Quién es el temible Sergei Shoigu, el jefe militar de Rusia que prometió una victoria fulminante y ahora se encuentra en problemas
Estrecho aliado de Putin, modernizó las fuerzas armadas rusas, pero ahora sus tropas enfrentar la feroz resistencia de los ucranianos
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La semana pasada, cuando ordenó poner en estado de alerta el arsenal nuclear de su país, el presidente ruso Vladimir Putin miró hacia el otro extremo de la larga mesa, donde se encontraba el general Sergei Shoigu, su ministro de Defensa.
Y Shoigu asintió con la cabeza.
En la década que lleva al frente de las fuerzas militares rusas, Shoigu —que nunca fue soldado de carrera pero tiene rango de general del ejército—, trabajó incansablemente para modernizar y profesionalizar a las fuerzas armadas y construirles una imagen de efectiva maquinaria bélica y de política exterior.
Las victorias en Crimea y en Siria colocaron a Shoigu y a los militares en el centro de la estructura de poder del Kremlin, en detrimento de los temidos servicios de inteligencia, que hasta entonces habían sido el apoyo primordial del presidente Putin, que de hecho es un exespía de la KGB.
Pero el fracaso de la intentona rusa por tomar Ucrania de manera fulminante demuestra que los cambios implementados por Shoigu, si bien son reales, no lograron construir una temible fuerza de combate como el general pregona. Logística pobre, estrategias fallidas y tropas mal preparadas: todo eso sugiere que los costos de una eventual victoria serán inmensos y la ocupación de Ucrania difícilmente sostenible.
Según analistas con conocimiento del ejército ruso, la actual situación es culpa de la decisión de Shoigu de apoyar incondicionalmente los planes de Putin, por poco realistas que fuesen, y eso implicaba dar por cierto que el ejército ucraniano se rendiría de inmediato ante una fuerza superior y que las tropas rusas serían recibidas como libertadoras.
“Después de Putin, el gran culpable es un individuo en particular, y es Sergei Shoigu”, dice Michael Kofman, director de estudios rusos de CNA, una ONG de investigación y análisis de Arlington, Virginia. “Al haber apoyado este tipo de operación, Shoigu básicamente mandó a sus hombres al desastre”.
Es difícil predecir cómo seguirán las cosas para Shoigu. Su beneplácito para la invasión reconfirmó su lealtad a los objetivos políticos de Putin en Europa. Pero si la operación falla, es probable que el líder del Kremlin busque un chivo expiatorio. “Todo depende de cómo termine todo esto para Putin”, agrega Kofman.
Aunque Rusia termine prevaleciendo, la estrategia inicial de Shoigu para un derrocamiento relámpago del gobierno ucraniano con pérdidas mínimas para las fuerzas rusas ha fracasado. Tras 12 días de lucha, las tropas rusas no han tomado ninguna ciudad importante y sufrieron bajas inesperadamente altas. Ucrania concitó el apoyo mundial, y las sanciones de Occidente van camino a paralizar la economía rusa. Para compensar sus reveses militares, Rusia está recurriendo cada vez más a los bombardeos indiscriminados, incluso sobre áreas civiles.
“El sucesor más probable”
Shoigu tiene 66 años y es uno de los altos funcionarios más populares de Rusia. Formado como ingeniero civil, su carrera empezó en la agencia de gestión de emergencias, justo antes de la caída de la Unión Soviética. Durante esos años de crisis, recorrió de punta a punta el país solucionando problemas y apagando toda clase de incendios. Así erigió un enorme ministerio, cuyas iniciativas y actividades fueron publicitados ampliamente al pueblo ruso. Su éxito lo condujo al máximo cargo de las fuerzas militares rusas.
Pero al llegar se encontró con un ejército débil y desmoralizado, que Shoigu se ocupó de modernizar y profesionalizar a fondo. Con un marketing intensivo, impulsó la reputación de las fuerzas armadas y atrajo a hombres jóvenes para que se convirtieran en soldados profesionales. Cada primavera, hacía desfilar las nuevas armas y tecnología del ejército ruso por la Plaza Roja de Moscú.
El primer éxito de Shoigu llegó en Crimea, donde planificó una incursión nocturna de fuerzas especiales para apoderarse de la península, que finalmente condujo a su anexión a Rusia en 2014. La invasión fue vista como una represalia por el derrocamiento del presidente prorruso de Ucrania, que se había producido un mes antes, y como una forma de proteger la flota rusa del Mar Negro, que tenía su sede en Crimea.
En cuanto a Siria, la capacidad del ejército para ayudar a Moscú a lograr sus objetivos quedó muy clara no bien lanzó su campaña aérea en apoyo del presidente sirio Bashar al-Assad en 2015. “El ejército y el Ministerio de Defensa se impusieron frente al ministerio de relaciones exteriores”, dice Hanna Notte, investigadora del Centro para el Desarme y la No Proliferación, con sede en Viena. “Los diplomáticos ya no decidían nada.”
Gracias a ese resurgimiento, las fuerzas militares se convirtieron en la principal herramienta de política exterior de Putin, y Shoigu pasó a integrar el círculo íntimo del presidente ruso. El mes pasado, Shoigu fue sancionado por Estados Unidos y la Unión Europea, junto con Putin y otros de sus aliados más cercanos.
“Hace tiempo que se lo considera como el sucesor más probable de Putin en caso de que este muera”, dice Sergey Radchenko, profesor de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins.
Pero en vez de convertirse en una amenaza política, Shoigu ayudó a impulsar la imagen y la ideología de Putin, centrada en la confrontación con Occidente, el nacionalismo ruso y la religión. El general cambió el diseño de los uniformes militares para parecerse a los que introdujo Stalin para celebrar la victoria de la URSS en la Segunda Guerra Mundial. También asistió a la consagración de la Catedral Principal de las Fuerzas Armadas Rusas, cuyos pisos están hechos con el metal fundido de los tanques alemanes nazis capturados por los soviéticos.
“Shoigu entiende el cambio de los vientos políticos y es bueno para hacerse eco de los valores que Putin considera importantes”, dice Dmitry Adamsky, profesor y experto en el ejército ruso de la Universidad Reichman, Israel.
Si todo se complica…
Si la invasión a Ucrania sale del todo mal, tanto Shoigu como los militares rusos podrían perder una imagen que llevó años construir, y quería al descubierto que las victorias anteriores fueron menos impresionantes de lo que parecían.
Crimea tiene menos de una vigésima parte del tamaño de Ucrania, de hecho, cuando estaba bajo el dominio ucraniano, ya era un bastión de sentimientos prorrusos. Y en Siria, la campaña bélica se limitó básicamente a bombardeos aéreos.
Antes y después de la invasión de Ucrania, Shoigu ha sido uno de los defensores más contundentes de la versión rusa de los hechos. Cuando Estados Unidos advirtió que la invasión era inminente, Shoigu dijo que los servicios de inteligencia del Kremlin sabían que Estados Unidos estaba ayudando a Ucrania a desarrollar armas nucleares y que Washington se estaba preparando para un ataque con armas químicas contra las milicias prorrusas de Ucrania Oriental.
La semana pasada, cuando ya quedaba claro que la invasión no iba según lo planeado por Moscú, el general Shoigu participó de una reunión que se transmitió por televisión, donde leyó con cara de póker los comentarios que claramente le habían preparado. “Nuestra misión fundamental es proteger a la Federación Rusa de la amenaza militar de Occidente, que está tratando de utilizar al pueblo ucraniano en la lucha contra nuestro país”, dijo Shoigu ante un grupo de oficiales.
“Las fuerzas armadas de la Federación Rusa agrupadas en Ucrania continuarán llevando a cabo la operación militar especial hasta completar la misión que se propusieron”, concluyó el general.
Por Thomas Grove
Traducción de Jaime Arrambide
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