Coronavirus: qué dicen los antituristas en una Europa que ahora quedó vacía
"En la vida hay solo dos tragedias: una, no lograr lo que uno quiere, y la otra, obtenerlo", escribió el irlandés Oscar Wilde. Hasta hace un año, especialmente en Europa , crecían los movimientos antituristas. Eran multitudes que marchaban en Barcelona, Florencia o Venecia con carteles que decían "¡Fuera turistas!", "El turismo mata nuestra ciudad".
Pero la pandemia convirtió ese sueño en pesadilla en una industria que genera el 7% del comercio mundial y daba empleo a una de cada diez personas en todo el mundo, según el último informe de la ONU publicado en agosto pasado. Hoy finalmente los vecinos pueden caminar por la Rambla de Barcelona sin toparse con hordas de turistas que bajan de los cruceros. No es necesario aparecer rodeado de desconocidos para tomarse una foto en el Ponte Vecchio de Florencia, y las máquinas "cuentapersonas" para limitar el acceso a Venecia son un objeto en desuso.
Pero la mayoría de los comercios que vivían del turismo, desde restaurantes hasta centros culturales, museos y locales de artesanías y suvenires, tuvieron que cerrar sus puertas. En Barcelona, solo hay un 15% de los hoteles abiertos y con un 20% de ocupación. En Italia, donde el turismo genera el 13% del PBI, la llegada de extranjeros, no necesariamente visitantes que llegan a pasear, se redujo el año pasado a la mitad, según el ente de turismo ENIT. Y las demás capitales europeas viven situaciones similares. Además, fuera de lo que se pueda imaginar, según la ONU, la falta de turistas también tuvo un impacto negativo en muchas reservas naturales de todo el mundo que debieron cerrar sus puertas. El 7% del turismo global está relacionado con la fauna y la flora silvestre y varios parques nacionales de países en desarrollo dieron licencia a su personal por falta de ingresos.
Los especialistas se preguntan ahora si la pandemia marcó el abrupto final del fenómeno del turismo tal como se lo conoció hasta ahora, y si la crisis puede ser una oportunidad para repensar el futuro de la industria, en mayor armonía con la economía de las ciudades, la vida de los vecinos y la naturaleza.
El redescubrimiento de las ciudades
"Al comienzo de la pandemia, ya sin turistas, los vecinos de Florencia vivimos con alegría un redescubrimiento de nuestra ciudad y sus espacios, e incluso tomamos conciencia de cuánto se nos estaba privando por el exceso de turistas. Pero superada la sorpresa inicial comenzaron a surgir los problemas en toda la economía de la ciudad", dijo a LA NACION Grazia Galli, de la asociación vecinal Progetto Firenze, para el cuidado y promoción de la histórica ciudad, y que en 2019, junto a Massimo Lensi, publicó el libro La filosofía del trolley [la valija con rueditas], Investigación sobre el exceso de turismo en Florencia.
"La pandemia nos demostró que la dependencia que Florencia tenía del turismo era mucho mayor de lo que creíamos. Hay rubros laterales como la cultura, la industria de la moda, los servicios, todos los oficios, como electricistas y plomeros, que dependían profundamente del sector. Hoy que no hay turistas, quedaron de rodillas. Pero eso no quiere decir que el exceso de turismo no era un problema. Una economía que depende básicamente del consumo no tiene futuro. Así que el turismo tampoco era la gallina de los huevos de oro", sostuvo Galli.
La experta define el exceso de turismo, al que llama en inglés "overtourism", como la llegada sobredimensionada de visitantes respecto de la capacidad de una ciudad para recibirlos, lo que genera problemas a quienes viven allí. "Esto hace que el mercado inmobiliario alcance precios inaccesibles para el habitante de la ciudad, se entorpece la movilidad del vecino y hasta la generación de residuos supera la posibilidad de procesamiento", agregó.
Aunque está muy lejos de los índices de una ciudad como Orlando, Estados Unidos, que recibió 75 millones de visitantes en 2018, a Florencia llegaron alrededor de 26 millones de turistas, pero que pugnaban por visitar un centro histórico de la ciudad, que tiene apenas 5,5 km2.
Lo mismo sucede en otras ciudades de Europa donde la mayor parte de las atracciones están concentradas en un radio muy pequeño, en el que además vive la población local.
"Entre los 30 millones de visitantes que arribaron a Barcelona en 2019, cuatro millones llegaron en cruceros. El máximo por día eran siete cruceros y eso suma unas 20.000 personas que desembarcaban por unas pocas horas en la ciudad. Y, como tienen pagos todos los consumos a bordo, ni siquiera comían en los restaurantes locales. Pero de pronto esas 20.000 personas invadían la Barceloneta, en la costa, formaban filas interminables para visitar la basílica de la Sagrada Familia, de Antoni Gaudí, o saturaban el Parque Güell, que llegó a tener más de dos millones de visitas anuales", contó a LA NACION Pere Mariné Jové, de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB).
El líder vecinal recordó también que en 2016 el precio medio de un alquiler en el centro de Barcelona era de 600 euros, y en 2019 el promedio se disparó a 980 euros, con aumentos muchos mayores en algunas zonas. Así fue como la FAVB realizó varias marchas frente al templo de la Sagrada Familia superpoblado de visitantes, para reclamar mayores restricciones a la cantidad de espacios dedicados al alojamiento turístico, y limitar al número de ingresos.
Pero todo eso tuvo un corte abrupto con la pandemia.
Mariné Jové recordó una experiencia reciente en el famoso templo de Gaudí, ahora desierto. "Hace unos meses la televisión holandesa me hizo allí una entrevista, y durante la media hora que duró el reportaje no pasó por el frente de la basílica absolutamente nadie, ni vehículos ni personas. Cuando luego se escucharon las campanadas del templo, realmente sonaban a duelo".
¿El mercado dictará nuevamente las reglas?
La pregunta ahora es: una vez que acabe la pandemia y el mundo recupere la normalidad (nadie puede decir cuándo ni cómo será eso), ¿cuál será el futuro del turismo? ¿Hay alguien pensando en eso o el mercado dictará nuevamente las reglas?
En su informe sobre "Covid-19 y la transformación del turismo" la ONU fijó alguna pautas para tener una industria más acorde con las metas de desarrollo sostenible. Y algunas ciudades ya están trabajando con ese objetivo. La doctora Patrizia Battilani, directora del Centro de estudios avanzados en Turismo (CAST) de la Universidad de Bolonia, forma parte de un comité de la ciudad de Rimini sobre la costa del Adriático, una de las playas más populares de Italia con una población estable de 148.000 habitantes, que recibe más de 10 millones de visitantes al año.
"El 'overtourism' es la conjunción de tres factores: tiempo, cantidad y espacio, la llegada simultánea, de un número excesivo de turistas, que quieren visitar un espacio limitado", explicó Battilani a LA NACION. "Por eso en Rimini estamos trabajando junto con todos los sectores que hacen a la vida de la ciudad para amplificar, por ejemplo, los puntos de atracción, que no todo sea ir a la playa. Desarrollar atractivos culturales y comerciales alejados de las zonas más concurridas. También el gobierno de la ciudad está pensando en sumar áreas verdes", señaló la experta.
"Y yo creo que otras ciudades pueden tomar iniciativas en la misma dirección. A veces es necesario imponer restricciones de acceso, como tuvieron que hacer en Venecia. Pero también se puede trabajar en un sentido positivo diversificando las ofertas de atractivos. Yendo al caso de Venecia, no todo es la Plaza de San Marcos, el Ponte Alto y el Palacio Ducale. Son muy pocos los turistas que visitan por ejemplo la Base Naval del Arsenale, y es un lugar hermosísimo más alejado del centro. Desde ahora cada ciudad tendrá que empezar a buscar su propia fórmula para romper esta conjunción letal de muchos turistas tratando de visitar al mismo tiempo el mismo lugar", concluyó Battilani.
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