Qué son los “acuerdos de Minsk” y por qué se rompieron tras el avance ruso sobre Ucrania
Antes de que Vladimir Putin ordenara el envío de tropas a las regiones rebeldes de Donetsk y Lugansk y reconociera su independencia, hubo varios esfuerzos globales para pacificar la región
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En las últimas semanas, los “acuerdos de Minsk” han vuelto a quedar en el ojo del huracán en medio de la escalada entre Rusia y Ucrania. Por su lado, Kiev y los aliados de Occidente hablan de que la reciente decisión de Vladimir Putin de reconocer la independencia de los territorios separatistas prorrusos del este de Ucrania, las autoproclamadas “repúblicas populares” de Donetsk y de Lugansk, y el envío de efectivos de las fuerzas armadas rusas a esos territorios son una clara violación al tratado de paz firmado en 2014. Por su lado, el mandatario ruso señala que nunca se respetó el convenio entre ambos gobiernos.
“Fue poner un paño frío en la cabeza de un enfermo grave”, opinó, en diálogo con LA NACION, Fabián Calle, experto en conflictos internacionales. “Le convenía a los rusos y le convenía a los ucranianos. Pero nadie le daba ninguna identidad de que pudiera ser un acuerdo permanente ni mucho menos”, agregó.
En 2014, después de que las protestas masivas -conocida también como Euromaiden- en Ucrania derrocaran al presidente cercano al Kremlin Viktor Yanukovich, el gobierno de Putin invadió y anexionó la península ucraniana de Crimea, una medida que tanto Europa como Estados Unidos tildaron como ilegal.
El golpe fue contundente y parecía que la expansión crecería en poco tiempo. Tanto funcionarios ucranianos como occidentales siempre sostuvieron que Rusia ha apoyado a los separatistas de las regiones de Donetsk y Lugansk.
Los enfrentamientos en la región eran constantes. El derribo de un avión con 298 pasajeros con un misil tirado desde la zona separatista ucraniana fue una de las consecuencias del conflicto. “A Ucrania le servía [el acuerdo] porque paraba un conflicto militar que se había llevado más de 30.000 personas”, opinó Calle.
“A Rusia le convenía porque se ponía un pedazo de Ucrania de manera indirecta y le permitía ir maniobrando políticamente su estrategia. Los próximos pasos son los que está haciendo ocho años de después”, agregó el analista.
Hoy, Ucrania y Occidente aún apelan a este acuerdo como el camino diplomático para solucionar el conflicto. Sin embargo, las fibras cada vez son más delgadas y, conforme la tensión crece, respetar el tratado cada vez parece menos probable.
El acuerdo
El acuerdo original, alcanzado entre Rusia y Ucrania en septiembre de 2014, fue firmado después de extensas conversaciones en Minsk, la capital de Bielorrusia, bajo los auspicios de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE).
Se estableció como una hoja de ruta para poner fin a los enfrentamientos en la zona de Donbass (que integran Dontesk y Lugansk). El acuerdo fue alcanzado tras varios intentos de poner fin a los combates y, tras su firma, se acordó un alto el fuego inmediato con un protocolo de 12 puntos para solucionar el conflicto. Pero el acuerdo fracasó rápidamente, con violaciones de ambas partes.
Las negociaciones de paz, sin embargo, continuaron. Y tras maratónicas conversaciones entre Putin y los líderes de Ucrania, Francia y Alemania, en febrero de 2015 se llegó en Minsk a un nuevo acuerdo (Minsk II) de alto el fuego. Sin embargo, los enfrentamientos nunca cesaron.
Putin siempre dijo que Ucrania no tenía intención de implementar los términos del acuerdo.
Kiev había buscado enmiendas al pacto, que se negoció después de que las tropas ucranianas sufrieran una serie de ataques. Estados Unidos y otros aliados europeos habían expresado su apoyo al pacto y habían pedido a todas las partes que cumplieran con su parte del trato.
Desde que el lunes pasado el mandatario ruso reconoció ambas regiones como independientes, el acuerdo quedó oficialmente roto.
Los principales puntos
El acuerdo del alto al fuego firmado por Rusia y Ucrania en septiembre del 2015 fue un plan desarrollado por los entonces presidente francés, Francois Hollande, y la canciller alemana, Angela Merkel.
El acuerdo, principalmente, consistía en los siguientes puntos:
1. Asegurar un alto el fuego bilateral inmediato.
2. Garantizar la supervisión y verificación del alto el fuego por la OSCE.
3. Una descentralización del poder, incluso a través de la aprobación de una ley ucraniana sobre “arreglos provisionales de gobernación local en algunas zonas de las regiones de Donetsk y Lugansk”.
4. Asegurar el monitoreo permanente de la frontera ruso-ucraniana y su verificación por la OSCE, a través de la creación de zonas de seguridad en las regiones fronterizas entre Ucrania y Rusia.
5. Liberación inmediata de todos los secuestrados y de todas las personas detenidas ilegalmente.
Qué queda
Los “acuerdos de Minsk” -o más bien la violación a estos- se ha convertido en una excusa para justificar la presencia militar rusa en las fronteras ucranianas. El consenso de la mayoría de los países es que este tratado está rotos. “Fue una pausa, pero nadie podía pensar que el acuerdo era algo sustentable. Fue una especie de stand by que podía terminar en cualquier momento”, opina Calle.
Aun así hay organismos y referentes políticos que aún refrendan el tratado como algo posible. El presidente francés, Emmanuel Macron, ha sido uno de los interlocutores más importantes en el conflicto, escudándose en este acuerdo.
“Los intentos anteriores de Macron no impidieron el incremento de la presencia militar rusa en las fronteras ucranianas, pero la esperanza de que el trabajo diplomático tenga éxito no nos abandona”, declaró hace dos días Amnistía Internacional (AI) en un comunicado.
“Es prioritario avanzar en los acuerdos de paz de Minsk, firmados en 2015 por Kiev y los separatistas y refrendados por el Consejo de Seguridad después de que Rusia invadiera la zona des este de Ucrania en 2014″, agregó la organización de derechos humanos.
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