El nuevo líder del Partido Conservador y primer ministro de Reino Unido a partir de mañana,Boris Johnson, es uno de los políticos más conocidos de su país. Sus éxitos se han apoyado en gran parte en su capacidad para combinar la seriedad de sus distintos puestos políticos con su carácter afable y cómico, algo no muy común en la vida pública actual.
Pero en su elevado perfil —construido primero como periodista y luego como parlamentario, alcalde de Londres y ministro de Exteriores— los logros han ido con frecuencia de la mano de ácidas polémicas.
Amado por unos y odiado por otros, Johnson ha sido descrito como un bufón sin principios por sus críticos y como "un tesoro nacional" por sus partidarios.
Y el exalcalde de Londres ciertamente ha sabido sacar partido a su imagen de inglés excéntrico y erudito que no le tiene miedo al ridículo, hasta llegar al cargo más importante del país a pesar de sus numerosas metidas de pata.
Un estilo desaliñado ejemplificado por su alborotada melena rubia y unas camisas que se le salen de los pantalones son parte de esa imagen.
Pero la que mejor simboliza "a Boris siendo Boris" tal vez sea la que dejó al quedarse colgado de un cable mientras celebraba la primera medalla de oro británica en los Juegos Olímpicos de 2012.
Más recientemente, Johnson asumió un papel preponderante en la campaña a favor del Brexit y prometió que, si era nombrado primer ministro, sacaría a Reino Unido de la Unión Europea el próximo 31 de octubre con o sin acuerdo.
Pero sus críticos destacan que su postura antieuropea no estuvo siempre tan clara. En un artículo que escribió en 2013 para el diario británico Daily Telegraph, aseguró que abandonar la Unión Europea no solventaría los problemas de Reino Unido.
Y su defensa del famoso "tener la tarta y también comérsela" (un dicho que en inglés significa obtener lo que uno quiere sin renunciar a nada) en el tira y afloja con Bruselas lo enfrentó políticamente incluso con su propio hermano, Jo Johnson.
Este último, también parlamentario, votó a favor de la permanencia en la UE y renunció a su puesto de ministro de Transportes en el gobierno de Theresa May pidiendo un nuevo referéndum sobre el Brexit.
Origen privilegiado
De cuna privilegiada, Alexander Boris de Pfeffel Johnson (con antepasados turcos, franceses y alemanes) nació en Nueva York en 1964 y realizó sus estudios de secundaria en la famosa escuela de Eton, fundada por Enrique VII en 1440 y a la que han asistido 19 primeros ministros, así como príncipes, diplomáticos, académicos y héroes militares.
Su padre, Stanley Johnson, fue también diputado conservador y trabajó para el Banco Mundial y la Comisión Europea. Es un ferviente europeísta.
Boris se graduó en Estudios Clásicos por la Universidad de Oxford, donde fue elegido presidente de la asociación de estudiantes en 1986.
Posteriormente empezó su carrera como periodista en el diario The Times, pero fue despedido tras falsificar una cita sobre el supuesto amante de Eduardo II y atribuirla a su padrino, el historiador de Oxford Colin Lucas, según han publicado diversos medios británicos.
"Tenía 23 años, estaba lleno de culpa y vergüenza porque este error —esta metedura de pata mía atribuida a Colin— se hubiera deslizado a la portada de The Times, que era territorio sagrado para mí", admitió él mismo posteriormente.
De ahí recayó en el The Daily Telegraph, para el que fue corresponsal en Bruselas durante cinco años.
Aunque no crearon un sentimiento que ya afloraba en determinados sectores, sus artículos sí ejercieron una importante influencia en el crecimiento del euroescepticismo entre la derecha británica.
Llegó a la capital europea —donde había vivido de niño— como un periodista "bastante convencional", pero "cuanto más aparecía en portada, más tenía que cumplir las expectativas del personaje que había desarrollado", declaro Charles Grant, quien trabajaba entonces para The Economist en Bruselas, en una reciente pieza para el diario The Guardian sobre el trabajo de periodista de Johnson en esta época.
Su artículo más famoso desde Bruselas fue, quizás, el titulado: "Delors quiere gobernar Europa". Jacques Delors era por entonces el jefe de la Comisión Europea y la nota detallaba un supuesto plan para crear el puesto de presidente permanente de la UE y aumentar los poderes de la unión frente a los Estados, algo que nunca sucedió.
Una conversación comprometedora
Uno de los episodios más controversiales de la vida de Johnson se remonta a estos años. En 1990, una conversación telefónica entre él y su excompañero de Eton, Darius Guppy, fue grabada en secreto.
En ella, Johnson accedía a proporcionar la dirección de un periodista a Guppy, quien quería que le dieran una paliza como venganza por su trabajo.
Esto nunca sucedió, pero la conversación fue publicada en 2009 por la cadena británica Channel 4. Preguntado por ella en una entrevista con la BBC en 2013, Johnson replicó: "Sí, fue cierto que él estaba un poco nervioso, y sí le seguí el juego en una larga conversación telefónica, de la cual nada derivó…".
Johnson fue luego nombrado viceditor del Telegraph en 1994. Y en 1999 fue nombrado editor de The Spectator, puesto que mantuvo hasta 2005.
Mientras, en 2001 2001 fue elegido diputado al Parlamento británico por el distrito tradicionalmente conservador de Henley-on-Thames.
En aquel momento era considerado más liberal que muchos tories en temas como los derechos de los homosexuales.
Pero continuó creando controversia. En octubre de 2004, el entonces líder conservador Michael Howard le ordenó visitar Liverpool, una ciudad del noroeste de Inglaterra, para disculparse por un artículo en el que acusaba a sus habitantes de regodearse en una pena "desproporcionada" después de que un ingeniero de la ciudad fuera secuestrado y asesinado en Irak.
Alcalde de Londres
En 2005, David Cameron lo nombró ministro de Educación superior "en la sombra"; es decir, responsable de este área para el Partido Conservador, que estaba entonces en la oposición.
Tuvo que pedir disculpas a todo un país tras asociar en una columna a Papúa Nueva Guinea con "canibalismo y matanzas de líderes tribales".
En 2008, Johnson accedió a uno de los mayores puestos en la política británica: el de alcalde de Londres, puesto que no solo logró arrebatar al laborismo, sino que pudo revalidar hasta 2016.
Como alcalde tomó decisiones populares, como prohibir el consumo de alcohol a los pasajeros del transporte público o lanzar el sistema público de alquiler de bicicletas en el centro de la ciudad, que todavía hoy se conocen informalmente como "Boris bikes". Él mismo es un ciclista habitual.
En 2012 estuvo al frente de unos Juegos Olímpicos considerados ampliamente como un éxito.
Decidió volver al parlamento antes de terminar su mandato como alcalde y ganó el escaño por la circunscripción de Uxbridge y South Ruislip, en el oeste de Londres, en 2015.
En 2016 fue nombrado ministro de Exteriores por Theresa May, algo que fue interpretado como un reconocimiento del papel que había jugado como uno de los líderes en la campaña para salir de la Unión Europea.
Durante la misma, y posteriormente, fue criticado por apoyar la afirmación de que Reino Unido envía semanalmente £350 millones (unos US$435 millones) a la Unión Europea, cifra que apareció en uno de los autobuses de campaña y que llevó a un intento infructuoso de perseguir legalmente a Johnson por "engañar a la gente".
Los críticos mantienen que la cifra es errónea al no tener en cuenta los reembolsos de Reino Unido o lo que la UE gasta en el país.
Pero Johnson siguió erigiéndose como uno de los mayores portavoces y líderes del ala más favorable a un Brexit "duro" dentro del Partido Conservador.
Tanto que, en julio de 2018, renunció a su puesto en el gobierno de May, criticando el acuerdo al que la primera ministra había llegado con la UE y su enfoque de las negociaciones.
Tras la renuncia de esta, incapaz de que el parlamento británico aprobara dicho acuerdo, Johnson se convirtió en el favorito para ganar la carrera por el liderazgo del Partido Conservador.
Ahora tiene por delante el que será, con seguridad, el mayor reto de su vida política.
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