Quién es Liz Truss, la admiradora de Thatcher que se convertirá en la tercera mujer en gobernar Gran Bretaña
La hasta ahora ministra de Relaciones Exteriores asumirá mañana como primera ministra británica; cómo fue su ascenso y qué la emparenta a la expremier emblema de los conservadores
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PARÍS.– La conservadora Liz Truss fue elegida hoy por su partido para convertirse en su nueva líder y, en consecuencia, en la primera ministra que sucederá a Boris Johnson a partir de mañana.
La hasta ahora responsable de la cartera de Relaciones Exteriores logró una meteórica campaña frente a su contendiente, Rishi Sunak que, sin embargo, había partido favorito para remplazar al extravagante Boris Johnson, obligado a renunciar tras numerosos y variados escándalos.
Para los observadores, el ascenso de Liz Truss sigue siendo un misterio. Parecen desarmados frente a esa mujer de 46 años, que escaló todos los peldaños del gobierno de tres primeros ministros conservadores sucesivos, hasta obtener el codiciado Ministerio de Relaciones Exteriores en 2021, en el equipo de Boris Johnson.
Un hada bienhechora parece proteger incondicionalmente a Truss, que consiguió superar a su rival —y favorita— Penny Mordaunt en las eliminatorias de la carrera al liderazgo del Partido Conservador y del país. Y lo mismo sucedió después con el exministro de Finanzas Rishi Sunak, el otro gran favorito y finalista de la contienda.
Truss, a quien muchos consideran “la Margaret Thatcher del siglo XXI”, se instalará en el 10 de Downing Street, sede del gobierno británico, donde no solo la esperará Larry, el gato de la residencia que acompañó a sus tres antecesores sino, sobre todo, gigantescos desafíos políticos y económicos.
Sin carisma y “realmente conservadora”
En todo caso, los especialistas de la política británica confiesan que la asunción meteórica de la diputada de Norfolk (en el este de Inglaterra) nunca fue evidente. Educada en la universidad de Oxford y diplomada en Contabilidad, Truss, que pasó por la compañía petrolera Shell, carece totalmente de carisma. Aburrida oradora, incapaz de transmitir la más mínima emoción, esa reprimida de voz demasiado metálica pasa horriblemente mal en la televisión.
La hasta ahora responsable del Foreign Office británico está lejos, muy lejos de la simpatía, la facundia y el desparpajo de un Boris Johnson. Su cara es demasiado inmóvil, su sonrisa gélida y su mentón siempre levantado, en signo de desafío.
Y, sin embargo, después de un comienzo de campaña desastroso, esa mujer de acción, insensible a la más mínima duda, consiguió persuadir a los diputados tories que era la más indicada para vencer a los laboristas en las próximas elecciones legislativas que deben realizarse a más tardar a mediados de 2024. Fueron ellos quienes, tras la dimisión de Johnson, escogieron a los dos finalistas —Sunak y ella—, entre los nueve pretendientes que estaban en condiciones de aspirar al liderazgo del partido y al puesto de primer ministro.
Tenaz, resistente, ambiciosa… Liz Truss domina sin dudas el arte de extraerse de situaciones peligrosas: su matrimonio sobrevivió al escándalo, cuando engañó a su marido durante 18 meses con un diputado. Y su carrera ministerial no conoció una sola interrupción en diez años durante los cuales pasó por Educación, Medio Ambiente, Justicia, Tesoro, Comercio Internacional, Igualdad y Relaciones Exteriores.
“Soy la única candidata realmente conservadora”. Ese fue el leitmotiv de esa partidaria inveterada de la reducción de impuestos y los gastos públicos, de la lucha contra las reglas administrativas y de la limitación del derecho de huelga en la función pública. Anti-woke visceral, la patriota, inmutable en sus convicciones, se muestra orgullosa “de la historia del imperio más grande de todos los tiempos y de su misión civilizadora”.
Truss es la oradora preferida de los británicos de derecha, que aprecian sus ataques al vitriolo contra las elites londinenses. “Es la única que hará las reformas económicas necesarias”, insiste el exlíder de la formación nacionalista, Iain Duncan Smith, que apoyó su candidatura desde el principio.
El Brexit explica su popularidad entre la base conservadora de la Inglaterra profunda. Partidaria del remain (permanecer) en la Unión Europea (UE) durante el referéndum de 2016, Truss cambió de camiseta tras la victoria del campo del leave (partir), asumiendo la bandera de un retiro duro. Tanto en el Foreign Office como en el Ministerio de Comercio Internacional, esa cruzada de largar las amarras no cesó de promover el “Global Britain” (la Gran Bretaña planetaria) promovido por Boris Johnson, recorriendo el mundo para firmar acuerdos bilaterales. Sin hablar de su abierta hostilidad contra el protocolo norirlandés —acordado con la UE en 2019, cuando Londres firmó el tratado del Brexit— que promete reformar, a riesgo de provocar una enorme crisis con el bloque.
Admiradora de Thatcher
A pesar de esos inoportunos cambios de paso, la hija de maestros socialistas y sectarios, que comenzó su carrera política en la liberal-democracia antes de convertirse en diputada conservadora, jamás renegó de sus convicciones definitivamente de derecha. En política exterior es un “halcón” que reafirma día y noche su apoyo a Ucrania y Taiwán, y prefiere abiertamente a sus “sólidos aliados” estadounidenses y australianos, en vez de a los europeos.
Los discursos de esa aspirante a primera ministra parecen calcados de los de Margaret Thatcher, por quien profesa una admiración sin límites. Tanto, que durante los debates televisados, no dudó en vestirse de la misma forma que su modelo.
Durante una visita a las tropas británicas estacionadas en Estonia, la actual responsable de la diplomacia de Albión se hizo fotografiar conduciendo un tanque, como lo había hecho “Mrs. T” en Alemania Federal en 1986. Como sucedía con la “dama de hierro”, la política es el único hobby de esa mujer alérgica a las palabras, a las frases rebuscadas y a los debates intelectuales, que la aburren.
“El compromiso no es su estilo. Liz Truss es de una pieza”, afirma Duncan. Pero envolverse en el mito “Maggie” también tiene sus peligros, sobre todo ahora. Después del derrumbe de Boris Johnson, y la catastrófica situación en que dejó al país, los sujetos de Su Majestad parecen haber perdido toda confianza en los remedios milagrosos del Partido Conservador.
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