Qué significa para China (y para el mundo) que su población se reduzca
Por primera vez el año pasado el número de muertes superó al de nacimientos desde el fallido experimento económico de Mao Tse-tung
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HONG KONG.– El país más poblado del mundo ha llegado a un momento crucial: la población china ha comenzado a reducirse, tras un descenso constante y prolongado de la natalidad que, según los expertos, es irreversible.
El gobierno informó este martes de que el año pasado nacieron en China 9,56 millones de personas, mientras que fallecieron 10,41 millones. Fue la primera vez que el número de muertes superó al de nacimientos en China desde el Gran Salto Adelante, el fallido experimento económico de Mao Tse-tung que provocó hambrunas y muertes generalizadas en la década de 1960.
Las autoridades chinas han intentado durante años ralentizar la llegada de este momento, flexibilizando la política del hijo único y ofreciendo incentivos para animar a las familias a tener hijos. Ninguna de esas medidas funcionó. Ahora, ante el declive de la población, sumado al prolongado aumento de la esperanza de vida, el país se ve abocado a una crisis demográfica que tendrá consecuencias no sólo para China y su economía, sino para el mundo entero.
En las últimas cuatro décadas, China se ha convertido en una potencia económica y en la fábrica del mundo. La evolución del país desde la pobreza generalizada hasta convertirse en la segunda mayor economía del mundo condujo a un aumento de la esperanza de vida que contribuyó al actual descenso de la población: cada vez más personas vivían más años mientras nacían menos bebés.
Esa tendencia ha acelerado otro hecho preocupante: el día en que China no tenga suficientes personas en edad de trabajar para impulsar su crecimiento.
“A largo plazo, vamos a ver una China que el mundo jamás ha visto”, afirma Wang Feng, profesor de sociología de la Universidad de California en Irvine especializado en demografía china. “Ya no será la población joven, vibrante y en crecimiento. Empezaremos a apreciar a China, en términos de población, como una población vieja y menguante”.
Las dádivas del gobierno, como el dinero para bebés y los recortes fiscales, no han conseguido cambiar el hecho subyacente de que muchos jóvenes chinos sencillamente no quieren tener hijos.
“No puedo asumir la responsabilidad de dar a luz una vida”, dice Luna Zhu, de 28 años, que vive en Pekín con su marido. Los padres de ambos estarían dispuestos a hacerse cargo de los nietos, y ella trabaja para una empresa estatal que ofrece un buen paquete de licencia por maternidad. Aun así, a Zhu no le interesa la maternidad.
Según la Oficina Nacional de Estadística, el número de nacimientos se redujo de 10,6 millones en 2021, el sexto año consecutivo de descenso. La población total de China es ahora de 1410 millones. Para 2035, se espera que 400 millones de personas en China tengan más de 60 años, lo que representa casi un tercio de su población.
La escasez de mano de obra que acompañará al rápido envejecimiento de la población china también reducirá los ingresos fiscales y las contribuciones a un sistema de pensiones que ya está sometido a una enorme presión.
El hecho de que el gobierno pueda o no proporcionar un acceso generalizado a la atención a la tercera edad, a los servicios médicos y a un flujo estable de ingresos más adelante en la vida afectará a la suposición largamente sostenida de que el Partido Comunista puede proporcionar una vida mejor a su pueblo.
Covid y problemas económicos
La noticia del descenso de la población china llega en un momento delicado para el gobierno de Pekín, que está lidiando con las consecuencias de la repentina revocación el mes pasado de su política de tolerancia cero hacia Covid.
Los datos del martes mostraron un pequeño aumento de la mortalidad el año pasado, hasta los 10,41 millones de fallecimientos, frente a los cerca de 10 millones de los últimos años, lo que plantea interrogantes sobre cómo puede haber contribuido a estas cifras la reciente oleada de Covid.
La semana pasada, las autoridades comunicaron inesperadamente las cifras de mortalidad por Covid correspondientes al primer mes, tras haber informado durante semanas de muertes diarias de un solo dígito. Pero los expertos han cuestionado la exactitud de las nuevas cifras: 60.000 muertes entre el 8 de diciembre y el 12 de enero.
Este martes, Kang Yi, comisionado de la Oficina Nacional de Estadística, declaró que las cifras de muertes por Covid de diciembre aún no se habían incorporado a los totales generales de muertes de 2022.
China también dio a conocer el martes datos que muestran la profundidad de sus retos económicos. El PBI del país, la medida más amplia de su vitalidad comercial, creció sólo un 2,9% en los tres últimos meses del año, tras los cierres generalizados y el reciente aumento de las infecciones por Covid. En todo el año, la economía china creció sólo un 3%, su ritmo más lento en casi cuatro décadas.
Este momento demográfico histórico no era inesperado. El año pasado, las autoridades chinas admitieron que el país estaba al borde de un declive demográfico que probablemente comenzaría antes de 2025. Pero ha llegado antes de lo que habían previsto demógrafos, estadísticos y el Partido Comunista en el poder.
China ha seguido una trayectoria familiar para muchos países en desarrollo a medida que sus economías se enriquecen: Las tasas de fecundidad descienden a medida que aumentan los ingresos y el nivel educativo. Y a medida que mejora la calidad de vida, la gente vive más.
“Es el tipo de situación con la que sueñan los economistas”, afirma Philip O’Keefe, director del Aging Asia Research Hub, Centro de Excelencia en Investigación sobre el Envejecimiento de la Población del ARC.
Pero el gobierno acortó los plazos para prepararse para este momento al avanzar con demasiada lentitud en la flexibilización de las restrictivas políticas de natalidad a medida que el país se hacía más rico. “Podrían haberse dado un poco más de tiempo”, afirma O’Keefe.
Las autoridades han tomado varias medidas en los últimos años para tratar de frenar el descenso de los nacimientos. En 2016, flexibilizaron la política de “hijo único” que había estado en vigor durante tres décadas, permitiendo a las familias tener dos hijos. En 2021, aumentaron el límite a tres. Desde entonces, Pekín ha ofrecido una serie de incentivos a las parejas y familias pequeñas para animarlas a tener hijos, como ayudas en metálico, recortes fiscales e incluso concesiones inmobiliarias.
Estas medidas no han sido lo suficientemente exhaustivas como para estabilizar la caída de la natalidad o cambiar las arraigadas expectativas tradicionales sobre el papel de la mujer en el hogar, asevera Zheng Mu, profesor adjunto de sociología de la Universidad Nacional de Singapur que estudia la fertilidad en China.
“Cuando hablamos del cuidado y la educación de los niños, la mayoría de las veces se espera que sean las mujeres las que hagan el trabajo”, dijo Mu.
Xi Jinping, el máximo dirigente chino, hizo recientemente de los retos demográficos del país una prioridad, prometiendo “un sistema de política nacional para impulsar la natalidad”. Pero en realidad, según los expertos, el desplome de las cifras de natalidad en China revela una tendencia irreversible.
Junto con Japón y Corea del Sur, China tiene una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo, por debajo de lo que los demógrafos llaman la tasa de sustitución de la fecundidad necesaria para que una población crezca. Esa cifra exigiría que cada pareja, por término medio, tuviera dos hijos.
Mientras tanto, la población total de la India está a punto de superar a la de China este mismo año, según una reciente estimación de las Naciones Unidas.
Según O’Keefe, de la Universidad de California en Irvine, el declive demográfico de China sería muy difícil de revertir a estas alturas. “No creo que haya un solo país que haya bajado tanto como China en términos de tasa de fertilidad y luego haya recuperado la tasa de reemplazo”.
Muchos jóvenes han aludido al creciente costo de la paternidad –incluido el cuidado de los hijos– en un momento de precariedad económica.
Rachel Zhang, fotógrafa de 33 años de Pekín, decidió antes de casarse con su marido que no tendrían hijos. La pareja ha adoptado un estilo de vida conocido como “Doble ingreso, sin hijos”, una forma abreviada de referirse a las parejas chinas que han decidido no tener hijos. A veces, los mayores de la familia los incentivan para que tengan un bebé.
“Yo soy firme al respecto”, dice Zhang. “Nunca he tenido el deseo de tener hijos”. Los crecientes costos de criar a un niño y encontrar un apartamento en un buen distrito escolar han endurecido su resolución.
Otros factores han contribuido a esa reticencia a tener más hijos, como la carga que supone para muchos adultos jóvenes cuidar de padres y abuelos ancianos.
La estricta política china de “cero Covid” –casi tres años de pruebas masivas, cuarentenas y encierros, que han provocado la separación de algunas familias durante largos periodos de tiempo– puede haber llevado a aún más personas a decidir no tener hijos.
Para Zhu, que se casó hace cinco años, la pandemia ha aclarado su decisión de no tener hijos.
“Especialmente en los últimos tres años de la epidemia”, apuntó Zhu, “siento que muchas cosas son muy difíciles”.
Por Alexandra Stevenson y Zixu Wang
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