Cuando consideramos la muerte, pensamos en ella como un sombrío proceso de incorporación, pero la ciencia pregunta: ¿y si es psicodélico?
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¡Ah, la vida! Esa cosa en la que nacés y te hacés un poco más grande, te enamorás de una persona (o de pescar), tal vez producís algunas personas más pequeñas, y luego, antes de que te des cuenta, es hora de la siguiente parte: la muerte. La inevitable desaparición de nuestro ser.
Hay una gama ecléctica de formas en que podrías morir. Comúnmente es por una enfermedad cardíaca o cáncer, pero hay incluso alrededor de 600 víctimas anuales de la asfixia autoerótica.
No importa cómo ocurra, en algún momento experimentarás la muerte clínica, que es algo así como la vida, pero sin respiración ni circulación sanguínea.
En otras palabras, es el comienzo del paso de esta vida a lo otro.
Para la mayoría de las personas, la muerte no es completamente instantánea.
Entonces, ¿qué puede decirnos la ciencia moderna sobre la experiencia de esos momentos finales?
¿Qué se siente al morir?
En la última etapa cuando se acerca la muerte, las personas suelen estar muy insensibles, por lo que normalmente imaginamos que la experiencia es un desvanecimiento somnoliento e inconsciente de la vida.
Pero algunos experimentos cuentan una historia muy distinta.
En 2013, científicos de la Universidad de Michigan midieron la actividad cerebral de unas ratas de laboratorio mientras morían.
Y sucedió algo muy interesante.
Después de que las ratas experimentaran un paro cardíaco -sin latidos cardíacos ni respiración-, sus cerebros mostraron un aumento de la actividad global, con niveles de ondas gamma bajas que estaban más sincronizadas en todo el cerebro que en los estados normales de vigilia de las ratas.
E, increíblemente, ese tipo específico de actividad cerebral se ha relacionado con la percepción consciente de las personas en estudios anteriores.
En otras palabras, esas ratas podrían haber estado experimentando algo mientras estaban entre la muerte clínica y la muerte cerebral completa.
El experimento desafió la suposición de que el cerebro está inactivo durante la muerte.
Por el contrario, parecía que antes de la inconsciencia duradera podría haber un período de mayor consciencia y planteaba: ¿qué estaban experimentando las ratas mientras morían?, ¿podría ser lo mismo cierto para las personas?
Sorpresas
Los humanos tenemos cerebros más grandes y complejos que los de las ratas, pero un experimento muy interesante realizado en el Imperial College de Londres en 2018 arrojó algo de luz sobre cómo podría sentirse morir en los seres humanos.
Los científicos querían investigar las similitudes entre dos fenómenos muy diferentes.
Por un lado, las experiencias cercanas a la muerte, o ECM, las alucinaciones experimentadas por alrededor del 20% de las personas que han sido reanimadas después de la muerte clínica.
Por otro lado, las alucinaciones provocadas por DMT, una droga psicodélica (que genera de manera confiable un amplio espectro de efectos subjetivos en las funciones cerebrales humanas, incluida la percepción, el afecto y la cognición).
Así que les administraron dosis de DMT a los sujetos del estudio y, una vez regresaron a la realidad, les pidieron que describieran sus experiencias utilizando la lista de verificación comúnmente utilizada para evaluar las experiencias cercanas a la muerte.
Y se sorprendieron al ver una cantidad increíble de puntos en común.
Tanto las experiencias de ECM como las de DMT incluyeron sensaciones como “trascendencia del tiempo y el espacio” y “unidad con objetos y personas cercanas”.
La experiencia de casi morir resultó ser sorprendentemente similar a un poderoso alucinógeno.
¿Un final psicodélico?
Cuando consideramos la muerte, pensamos en ella como un sombrío proceso de incorporación. Pero la ciencia pregunta: ¿y si es psicodélico?
Le preguntamos al doctor Chris Timmermann, quien dirigió la investigación en el Imperial College de Londres, qué podía decirnos este experimento sobre la muerte.
“Creo que la principal lección de la investigación es que podemos encontrar la muerte en la vida y en las experiencias de la vida”, señaló.
“Lo que sabemos ahora es que parece haber un aumento de la actividad eléctrica.
“Esas ondas gamma parecen ser muy pronunciadas y pueden ser responsables de las experiencias cercanas a la muerte.
“También hay regiones específicas en el cerebro, como lo que llamamos los lóbulos temporales mediales -áreas que se encargan de la memoria, el sueño e incluso el aprendizaje- que podrían estar relacionadas también con esas experiencias.
“En cierto modo, nuestros cerebros están simulando de alguna manera una forma de realidad”.
Alrededor del 20% de las personas que han sido pronunciadas clínicamente muertas y viven reportan ECM.
¿Será que todas las experimentan y solo unas pocas las recuerdan o que esas experiencias son muy raras?
“Es una gran posibilidad que haya una falta de recuerdo debido a diferentes razones”, explicó Timmermann.
“En nuestra experiencia con el DMT psicodélico hemos visto que, cuando les damos altas dosis, hay una parte de la experiencia que también se olvida.
“Lo que creo que pasa es que la experiencia es tan novedosa, que es inefable o difícil de poner en palabras.
“Cuando una experiencia trasciende la capacidad de describirla con el lenguaje, tenemos dificultades para recordarla.
“Pero también podría ser que algunas personas simplemente no la experimenten”.
¿Qué investigación adicional a partir de ahí podría ayudar a nuestra comprensión de la muerte?
“Es muy interesante lo que está sucediendo en estos días con los escáneres cerebrales y cómo podemos descifrar lo que está sucediendo en el cerebro, cómo eso se remonta a la experiencia”, respondió.
“Hay escaneos que se realizan en personas en los que puedes reproducir, si están viendo una película, qué tipo de película están viendo.
“Por lo tanto, es factible que en algún momento nuestras técnicas de imágenes cerebrales lleguen a ser tan avanzadas que podamos leer la mente de las personas para que nos acerquemos a comprender cuáles son los mecanismos cerebrales que sustentan estas experiencias tan extraordinarias e inusuales”.
Optimista
La ciencia de la muerte es un paisaje bastante turbio, pero lo que ya sabemos pinta una imagen sorprendentemente optimista.
Por ejemplo, sabemos que las personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte a menudo informan sentimientos de tranquilidad y serenidad y muestran una reducción duradera en el estrés asociado con la muerte.
También sabemos que las ECM se describen abrumadoramente como libres de dolor, lo que significa que esa mayor consciencia que podríamos experimentar al morir también es probable que sea indolora...
Y, tal vez, un poco divertida.
La investigación también muestra que las personas tienden a perder sus sentidos en un orden específico.
Primero, el hambre y la sed, luego el habla y la visión.
La audición y el tacto parecen durar más tiempo, lo que significa que muchas personas pueden escuchar y sentir a sus seres queridos en sus momentos finales, incluso cuando parecen estar inconscientes.
Y un escáner cerebral reciente de un paciente con epilepsia moribundo mostró actividad relacionada con la memoria y los sueños, lo que llevó a la especulación de que incluso podría haber algo de verdad en eso de que “ves la vida pasar ante sus ojos”.
Finalmente, sabemos por estos experimentos que la experiencia de la muerte podría involucrar una conciencia elevada, posiblemente alucinatoria. Un último viaje psicodélico antes de la nada.
“En una sociedad como la nuestra, en la que tendemos a negar la muerte y tratamos de ponerla debajo de la alfombra, creo que esta es una de las grandes lecciones que la investigación psicodélica puede darnos: cómo incorporarla en nuestras vidas”, concluyó Timmermann.
En última instancia, todos vamos a morir. Pero estos experimentos mostraron que la transición entre la vida y la muerte podría ser mucho más experiencial, emocional e incluso psicodélica de lo que podríamos esperar.
Estamos programados como animales a temerle a nuestra desaparición, pero comprender la muerte más profundamente ayuda a relajarnos un poco.
Esos últimos momentos pueden no ser aterradores. Son solo parte de un viaje inevitable con destino desconocido, probablemente indoloro y potencialmente psicodélico.
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