¿Quién apoya a Francisco? Los aliados del Papa en una Iglesia en la que crece la embestida del ala conservadora
En las últimas semanas se conocieron fuertes declaraciones en su contra de varios prelados, pero hay un grupo consistente que lo respalda
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ROMA.– En el llamado consistorio, esa ceremonia solemne en la que un pontífice crea –ese es el término– nuevos cardenales, el ritual, solemne y lleno de simbolismo, es muy claro. Uno por uno, los nuevos cardenales, que pasan a ser los máximos colaboradores de un pontífice, hacen una profesión de fe y un juramento.
“Yo..., cardenal de la Santa Iglesia Romana, prometo y juro permanecer, desde ahora y por siempre mientras viva, fiel a Cristo y a su Evangelio, constantemente obediente a la Santa Apostólica Iglesia Romana, al beato Pedro en la persona del Sumo Pontífice y de sus sucesores”, dice el texto. El cardenal también recibe un solideo púrpura, el mismo color de la sangre que debe estar dispuesto a derramar.
Todo esto recordaban algunos prelados en voz baja en el Vaticano, donde la muerte, en los últimos días, primero del papa Benedicto, el 31 de diciembre pasado, y después la inesperada del influyente cardenal australiano George Pell, el martes, provocaron algo así como la erupción de un volcán.
Aunque desde marzo de 2013, cuando fue electo en el primer cónclave en siglos que se daba no porque hubiera muerto un papa, sino porque había renunciado, hubo oposición a Jorge Bergoglio, un outsider, en los últimos días todo eso se hizo más palpable y ruidoso que nunca.
La muerte de Benedicto, papa emérito que muchos consideraron en estos casi diez años una figura contrapuesta a su sucesor, nunca digerido por sectores de la Iglesia conservadores y tradicionalistas, poco contentos con ese papa del fin del mundo que ejerce el papado en forma distinta, cercana, descontracturada y con una visión de Iglesia abierta a todos, removió las aguas.
No solo por los trapos sucios salidos en el polémico libro de su secretario privado, el arzobispo alemán Georg Gänswein –a quien para muchos le salió el tiro por la culata–, sino sobre todo porque pareció volver a azuzar a esa misma ala conservadora que espera que el pontificado reformista de Jorge Bergoglio termine lo antes posible. Que presiona por una renuncia y se prepara para el cónclave que deberá elegir a su sucesor.
En este sentido, hizo aún más ruido la posterior e inesperada muerte del cardenal Pell, purpurado ya mayor de 80 años y por lo tanto sin derecho a participar del cónclave, pero evidentemente uno de los líderes de esa oposición sedienta de cambio. La revelación de que Pell fue el autor de un “Memorando” secreto y con firma anónima que comenzó a circular en marzo pasado en vista de la futura elección del sucesor de Bergoglio, causó gran zozobra. Pell en ese panfleto tachó de “catástrofe” el actual pontificado.
“Es un traidor”, comentó a LA NACION un cardenal que prefirió el anonimato, que consideró que ese “Memorando”, más el artículo que escribió en The Spectator en el que definió el actual sínodo como “una pesadilla tóxica”, hablaban por sí solos.
Otros recordaban que Pell, arzobispo emérito de Sydney, que hoy tendrá su funeral solemne en la Basílica de San Pedro, había sido nombrado por Francisco en cargos más que importantes. Primero como miembro del consejo de cardenales consultores, luego como primer prefecto de la nueva Secretaría de la Economía, sin contar que siempre lo respaldó al enfrentar en su madre patria un escandaloso juicio por abusos sexuales de menores, del que resultó condenado en dos instancias y absuelto en la tercera.
“¿Es esta la fidelidad al Papa?”, era la pregunta que flotaba en un ambiente enrarecido.
Aliados
Aunque, más allá de que siempre son los adversarios los que hacen más ruido, también hay quienes destacaban que en verdad Jorge Bergoglio, a punto de cumplir su décimo aniversario en el trono de Pedro, cuenta con gran respaldo en el colegio cardenalicio, como pudo verse en la última reunión de cardenales en agosto pasado.
¿Quiénes son sus aliados? Entre los cardenales de la curia romana, en silencio y ostentando bajo perfil, son varios los que están con Francisco. Uno es el cardenal checo-canadiense Michael Czerny, un jesuita que es prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. Otro es el cardenal estadounidense Kevin Joseph Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida.
Además, el británico Arthur Roche, prefecto del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos; el cardenal español Fernando Vergez Álzaga, que fue secretario privado del cardenal argentino Eduardo Pironio y hoy es presidente tanto de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano, como del Governatorato; el también español Miguel Ángel Ayuso Guixot, titular del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso, y el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización.
Fuera de la curia romana, entre los aliados y defensores de Francisco está el arzobispo de Chicago, Blase Cupich, uno de los líderes de la minoría progresista de la polarizada Iglesia norteamericana. También pueden incluirse sus colegas de Indianápolis, Joseph William Tobin, de San Diego, Robert McElroy y de Boston, el cardenal Sean O’Malley. Papable en el último cónclave, O’Malley es famoso por su manejo del escándalo de abusos en Boston, que le valió ser nombrado por Francisco en diciembre de 2013 al frente de la Pontificia Comisión para la Tutela de Menores.
O’Malley también integra el consejo de cardenales asesores del Papa, al igual que otros sostenedores de este pontificado como el cardenal de la India, arzobispo de Bombay, Oswald Gracias; el alemán Reinhard Marx, arzobispo de Munich y presidente del episcopado; y Fridolin Ambongo Besungu, arzobispo de Kinshasa, República Democrática del Congo, país al que viajará en breve el Papa.
Otros purpurados en línea con Francisco son el cardenal italiano Matteo Zuppi, arzobispo de Bologna y presidente de la Conferencia Episcopal italiana; el cardenal español Juan José Omella, presidente de la Conferencia episcopal de su país y arzobispo de Barcelona; el cardenal canadiense Gérald Cyprien Lacroix, arzobispo de Quebec; y el jesuita Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo. Hollerich es el único purpurado mencionado en el “Memorando” de Pell, que lo acusa de rechazar la enseñanza cristiana sobre la sexualidad y de ser “explícitamente herético”.
Pueden agregarse a la lista, que, por supuesto es incompleta, al menos dos latinoamericanos: el cardenal hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa y otro jesuita, el cardenal peruano Pedro Barreto Jimeno, arzobispo de Huancayo.
Coordinador del grupo de cardenales consultores del Papa y muy cercano a Francisco, Maradiaga había sido uno de los primeros en alertar en 2014 que había una seria oposición. “Tenemos que estar preparados, ya que esta bella pero extraña popularidad está comenzando a fortalecer fidelidades, pero igualmente está despertando la sorda oposición, no solo en la vieja curia, sino también en algunos que están preocupados de perder privilegios en el tratamiento y en las comodidades”, advirtió Maradiaga, que entonces incluso reveló que “expresiones como ‘¿Qué pretende este argentinito?’, o la frase de un reconocido cardenal, ‘Hemos cometido un error’”, ya se estaban oyendo dentro y fuera del Vaticano.
Algo que dejó claro que los aliados del Papa también están atentos y preparados para la lucha.
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