el tipo de hambre que tienen, el miedo que tienen del futuro. Así que esto no es sólo una cuestión de (tener) dinero o no”.
El delicado sistema sectario de reparto del poder de Líbano había obstaculizado los repetidos intentos de formar un gobierno tras la dimisión de Hassan Diab en agosto del año pasado. El Líbano tiene un sistema político inusual basado en la representación sectaria. El modelo permite compartir el poder entre cristianos, musulmanes sunitas y musulmanes chiitas.
Fue ligeramente modificado en 1989 con el “Acuerdo de Taif”, que reorganizó el sistema quitando parte del poder a los cristianos -que habían tenido una influencia desproporcionada-, y entregándoselo a los musulmanes en fórmulas más equitativas. Actualmente, los puntos clave del acuerdo estipulan que debe haber un presidente cristiano y un primer ministro musulmán sunita, mientras que el portavoz debe ser un musulmán chiita.
La imposibilidad de llegar a un acuerdo tras la renuncia del primer ministro previo a Mikati sobre el nombramiento de ministros retrasó el proceso.
El “regreso del establishment”
Gran parte de la sociedad libanesa ve con escepticismo la formación de este nuevo gobierno, explica el politólogo de la Universidad Saint Joseph de Beirut. “La gente lo ve como un regreso del establishment, de la clase dominante, que se volvió a repartir el pastel. La gente no tiene grandes expectativas ni esperanzas de que las cosas van a cambiar”.
De esa forma, la espera de trece meses no valió de mucho para los libaneses que reclamaban un gobierno reformador. El gobierno de Najib Mikati enfrenta muchos desafíos. Además de negociar su deuda con el FMI, deberá reestructurar un sector bancario que colapsó.
Otras prioridades de su gobierno serán tratar de resolver las emergencias sociales y humanitarias que dejó la crisis y organizar las elecciones legislativas que deberían celebrarse en mayo de 2022.
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