La migración de ese país, formada por más de siete millones de personas según Naciones Unidas, es el contexto en el que creció el negocio que tiene Mairín Reyes, llamado “Soluciono por ti”
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Mairín abre una gaveta y hay un tesoro devaluado de monedas. Mairín abre un cofre y hay unos anillos que a nadie le quedan. Mairín abre un libro y encuentra la estampita de una santa marcando la última página que alguien leyó. Mairín abre un clóset y encuentra los dientes que el Ratón Pérez guardó hace décadas.
Mairín Reyes abre lugares, saca cosas, toma fotos, hace inventarios, desenreda cables, protege vasos, embalsama barbies en cajas de cartón, apila peluches en bolsas negras, desmonta hogares: es una oficiante de la memoria en Venezuela.
La migración venezolana, formada por más de siete millones de personas, según Naciones Unidas, es el contexto en el que creció Soluciono por ti, el negocio que Mairín Reyes lidera y que la llevó a casas y departamentos de migrantes para vaciarlas y ordenarles los recuerdos.
“Lo recurrente en la mayoría de clientes que he atendido es que están fuera del país y dejaron la puerta cerrada pensando que iban a volver y no volvieron. De algo tan doloroso como la migración, yo encontré una oportunidad. ‘Organización del hogar’, lo llamo yo”, dice Reyes, una caraqueña huracanada con porte de Condoleezza Rice, la exsecretaria de Estado durante el Gobierno del expresidente estadounidense George W. Bush.
Son millones los hogares venezolanos deshabitados, cerrados, con los intestinos secos y drenados antes de una colonoscopia. “Una casa muerta, entre mil casas muertas”, escribió el autor venezolano Miguel Otero Silva en su novela atemporal Casas Muertas.
“A mí entrar a cada casa me da muchísima tristeza”, dice Reyes. “Más allá de las razones que llevan a cada quien a migrar, porque siempre hay una razón de peso, siempre me impacta ver tantas cosas dejadas. Me imagino a la familia riéndose en esa sala, siendo felices. Ves que las cosas se adquirieron con cariño. Lo que encontrás es lo que te habla de la gente: hay testimonios del amor que ahí hubo”.
Ese testimonio del amor que se fue es lo que el urbanista Lorenzo González Casas llama “osteoporosis urbana”. González la define así “por analogía con la afección orgánica en la cual la estructura ósea mantiene su forma, pero pierde sustancia y se va desmoronando”. En 2020 escribió sobre esta consecuencia de la emergencia humanitaria compleja que se vive en Venezuela: “La diáspora venezolana ha conducido a un gradual vaciamiento de las ciudades y el abandono de una significativa inversión inmobiliaria”.
González Casas calcula que en Venezuela hay más de un millón de viviendas desocupadas u ocupadas por debajo de su capacidad, lo que calcula que significan US$50.000 millones “osteoporóticos”.
“Guárdalo, rómpelo, bótalo”
¿Qué saben de nosotros nuestras cosas?
Está el abrigo verde con que un hombre
salía los domingos neblinosos,
y está la colección de Chateaubriand,
y está el menorá en la biblioteca.
Poema Las Cosas, del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez.
Los muebles sudan en soledad. Ese olor a secreción de muebles es lo primero que distingue a una casa deshabitada cuando abrís la puerta. “Al entrar, me he conseguido de todo: ropas de bebé de hijos que hoy tienen 45 años, peluches, palos de golf, la casa de la Barbie con las barbies, decenas de vajillas, útiles escolares de hace décadas, libros de todo tipo y gustos, bibliotecas de piso a techo. ¡Dios mío, cómo uno acumula cosas!”, dice Reyes. “En todas las casas encontrás la evidencia de las devaluaciones que ha tenido el bolívar: cajas de billetes y gavetas de monedas que te ratifican que cada día tenemos menos ingresos”.
A través de videollamadas, Reyes va mostrando a sus clientes cosas que saben secretos sobre ellos. Algunas son piezas de aparente valor que han dejado atrás. A veces, al ver a través de la cámara algo con mucha carga emocional, el cliente se conmueve, llora, rememora, explica el origen de la pieza, evoca sus mejores momentos y, después, dice: “Tíralo”.
“En 2021, cuando comencé a levantar el inventario de mi primera clienta, que es una buena amiga mía con la que trabajé años atrás, me di cuenta de que lo había dejado todo. Y empecé a mandarle fotos por WhatsApp ‘¿qué hago con esto?’, le iba preguntando. ‘Guárdalo, rómpelo, tíralo’”, me respondía dependiendo de la pieza”.
“Quizá por la cercanía que tenía con ella, lloraba cada vez que veía sus fotos. Pero, he seguido llorando con otros clientes: no concibo cómo podés meter la vida en tres maletas. Es imposible no conectarte con todo lo que la gente vivió en este país”, reconoce Reyes.
La verdadera fortuna para la mayoría de los clientes de Soluciono por ti son las fotografías: los álbumes y las que guardan sueltas por ahí. “Eso sí lo quiero”, le dicen a Reyes cuando se las muestra. “Hay cosas que la gente no recuerda tener. Me han aparecido prendas que los clientes ni recordaban que tenían, como una sortija de zafiros, por ejemplo. Para hacer este trabajo se tiene que crear un nexo de confianza absoluta con tus clientes: yo soy sus ojos, a todo le tomo fotografías y lo subo a un inventario en Excel. Esto es un trabajo de discreción porque llega un momento en el que te convertís en su guardadora de tesoros”.
Servir y solucionar
Mairín Reyes nació en el Hospital Universitario de Caracas. Estudió Técnico Universitario en Administración Turística y Hotelera, pero nunca lo ejerció. Su primer trabajo formal, en Ediciones Cobo, la enmarcó en un lugar del que jamás se sale y del que ella no salió: los libros, que antes archivaba y ahora también. “Aparte de que el trabajo en sí era muy interesante, era auxiliar de biblioteca, estaba en contacto con libros y diapositivas para clasificar. Y terminé haciendo correcciones de pruebas y de redacción”, recuerda.
Reyes definió su vocación por el servicio al cliente en CANTV Net, la compañía telefónica estatal del país, cuando era una empresa privada que comenzaba a ofrecer Internet por toda Venezuela a finales de los años 90. “Viajamos por el país montando oficinas comerciales. Yo estaba en el área de mercados masivos. Dimos charlas y cursos de para qué servía Internet para poder venderla. Era una época que hablaba del desarrollo pujante de Venezuela”.
Reyes estuvo hasta 2004 en CANTV y continuó con un negocio propio que ya funcionaba en paralelo: una peluquería. “A mí me encanta trabajar. Es mi estado natural. No concibo la vida sin estar produciendo algo, haciendo algo. De CANTV aprendí la importancia del cliente y de prestar un servicio desde la satisfacción. Eso lo tengo internalizado”.
En la intimidad de las casas que buscan su destino, Reyes encontró otras vertientes del servicio al cliente.
“Tengo unos clientes con los que hice un gran vínculo porque tenían sótanos con archivadores llenos de papeles. El señor era profesor de la Universidad Central de Venezuela y había trabajado en el Metro de Caracas: guardaba hasta los recibos de los cajeros electrónicos. El trabajo de organización de su hogar lo hicimos juntos, porque ellos aún no se habían ido del país. Aprendí a entender lo duro que era para él lo que estaba haciendo porque la mayoría de la gente no se plantea irse, sino que piensa que aquí, donde están sus cosas, se va a morir”.
Con ellos estuvo cinco meses, vaciando tres propiedades y tres sótanos. Y de allí surgió otra vertiente de Soluciono por ti: “La cantidad de enseres que ellos tenían me llevó a tener un espacio para custodia y exhibición de lo que aún queda por vender de nuestros clientes. Tengo un local alquilado de 300 metros con vitrina para exhibir y vender objetos a los que nuestros clientes quieran sacar algún provecho. Muchos donan las cosas que dejan en sus hogares, pero otros deciden buscar alguna ganancia. La idea es que pueda generar algún ingreso que pague los servicios de trasteo o limpieza”.
Con rifle o con china
En uno de los departamentos donde trabaja Reyes quedan, en el papel tapiz, las marcas de los cuadros. Son líneas amarillo óxido donde antes hubo lienzos de alguna naturaleza muerta o un Trómpiz, ese pintor fetiche de la clase media venezolana de los años 80.
En su poema Mudanza, Fabio Morabito escribió:
He aprendido a respetar las huellas
de los viejos inquilinos:
un clavo, una moldura,
una pequeña ménsula,
que dejo en su lugar
aunque me estorben.
Saber irse y saber quedarse son habilidades adquiridas. Con una energía de productora de campo, Reyes acompaña a los migrantes en ese proceso, incluso más allá de desmontar sus cuadros. “Soluciono por ti es un paraguas. En el camino han surgido otras necesidades de los clientes, como la venta del propio inmueble. Tengo una alianza con una realtor [agente inmobiliaria] y para ella mis servicios son un valor agregado de su catálogo”.
Mairín tiene su propio duelo migratorio. Su único hijo vive afuera y ella no conoce a su único nieto. “Solo un pequeño porcentaje de venezolanos está en condiciones de mitigar las huellas de la pérdida a través de viajes y conexiones cibernéticas; para la gran mayoría, la emigración de un ser querido constituye la expectativa de una separación indefinida e incluso definitiva”, escribió la autora venezolana Ana Teresa Torres en junio de 2023.
“Los viejos nos estamos quedando aquí. Quiero abrazar a mi nieto”, dice Reyes. Pero, rápido se recompone y regresa a la casilla de la solución.
“Dentro de todo lo que se vive aquí, me siento bendecida: tengo a mis vecinas para tomar vino y café y tengo mi jardín. Yo creo que siempre hay que tratar de sacar lo mejor de lo que haya”, dice. “Mi papá, que era un optimista, siempre decía ‘si no se caza con rifle, se caza con china’. Uno de mis objetivos es ser una persona útil y autosuficiente para mi propia vida. No todo el mundo tiene este tipo de oportunidades, pero yo las encontré”.
Texto: Laura Helena Castillo. Fotos: Fabiola Ferrero.
*Este artículo forma parte de la serie “Rastros de una Promesa”, publicada por el portal venezolano Prodavinci.
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